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Bloguear a ciegas/ Ángel Santiesteban

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Mensaje por Azali Mar Sep 21, 2010 9:43 am


Datos personales

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Los Hijos que nadie quiso
La Habana, Cuba
Ángel Santiesteban La Habana 1966. Graduado de Dirección de Cine, reside en La Habana, Cuba. En 1989 ganó mención en el concurso Juan Rulfo, que convoca Radio Francia Internacional, y el relato fue publicado en Le Monde Diplomatique, Letras Cubanas y la revista El cuento de México. En 1995, envía al premio nacional del gremio de escritores (UNEAC), ganándolo en esa oportunidad; pero por su visión humana (o inhumana) hacia la realidad de la guerra en Angola, donde participaron los cubanos por espacio de 15 años, fue retenida su publicación. El libro: Sueño de un día de verano, fue publicado en 1998. En 1999 ganó el premio César Galeano, que convoca el Centro Literario Onelio Jorge Cardoso. Y en el 2001, el Premio Alejo Carpentier que organiza el Instituto Cubano del Libro con el conjunto de relatos: Los hijos que nadie quiso. En el 2006, gana el premio Casa de las Américas en el género de cuento con el libro: Dichosos los que lloran. Ha publicado en México, España, Puerto Rico, Suiza, China, Inglaterra, República Dominicana, Francia, EE UU, Colombia, Portugal, Martinica, Italia, Canadá, entre otros países











viernes 17 de septiembre de 2010


Bloguear a ciegas



Bloguear a ciegas/ Ángel Santiesteban FreeInternet


POR ESTOS DÍAS TENGO LA Esperanza de leer mi blog por primera vez. Algunos amigos que lo han visto me lo describen, y siento el mismo placer que cuando me hablan de mis hijos. Me sugirieron que comprara una tarjeta que permite el servicio en los hoteles para entrar en el ciberespacio. Luego de dos meses y medio de iniciado ese sitio, aún no he podido verlo. Tengo ansiedad por leerlo, palparlo, olerlo. Imaginar su diseño me brinda una sensación de ternura. Por estos días un anciano me preguntó si estaba seguro que fuera de esta isla existía civilización.

Levanté los hombros, creo que sí, le respondí. Y me miró un largo rato, buscando la verdad perdida. Es que, me dijo, ¿cómo es posible que nos hayan olvidado?... Me cansé de lanzar botellas al mar, me aseguró. Me cansé, volvió a repetir y se alejó rumiando. Por estos días una señora me ha dicho que las escenas de guerras de los noticieros le parecen filmadas en estudios secretos de televisión. Le dije que no: en otras partes también existen contradicciones sociales, pugnas políticas, hambrunas, enfermedades, etc. Es que nunca, me aseguró ella, muestran la felicidad, salvo en las noticias nacionales donde todo marcha bien, y se cumplen los planes, y las personas entrevistadas son felices, y no se quejan, ni tienen molestias, ni ideas diferentes… ¿Afuera la gente siempre se mata? A veces, respondí. Entonces, prosiguió, ¿ellos no comen manzanas, no viajan en cruceros, no hay votaciones pacíficas? En algunas partes, le dije. La mujer se mantuvo mirándome.

Seguramente eres uno de ellos, aseguró. ¿Quiénes?, quise saber. Esos que redactan las noticias nacionales llenas de felicidad y nos hacen creer que vivimos en el paraíso… Hazme un favor, me solicitó, estoy perdiendo la vista, si intento dirigirte la palabra otra vez recuérdame que eres tú, así me evitaré el mal rato… Al regreso a casa puse el noticiero, los afganos corrían de un lado a otro. Tuve la duda si en el fondo creí ver un campo de caña, y hasta el humo de una chimenea de central. Me acerqué al televisor y lo apagué.

Por estos días también me han “Interrumpido el Servicio de Correo Electrónico”. Ahora, voy por La Habana detrás de un alma caritativa que suba un texto a mi espacio, y esto me hace recordar la emoción que sentía en aquellos primeros años de escritura cuando erraba por la ciudad intentando encontrar una máquina de escribir con buena cinta, y alguien que tecleara a escondida de su jefe varias cuartillas de un cuento que participaría en un concurso literario. No me quejo. Desde el principio supe lo que iba a suceder por elegir tener un “estatus” de escritor dentro de la isla, por ende, algunos beneficios, o lograr un espacio para escribir los problemas que me rodean y angustian, y por extensión, recibir ataques institucionales.

Por estos días en La Habana se elevó el costo de la palabra escrita. Un propietario de correo autorizado le cobraba un cuc el servicio de comunicación con familiares en otros países, o a las jineteras que mantenían sus contactos con extranjeros. A partir del año pasado que intentaron negar el acceso a los
cubanos a conectarse desde los hoteles, el alquiler de los particulares ha escalado a tres cuc, y dicen que antes que termine el mes aumentará a cinco.

Por estos días tengo duda: no sé si la palabra sube de precio o ha perdido su valor.


Publicado por Los Hijos que nadie quiso en 15:32

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Mensaje por Azali Mar Sep 21, 2010 9:43 am

lunes 20 de septiembre de 2010


Historias de mis vecinos I



Bloguear a ciegas/ Ángel Santiesteban Alejandro+azcuy2
Bloguear a ciegas/ Ángel Santiesteban Moz-screenshotFoto Alejandro Ascuy

TODA LA NOCHE ESCUCHÉ Llorar a la esposa de mi vecino. A intervalos aseguraba estar cansada. Muy cansada, insistía. La mayor parte del tiempo el esposo no le respondía, pero al hacerlo coincidía: yo también. Luego llegaba el gemido de ella, esa manera entrecortada que hace recordar el llanto de la
niñez. La angustia me fue creciendo y el sueño se fue alejando. Me acostumbré. El lamento llegó a ser una música inevitable.

En la mañana el golpe de los martillos me hizo asomar a la ventana. Mi vecino, junto a sus dos hijos adolescentes, arma una balsa con varios tanques vacíos. Miré al techo y ya no tenían para almacenar agua. Mi vecina estuvo todo el día encerrada en la casa. No abrió las ventanas, seguramente para no mirar la preparación de la fuga familiar.

En la tarde ya tenían lista la embarcación. Un camión con nevera climatizada vino a buscar la balsa. Los tres hombres fueron entrando a la casa para despedirse, uno a uno. Regresaban aún más tristes, como si fuera posible aumentar tanta carga de angustia.

Antes de cerrar la puerta de la nevera volvieron a mirar hacia la casa, quizá esperando verla a ella por última vez. Pero no asomó. Le entregaron el dinero al camionero que luego de contarlo, se puso en marcha. Cuando los vecinos vieron a los perros correr detrás del camión no pudieron entender su desesperación.

Pasaron largos días y ella se mantuvo encerrada dentro de la casa. A veces los vecinos preocupados la llamaban con algún pretexto pero no respondía.

Una hermana que vino del campo rompió la puerta. Los médicos aseguraron que su familia aún no había puesto la balsa en el agua y ella ya se había envenenado.


Publicado por Los Hijos que nadie quiso

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