Y tu, que odias?
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Y tu, que odias?
antídoto
February 5, 2011 · 8 Comentarios
sí, soy anti-muchas-cosas. ser anti lo considero normal. no siempre podemos ser ecuánimes, pacientes, imparciales. de vez en cuando conviene definirse para evitar ser arrastrado por la indecisión y caer en ese fango tembloroso de querer estar en todas partes, ser todo, dar todo y apaciguar todas las pasiones. en ocasiones queda mucho más cómodo decir que no, coño, que eso no me gusta. otras cosas, por ejemplo, nos alejan hasta causar odio —ese sentimiento tan negativo que se debe evitar y callar. sin embargo, es saludable odiar y decirlo, además, para aligerar el enorme peso de lo que nos causa tanta contrariedad. si de entrada dices lo que odias, no dejas espacio para manipular emociones indecisas porque el odio sincero es el antídoto de la hipocresía.
por eso, con el tiempo, he llegado a la conclusión de que no resisto, o sea, odio, la textura de todo tipo de víscera comestible, los perfumes exageradamente dulces-florales, los platos de cartón, el cordón umbilical entre las lesbianas y sus perros, la música irlandesa, los Hombres G, el intelectual que dice serlo y se lo cree, las cenas románticas, las niñas fresas y las niñatas frambuesas, las castañuelas, los palitos chinos, el comunismo y sus derivados, los hombres con pelo en la espalda, los abusadores de ambos sexos, las mujeres con pelo en los pechos, las faltas de ortografía, las normas gramaticales, las ratas y los ratones, los elitismos de los hijos de papá, el o la “artista”, la gente que come con la boca abierta, el sobrepeso de lo colorido, la falta de color, los pedos anunciados, los dientes de oro, la manteca de puerco, las mujeres reprimidas, el Nescafé, Celine Dion, las alturas y sus vértigos, el olor de comida frita en una casa con alfombra, las locas finas que “felan y sodomizan”, los SUVs, las mujeres con tacones sin saber caminarlos, pagar exceso de $ por ver películas malas, la deshonestidad de “te voy a ser sincero”, la gente que no odia nada… ¿sigo? y así: odio el patriotismo, por su exceso de nacionalismo y el consecuente sentimiento de estirpe, linaje y superioridad que suele acompañarlo. también odio el vacío rasposo que deja en mi lengua la palabra patria, pero más que nada odio a quienes se han apropiado del cacho de patriotierra —que se llama Cuba y es de todos los que allí vimos nuestros primeros días, vivamos allí o no, visitémosla o no, estemos de acuerdo o no con su desgobierno— en nombre de un -ismo de importación, moribundo cadáver maloliente con su dogmatizado cerebro comunal asfixiado ya en la corrupción y la perdición de quienes lo importaron a sabiendas de que el injerto no nos era indígena, de que tarde o temprano, por mucho que intentaran forzar la semilla hueca en nuestra lesionada democracia republicana, nunca se produciría una unión natural, orgánica. y no daría buenos frutos, sólo híbridos. y por todas partes eso somos, híbridos regados a disgusto en sus condiciones varias: cubanoamericano, cubanocastrista, cubanodeallá, cubanoyotuve, cubanocomemierda, cubanobushista, cubanobalsero, cubanodeaquí, cubanocomunista, cubanochivato, cubanoeuropeo, cubanoptimista, cubanofidelista, cubanobatistiano, cubanoreaccionario, cubanobamista, cubanocabrón, cubanoraulista, cubanopesimista, cubanomarielito, cubanoindiferente…
por lo tanto, concluyo, no hay nada más anti-cubano en la historia de la patriotierra que se llama Cuba que la revolución cubana, porque nunca nos ha permitido a todos ser simplemente cubanos, sólo híbridos. y por eso, de manera muy saludable, la odio… porque rechazo el veneno de su injerto. saberlo y decirlo en el espejo en que me miro y me miran cada día, me aligera el paso. es mi antídoto.
Om Ulloa
Chicago
Ilustración: Lauzán.
http://www.penultimosdias.com/2011/02/05/antidoto/#comments
February 5, 2011 · 8 Comentarios
sí, soy anti-muchas-cosas. ser anti lo considero normal. no siempre podemos ser ecuánimes, pacientes, imparciales. de vez en cuando conviene definirse para evitar ser arrastrado por la indecisión y caer en ese fango tembloroso de querer estar en todas partes, ser todo, dar todo y apaciguar todas las pasiones. en ocasiones queda mucho más cómodo decir que no, coño, que eso no me gusta. otras cosas, por ejemplo, nos alejan hasta causar odio —ese sentimiento tan negativo que se debe evitar y callar. sin embargo, es saludable odiar y decirlo, además, para aligerar el enorme peso de lo que nos causa tanta contrariedad. si de entrada dices lo que odias, no dejas espacio para manipular emociones indecisas porque el odio sincero es el antídoto de la hipocresía.
por eso, con el tiempo, he llegado a la conclusión de que no resisto, o sea, odio, la textura de todo tipo de víscera comestible, los perfumes exageradamente dulces-florales, los platos de cartón, el cordón umbilical entre las lesbianas y sus perros, la música irlandesa, los Hombres G, el intelectual que dice serlo y se lo cree, las cenas románticas, las niñas fresas y las niñatas frambuesas, las castañuelas, los palitos chinos, el comunismo y sus derivados, los hombres con pelo en la espalda, los abusadores de ambos sexos, las mujeres con pelo en los pechos, las faltas de ortografía, las normas gramaticales, las ratas y los ratones, los elitismos de los hijos de papá, el o la “artista”, la gente que come con la boca abierta, el sobrepeso de lo colorido, la falta de color, los pedos anunciados, los dientes de oro, la manteca de puerco, las mujeres reprimidas, el Nescafé, Celine Dion, las alturas y sus vértigos, el olor de comida frita en una casa con alfombra, las locas finas que “felan y sodomizan”, los SUVs, las mujeres con tacones sin saber caminarlos, pagar exceso de $ por ver películas malas, la deshonestidad de “te voy a ser sincero”, la gente que no odia nada… ¿sigo? y así: odio el patriotismo, por su exceso de nacionalismo y el consecuente sentimiento de estirpe, linaje y superioridad que suele acompañarlo. también odio el vacío rasposo que deja en mi lengua la palabra patria, pero más que nada odio a quienes se han apropiado del cacho de patriotierra —que se llama Cuba y es de todos los que allí vimos nuestros primeros días, vivamos allí o no, visitémosla o no, estemos de acuerdo o no con su desgobierno— en nombre de un -ismo de importación, moribundo cadáver maloliente con su dogmatizado cerebro comunal asfixiado ya en la corrupción y la perdición de quienes lo importaron a sabiendas de que el injerto no nos era indígena, de que tarde o temprano, por mucho que intentaran forzar la semilla hueca en nuestra lesionada democracia republicana, nunca se produciría una unión natural, orgánica. y no daría buenos frutos, sólo híbridos. y por todas partes eso somos, híbridos regados a disgusto en sus condiciones varias: cubanoamericano, cubanocastrista, cubanodeallá, cubanoyotuve, cubanocomemierda, cubanobushista, cubanobalsero, cubanodeaquí, cubanocomunista, cubanochivato, cubanoeuropeo, cubanoptimista, cubanofidelista, cubanobatistiano, cubanoreaccionario, cubanobamista, cubanocabrón, cubanoraulista, cubanopesimista, cubanomarielito, cubanoindiferente…
por lo tanto, concluyo, no hay nada más anti-cubano en la historia de la patriotierra que se llama Cuba que la revolución cubana, porque nunca nos ha permitido a todos ser simplemente cubanos, sólo híbridos. y por eso, de manera muy saludable, la odio… porque rechazo el veneno de su injerto. saberlo y decirlo en el espejo en que me miro y me miran cada día, me aligera el paso. es mi antídoto.
Om Ulloa
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Ilustración: Lauzán.
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