Eliminando subsidios
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Eliminando subsidios
Eliminando subsidios
Publicado enero 10, 2011
Parece que la moda llegó para quedarse, al menos, hasta que hayan acabado con todo, y no solo con los dichosos subsidios.
No soy economista, pero creo que conociendo un poco de matemáticas nada más y sacando cuentas de bodeguero, es suficiente para entender cuantos cuentos y mentiras nos tratan de embutir.
Resulta que por más de cinco décadas los cubanos hemos sido subsidiados por nuestro “estimado” y “querido” dictador (algunos se refieren a él como Cuba). Ya da risa, para no decir que llanto, cada vez que hay que escuchar lo orgullosamente que proclaman algunos, a los cuatro vientos, el gran mérito de Cuba (aquí también se puede intercambiar el nombre de la isla por el de “quientusabe”), que nos subsidió la cuota por la libreta por más de medio siglo.
Yo, por mi parte, les juro que conocí a Cuba antes de la libreta y no recuerdo que ni mi familia ni yo la pidiéramos nunca; es más, ni siquiera recuerdo que las familias pobres de mi barrio hubiesen pedido nunca la dichosa libreta, y por cierto, que bastante se quejaban cuando entonces no podían comprarse la librita de picadillo cada dos o tres días y tenían que esperar nueve días (si, porque en el interior de la Habana, eran cuatro míseras onzas de carne cada nueve días) para poder comer lo que les tocara.
En todos aquellos años nunca escuché la palabra subsidios, pero sí muchas promesas, por ejemplo, como aquella donde se nos anunciaba a bombo y platillo que a partir de los inmensos logros de la revolución en la zafra de los 10 millones, después del 70, la libreta quedaría eliminada para siempre de nuestro paraíso tropical, y la comida y los artículos normados, como muestra de la abundancia a la que nos llevaría nuestro iluminado guía, entonces correrían por las calles como un torrente después de un aguacero de Mayo.
Y pasaron los años, que se volvieron décadas, y aquellas, en medio siglo, y de pronto, entonces, nos iluminan con su inmensa y absoluta sapiencia, y nos anuncian de buenas a primeras que las papas y los chícharos estaban subsidiados, y ahora, resulta que el jabón y la pasta de dientes también, pero además, el papel higiénico (algunos le llaman el órgano oficial del pcc -palo, cable y cabilla) y cualquier artículo que se les ocurra, ha sido subsidiado. Ah, por cierto que las cuatro casas de tablas viejas que le quitaron a sus legítimos propietarios (las mansiones, recordemos, se las repartieron entre ellos y no les tocó a los “pobres” proletarios) y que nunca les pagaron, también se las han subsidiado a las varias familias que han pasado por ellas, en al menos una que recuerdo, tres familias diferentes, que al parecer se cansaron de los subsidios y decidieron moverse un poco más al norte del malecón, donde no hay muchos subsidios que digamos, pero sí muchos cubanos, que seguramente por masoquistas, prefieren estar del otro lado del estrecho.
Pues bien, volviendo al hilo principal. Yo no sé a ustedes, pero a mí me da cierta picazón eso de que me estén recordando que viví casi toda mi vida “subsidiado” por el maharajá; entonces, bruto al fin y al cabo, comienzo a preguntarme si es que acaso “quientusabes” se encontró alguna minita de diamantes, o si es que acaso se habrá sacado el premio gordo de la Megalotto, esa lotería que reparte cientos de millones todos los años, y entonces, va y con todo eso, modesto y humano como ha sido siempre (pregúntenle a la familia de los negritos que intentaron llevarse la lanchita de Regla) se ha dedicado a “repartir” su riqueza entre nosotros, los pobres pichones, vagos cubanos que nunca hemos querido trabajar.
De pronto me entero que el costo de producción de un jabón es algo así como cinco o seis pesos (sí, porque dentro de la historieta, según me han dicho, resulta que el precio de venta es solo para “compensar” el costo de producción), y que un tubo de pasta (ño, pa su madre, cada vez que recuerdo la pasta perla me dan ganas de vomitar) cuesta como ocho pesos.
Y entonces, desconocedor de estos temas, me pregunto qué parte de ese costo es el asignado a los gastos de salario, porque vaya, me imagino que todavía no estén tan adelantados que produzcan y distribuyan el jabón y la pasta con mano de obra robotizada al cien por ciento, miren que ni la Toyota, Ford, GMC y otras muchas, han logrado semejante avance tecnológico.
En fin, intento sacar la cuenta sobre qué por ciento de ese costo se le asigna a la mano de obra, pero cuando vemos que un obrero no gana mucho más de 20-25 CUC al mes, pues sencillamente la cuenta de bodeguero no me da.
Entonces vienen las preguntas de orden:
¿No será que hay algo podrido en todo esto y que se han invertido los factores en la ecuación?
¿No será que en realidad quien se subsidiaba a sí mismo, y de paso a todos los mandamases, ladrones y descarados de las altas esferas, eran los propios obreros a quienes ahora, además de continuar pagándosele un miserable salario, se les va a exprimir aun más para que no puedan ni siquiera respirar? Esto no estaría muy mal pensado si la meta es lo que muchos “incrédulos” siempre han expresado, mantener al pueblo tan inmerso en su propia miseria, que no tenga ni un minuto para estar pensando en cambiar nada de lo que se les ha impuesto por medio siglo.
Yo trabajo para una compañía que me paga un salario por la función que desempeño. Con el salario que devengo puedo adquirir todo lo necesario para mantener a la familia en un nivel de clase media, sin botar ni derrochar, pero con las mínimas comodidades a las que aspira cualquier trabajador que desee mantener un nivel decoroso de vida; y en todo el tiempo que llevo en este país, nunca he escuchado que me estén subsidiando ni los frijoles, ni la papa, ni la gasolina, ni el auto, ni la escuela de los muchachos, en fin, cero subsidios, y sin embargo les juro que para comprar un tubo de pasta, aunque sé que algunos incrédulos no me lo creerán, no tengo que dedicar el salario de medio día.
Por lo pronto ya sabemos lo caro que le va a costar a Liborio la eliminación de los supuestos subsidios que ha recibido, según los jerarcas; ahora sólo cabría preguntar, ¿se imaginan qué sucedería si el pueblo cubano se decidiera algún día a eliminarle los subsidios a la tiranía?
http://tomarlapalabra.wordpress.com/2011/01/10/eliminando-subsidios/#more-3041
Publicado enero 10, 2011
Parece que la moda llegó para quedarse, al menos, hasta que hayan acabado con todo, y no solo con los dichosos subsidios.
No soy economista, pero creo que conociendo un poco de matemáticas nada más y sacando cuentas de bodeguero, es suficiente para entender cuantos cuentos y mentiras nos tratan de embutir.
Resulta que por más de cinco décadas los cubanos hemos sido subsidiados por nuestro “estimado” y “querido” dictador (algunos se refieren a él como Cuba). Ya da risa, para no decir que llanto, cada vez que hay que escuchar lo orgullosamente que proclaman algunos, a los cuatro vientos, el gran mérito de Cuba (aquí también se puede intercambiar el nombre de la isla por el de “quientusabe”), que nos subsidió la cuota por la libreta por más de medio siglo.
Yo, por mi parte, les juro que conocí a Cuba antes de la libreta y no recuerdo que ni mi familia ni yo la pidiéramos nunca; es más, ni siquiera recuerdo que las familias pobres de mi barrio hubiesen pedido nunca la dichosa libreta, y por cierto, que bastante se quejaban cuando entonces no podían comprarse la librita de picadillo cada dos o tres días y tenían que esperar nueve días (si, porque en el interior de la Habana, eran cuatro míseras onzas de carne cada nueve días) para poder comer lo que les tocara.
En todos aquellos años nunca escuché la palabra subsidios, pero sí muchas promesas, por ejemplo, como aquella donde se nos anunciaba a bombo y platillo que a partir de los inmensos logros de la revolución en la zafra de los 10 millones, después del 70, la libreta quedaría eliminada para siempre de nuestro paraíso tropical, y la comida y los artículos normados, como muestra de la abundancia a la que nos llevaría nuestro iluminado guía, entonces correrían por las calles como un torrente después de un aguacero de Mayo.
Y pasaron los años, que se volvieron décadas, y aquellas, en medio siglo, y de pronto, entonces, nos iluminan con su inmensa y absoluta sapiencia, y nos anuncian de buenas a primeras que las papas y los chícharos estaban subsidiados, y ahora, resulta que el jabón y la pasta de dientes también, pero además, el papel higiénico (algunos le llaman el órgano oficial del pcc -palo, cable y cabilla) y cualquier artículo que se les ocurra, ha sido subsidiado. Ah, por cierto que las cuatro casas de tablas viejas que le quitaron a sus legítimos propietarios (las mansiones, recordemos, se las repartieron entre ellos y no les tocó a los “pobres” proletarios) y que nunca les pagaron, también se las han subsidiado a las varias familias que han pasado por ellas, en al menos una que recuerdo, tres familias diferentes, que al parecer se cansaron de los subsidios y decidieron moverse un poco más al norte del malecón, donde no hay muchos subsidios que digamos, pero sí muchos cubanos, que seguramente por masoquistas, prefieren estar del otro lado del estrecho.
Pues bien, volviendo al hilo principal. Yo no sé a ustedes, pero a mí me da cierta picazón eso de que me estén recordando que viví casi toda mi vida “subsidiado” por el maharajá; entonces, bruto al fin y al cabo, comienzo a preguntarme si es que acaso “quientusabes” se encontró alguna minita de diamantes, o si es que acaso se habrá sacado el premio gordo de la Megalotto, esa lotería que reparte cientos de millones todos los años, y entonces, va y con todo eso, modesto y humano como ha sido siempre (pregúntenle a la familia de los negritos que intentaron llevarse la lanchita de Regla) se ha dedicado a “repartir” su riqueza entre nosotros, los pobres pichones, vagos cubanos que nunca hemos querido trabajar.
De pronto me entero que el costo de producción de un jabón es algo así como cinco o seis pesos (sí, porque dentro de la historieta, según me han dicho, resulta que el precio de venta es solo para “compensar” el costo de producción), y que un tubo de pasta (ño, pa su madre, cada vez que recuerdo la pasta perla me dan ganas de vomitar) cuesta como ocho pesos.
Y entonces, desconocedor de estos temas, me pregunto qué parte de ese costo es el asignado a los gastos de salario, porque vaya, me imagino que todavía no estén tan adelantados que produzcan y distribuyan el jabón y la pasta con mano de obra robotizada al cien por ciento, miren que ni la Toyota, Ford, GMC y otras muchas, han logrado semejante avance tecnológico.
En fin, intento sacar la cuenta sobre qué por ciento de ese costo se le asigna a la mano de obra, pero cuando vemos que un obrero no gana mucho más de 20-25 CUC al mes, pues sencillamente la cuenta de bodeguero no me da.
Entonces vienen las preguntas de orden:
¿No será que hay algo podrido en todo esto y que se han invertido los factores en la ecuación?
¿No será que en realidad quien se subsidiaba a sí mismo, y de paso a todos los mandamases, ladrones y descarados de las altas esferas, eran los propios obreros a quienes ahora, además de continuar pagándosele un miserable salario, se les va a exprimir aun más para que no puedan ni siquiera respirar? Esto no estaría muy mal pensado si la meta es lo que muchos “incrédulos” siempre han expresado, mantener al pueblo tan inmerso en su propia miseria, que no tenga ni un minuto para estar pensando en cambiar nada de lo que se les ha impuesto por medio siglo.
Yo trabajo para una compañía que me paga un salario por la función que desempeño. Con el salario que devengo puedo adquirir todo lo necesario para mantener a la familia en un nivel de clase media, sin botar ni derrochar, pero con las mínimas comodidades a las que aspira cualquier trabajador que desee mantener un nivel decoroso de vida; y en todo el tiempo que llevo en este país, nunca he escuchado que me estén subsidiando ni los frijoles, ni la papa, ni la gasolina, ni el auto, ni la escuela de los muchachos, en fin, cero subsidios, y sin embargo les juro que para comprar un tubo de pasta, aunque sé que algunos incrédulos no me lo creerán, no tengo que dedicar el salario de medio día.
Por lo pronto ya sabemos lo caro que le va a costar a Liborio la eliminación de los supuestos subsidios que ha recibido, según los jerarcas; ahora sólo cabría preguntar, ¿se imaginan qué sucedería si el pueblo cubano se decidiera algún día a eliminarle los subsidios a la tiranía?
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