El problema de las ideologías
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El problema de las ideologías
El problema de las ideologías
Enviado por ei en octubre 5, 2010 – 17:48 pm
Gonzalo Himiob Santomé
Creo que es importante explicarle un poco al oficialismo qué fue lo que les ocurrió el pasado domingo, cuando –duélale a quién le duela- se les demostró votos en mano que ya no son mayoría. Creo que es importante explicarles a muchos, al menos, una de las razones por las que ahora, con toda responsabilidad se escribe, el país le dijo “no” al proyecto de hegemonía presidencial y, más allá de las triquiñuelas electoreras, no pueden algunos ahora andar –si se procede con honestidad, digo- contando al mundo que “Venezuela es roja” u otras sandeces similares. Y es que desde hace mucho tiempo, amigos y amigas, el comandante perdió la brújula.
Vamos a suponer, por un breve instante, que eso que llaman “Socialismo del Siglo XXI” tuviera en efecto algún sentido concreto y no fuera –porque lo es- una suerte de mezcla apelmazada de ideas inconexas que se toman de un lado o de otro, a conveniencia, sólo para saber qué decir ante el auditorio que toque, cuando toque. Vamos a suponer que detrás de este amasijo de contradicciones que se representa en esta doctrina “marxistabolivarianacristianasocialistahumanista” estuviera, que no lo está, algo más sólido y sustancioso que el aire caliente que exhalan los populistas discursos presidenciales. Vamos a hacer un tremendo esfuerzo y vamos a suponer entonces que lo que ha tratado de hacer Hugo Chávez en estos últimos doce años –casi- es consolidar una visión ideológica, sistemática y coherente, que tuviera otra finalidad distinta de la de eternizarle en el poder.
Si esto hubiera sido así, que no lo ha sido, ¿qué pasó? ¿Por qué se ha perdido en el oficialismo el apoyo de las mayorías? ¿Por qué ya la gente no sigue, con la fuerza y vehemencia de antes, respaldando a ese “gran idealista” que sería, supuestamente, Hugo Chávez? La respuesta a todas las interrogantes es muy sencilla: Hugo Chávez y sus acólitos han perdido el respaldo de buena parte de la ciudadanía, de la mayoría de ésta para ser exactos, porque no trabajan.
Así es. Aún cuando el mentado “Socialismo del Siglo XXI” fuese la panacea universal, destinada a erradicar todos los males del mundo y llevarnos a la utopía de la felicidad absoluta, si a la promoción de tal idea no se la respalda con hechos, se pierde. Chávez –y las elecciones del pasado domingo le cobraron alta la factura- tiene casi doce años haciendo sólo dos cosas: Primero, perpetuándose –y sólo él mismo- en el poder y, en segundo lugar, tratando de convencernos a todos de que lo anterior es indispensable. Y nada más. ¿No me lo creen? A ver, analicemos, ¿cuáles son las consignas que enarbola cada vez que hay un proceso de elecciones de impacto nacional? “Necesito más tiempo, por amor”, “Vienen por mi”, “Perder el poder es perder la revolución” y así sucesivamente. Ninguna de sus consignas es o refleja lo que se haya logrado, porque, la verdad, es que luego de esta desgastante docena de años ejerciendo el mandato hay muy poco que mostrar. En otras palabras, este es un gobierno que se sustenta a punta de la venta de expectativas –siempre futuras, siempre distantes- que no en sus obras u hechos palpables. Este es un poder que pretende legitimarse en lo que supuestamente “logrará”, no en lo que ciertamente “haya logrado”. Hugo Chávez y sus compañeros de juerga se han olvidado de algo esencial: A un país no se le gobierna sólo dando discursos, a un país no se le gobierna desde las miles de cadenas presidenciales o hablando gamelote parejo sobre las “bondades” de una supuesta ideología. A un país no se le gobierna persiguiendo a quienes cuestionan al poder y luego elaborando sesudas explicaciones y justificaciones. A un país se le gobierna trabajando. A la inseguridad, por ejemplo, no la vamos a erradicar buscando a pseudointelectuales que, en vez de asumir la realidad del problema con seriedad, lo que se dediquen es a justificar la desidia de este gobierno echándole la culpa a los gobiernos anteriores que ya no tienen ni arte ni parte en este entuerto. A la inflación no la vamos a controlar acallando las críticas sobre la mala política económica nacional, cerrando instituciones financieras o metiendo presos a gerentes de casas de bolsa y de bancos. Cuando a una señora le mata a su hijo el hampa desatada, cuando un niño llora de hambre en algún barrio de nuestro país y su madre no tiene con qué alimentarlo; cuando una parturienta no tiene hospital al cual acudir para dar a luz con dignidad, cuando los ancianos mueren en el oprobio del olvido, cuando no hay vivienda, cuando los jóvenes se ven forzados a cambiar los cuadernos y los libros por armas de fuego o cuando millones se ven forzados al “rebusque” por la ausencia inclemente de fuentes de trabajo seguras y dignas ¿de qué carajo –perdónenme el francés- me sirve el “Socialismo del Siglo XXI”?. Y es que lo repito, aunque tal “Socialismo Revolucionario” fuera lo que no es –es decir, aunque fuese algo coherente- si a su difusión y consolidación no sigue la demostración de que, además, como ideología de sustento del poder es “buena” y, lo que es más importante, efectiva para solucionar nuestros males, pues no hay nada que hacer y las simpatías del pueblo se pierden.
El gobierno no trabaja, se promociona. El gobierno no trabaja, se maquilla. El gobierno no trabaja, se excusa. El presidente no despacha, sale en televisión. Porque todo es promoción “de” la ideología, que no trabajo “desde” la ideología. Allí, amigos y amigas oficialistas, está mucho de lo que les causó la terrible derrota de hace una semana. Todo se le va a Chávez por lo simbólico, por lo inmaterial, que no por lo concreto, por lo real. Todo se le va en promesas, no en cumplimientos. Muchas palabras, pocos hechos. Alguien, por ejemplo, debería sacar las cuentas de cuántas escuelas, dispensarios u hospitales pudieran haberse acondicionado con todo el dinero del Estado que la “promoción y defensa del régimen” invirtió en las elecciones pasadas. Alguien, por ejemplo, debería preguntarse qué hacía nuestro presidente cambimbeando por toda la nación en lugar de estar en su despacho haciendo lo que los venezolanos –que somos a quiénes se debe- le ordenamos que hiciera cuando se le eligió presidente. Alguien debería reclamarle a los gobernadores y alcaldes oficialistas, a los Ministros y a los miembros de la Asamblea Nacional, el que hayan invertido mucho, demasiado, tiempo de sus trabajos –que nosotros les pagamos- defendiendo la ideología –o la supuesta ideología- y no defendiendo los derechos e intereses del pueblo.
Si así seguimos, con los aciertos y pese a los indudables desaciertos de una oposición que, a pesar del fundamentalismo y de la ceguera de algunos de sus sectores, poco a poco remonta espacios, no es difícil anticipar que para el 2012 –que está a la vuelta de la esquina- la cosa será mucho peor para el oficialismo. Chávez convirtió las legislativas en un plebiscito, en un “todos contra mí”, y perdió. Y perdió porque no entiende que más que promover su ideología y andar justificándose en el pasado lo que debe es concentrarse y trabajar por su pueblo. Queda a quienes resultaron electos –en ambos bandos- demostrar con hechos que sus propuestas y promesas no son sólo vacío, y que vendrán acompañadas de logros y de hechos concretos que las avalen. Si no lo hacen así, están condenados al mismo sino que hoy atribula a Chávez. Les hago llegar nuestros mejores votos por su éxito y nuestra humilde y absoluta disposición en ayudarles a concretar el sueño de una mejor Venezuela.
http://eichikawa.com/2010/10/el-problema-de-las-ideologias.html
Enviado por ei en octubre 5, 2010 – 17:48 pm
Gonzalo Himiob Santomé
Creo que es importante explicarle un poco al oficialismo qué fue lo que les ocurrió el pasado domingo, cuando –duélale a quién le duela- se les demostró votos en mano que ya no son mayoría. Creo que es importante explicarles a muchos, al menos, una de las razones por las que ahora, con toda responsabilidad se escribe, el país le dijo “no” al proyecto de hegemonía presidencial y, más allá de las triquiñuelas electoreras, no pueden algunos ahora andar –si se procede con honestidad, digo- contando al mundo que “Venezuela es roja” u otras sandeces similares. Y es que desde hace mucho tiempo, amigos y amigas, el comandante perdió la brújula.
Vamos a suponer, por un breve instante, que eso que llaman “Socialismo del Siglo XXI” tuviera en efecto algún sentido concreto y no fuera –porque lo es- una suerte de mezcla apelmazada de ideas inconexas que se toman de un lado o de otro, a conveniencia, sólo para saber qué decir ante el auditorio que toque, cuando toque. Vamos a suponer que detrás de este amasijo de contradicciones que se representa en esta doctrina “marxistabolivarianacristianasocialistahumanista” estuviera, que no lo está, algo más sólido y sustancioso que el aire caliente que exhalan los populistas discursos presidenciales. Vamos a hacer un tremendo esfuerzo y vamos a suponer entonces que lo que ha tratado de hacer Hugo Chávez en estos últimos doce años –casi- es consolidar una visión ideológica, sistemática y coherente, que tuviera otra finalidad distinta de la de eternizarle en el poder.
Si esto hubiera sido así, que no lo ha sido, ¿qué pasó? ¿Por qué se ha perdido en el oficialismo el apoyo de las mayorías? ¿Por qué ya la gente no sigue, con la fuerza y vehemencia de antes, respaldando a ese “gran idealista” que sería, supuestamente, Hugo Chávez? La respuesta a todas las interrogantes es muy sencilla: Hugo Chávez y sus acólitos han perdido el respaldo de buena parte de la ciudadanía, de la mayoría de ésta para ser exactos, porque no trabajan.
Así es. Aún cuando el mentado “Socialismo del Siglo XXI” fuese la panacea universal, destinada a erradicar todos los males del mundo y llevarnos a la utopía de la felicidad absoluta, si a la promoción de tal idea no se la respalda con hechos, se pierde. Chávez –y las elecciones del pasado domingo le cobraron alta la factura- tiene casi doce años haciendo sólo dos cosas: Primero, perpetuándose –y sólo él mismo- en el poder y, en segundo lugar, tratando de convencernos a todos de que lo anterior es indispensable. Y nada más. ¿No me lo creen? A ver, analicemos, ¿cuáles son las consignas que enarbola cada vez que hay un proceso de elecciones de impacto nacional? “Necesito más tiempo, por amor”, “Vienen por mi”, “Perder el poder es perder la revolución” y así sucesivamente. Ninguna de sus consignas es o refleja lo que se haya logrado, porque, la verdad, es que luego de esta desgastante docena de años ejerciendo el mandato hay muy poco que mostrar. En otras palabras, este es un gobierno que se sustenta a punta de la venta de expectativas –siempre futuras, siempre distantes- que no en sus obras u hechos palpables. Este es un poder que pretende legitimarse en lo que supuestamente “logrará”, no en lo que ciertamente “haya logrado”. Hugo Chávez y sus compañeros de juerga se han olvidado de algo esencial: A un país no se le gobierna sólo dando discursos, a un país no se le gobierna desde las miles de cadenas presidenciales o hablando gamelote parejo sobre las “bondades” de una supuesta ideología. A un país no se le gobierna persiguiendo a quienes cuestionan al poder y luego elaborando sesudas explicaciones y justificaciones. A un país se le gobierna trabajando. A la inseguridad, por ejemplo, no la vamos a erradicar buscando a pseudointelectuales que, en vez de asumir la realidad del problema con seriedad, lo que se dediquen es a justificar la desidia de este gobierno echándole la culpa a los gobiernos anteriores que ya no tienen ni arte ni parte en este entuerto. A la inflación no la vamos a controlar acallando las críticas sobre la mala política económica nacional, cerrando instituciones financieras o metiendo presos a gerentes de casas de bolsa y de bancos. Cuando a una señora le mata a su hijo el hampa desatada, cuando un niño llora de hambre en algún barrio de nuestro país y su madre no tiene con qué alimentarlo; cuando una parturienta no tiene hospital al cual acudir para dar a luz con dignidad, cuando los ancianos mueren en el oprobio del olvido, cuando no hay vivienda, cuando los jóvenes se ven forzados a cambiar los cuadernos y los libros por armas de fuego o cuando millones se ven forzados al “rebusque” por la ausencia inclemente de fuentes de trabajo seguras y dignas ¿de qué carajo –perdónenme el francés- me sirve el “Socialismo del Siglo XXI”?. Y es que lo repito, aunque tal “Socialismo Revolucionario” fuera lo que no es –es decir, aunque fuese algo coherente- si a su difusión y consolidación no sigue la demostración de que, además, como ideología de sustento del poder es “buena” y, lo que es más importante, efectiva para solucionar nuestros males, pues no hay nada que hacer y las simpatías del pueblo se pierden.
El gobierno no trabaja, se promociona. El gobierno no trabaja, se maquilla. El gobierno no trabaja, se excusa. El presidente no despacha, sale en televisión. Porque todo es promoción “de” la ideología, que no trabajo “desde” la ideología. Allí, amigos y amigas oficialistas, está mucho de lo que les causó la terrible derrota de hace una semana. Todo se le va a Chávez por lo simbólico, por lo inmaterial, que no por lo concreto, por lo real. Todo se le va en promesas, no en cumplimientos. Muchas palabras, pocos hechos. Alguien, por ejemplo, debería sacar las cuentas de cuántas escuelas, dispensarios u hospitales pudieran haberse acondicionado con todo el dinero del Estado que la “promoción y defensa del régimen” invirtió en las elecciones pasadas. Alguien, por ejemplo, debería preguntarse qué hacía nuestro presidente cambimbeando por toda la nación en lugar de estar en su despacho haciendo lo que los venezolanos –que somos a quiénes se debe- le ordenamos que hiciera cuando se le eligió presidente. Alguien debería reclamarle a los gobernadores y alcaldes oficialistas, a los Ministros y a los miembros de la Asamblea Nacional, el que hayan invertido mucho, demasiado, tiempo de sus trabajos –que nosotros les pagamos- defendiendo la ideología –o la supuesta ideología- y no defendiendo los derechos e intereses del pueblo.
Si así seguimos, con los aciertos y pese a los indudables desaciertos de una oposición que, a pesar del fundamentalismo y de la ceguera de algunos de sus sectores, poco a poco remonta espacios, no es difícil anticipar que para el 2012 –que está a la vuelta de la esquina- la cosa será mucho peor para el oficialismo. Chávez convirtió las legislativas en un plebiscito, en un “todos contra mí”, y perdió. Y perdió porque no entiende que más que promover su ideología y andar justificándose en el pasado lo que debe es concentrarse y trabajar por su pueblo. Queda a quienes resultaron electos –en ambos bandos- demostrar con hechos que sus propuestas y promesas no son sólo vacío, y que vendrán acompañadas de logros y de hechos concretos que las avalen. Si no lo hacen así, están condenados al mismo sino que hoy atribula a Chávez. Les hago llegar nuestros mejores votos por su éxito y nuestra humilde y absoluta disposición en ayudarles a concretar el sueño de una mejor Venezuela.
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Azali- Admin
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Re: El problema de las ideologías
El problema no son las ideas, lo es el método que emplean los "diosecillos" que las crean o tienen
Mar- Cantidad de envíos : 2823
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Re: El problema de las ideologías
El problema es que hay un monton de farsantes, que creen que pueden manipular a todo el mundo.. y lo que ni se dan cuenta, que ellos mismos son marionetas.
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Azali- Admin
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