Libia y Obama
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Libia y Obama
miércoles 16 de marzo de 2011
Libia y Obama
Con la misma terquedad con que las noticias del terremoto de Japón han ido expulsando las noticias sobre Libia de las primeras planas de los periódicos en los últimos días las tropas de Kaddafi han ido avanzando sobre Bengasi, ahora mismo el último reducto de la resistencia al tirano más antiguo de África. Las muertes en Libia, una vez que Kaddafi retome el control del país prometen ser tan copiosas como las víctimas del terremoto de Japón aunque bastante menos publicitadas. Pero sobre el escarnio del olvido caerá la convicción de que la tragedia libia, a diferencia del drama japonés pudo haberse evitado.
Como siempre que se comparan masacres con desastres naturales las primeras –aunque provoquen menos daño en pérdidas humanas- siempre resultan más dolorosas porque junto a su pertenencia al reino de lo evitable, de lo que nunca debió ocurrir, aparece el viejo pero siempre incómodo asunto de la culpa. Incómodo no para el principal responsable que es el propio tirano a quien le excusa que entre los requisitos que exige su cargo están asesinar a todo el que se interponga entre él y el poder y prescindir de todo remordimiento posterior por sus crímenes. Incómodo será para todo Occidente que ha visto durante semanas el desarrollo de la masacre sin levantar un dedo. Todavía una semana atrás la implantación de una zona de exclusión aérea habría sido decisiva para cambiar el curso de los acontecimientos. Habría bastado para canalizar la lealtad indecisa del ejército libio hacia los rebeldes evitándose de paso las inconveniencias de una intervención directa. Ahora sólo una indeseada intervencion militar podria evitar la catástrofe que se avecina sobre el pueblo libio.
Obama resume en el caso libio su mayor defecto como presidente: obrar con alguna resolución ante los diferentes retos que se le han ido presentando. A diferencia de Kennedy, que durante la crisis de los Misiles demostró haber aprendido algo del desastre de bahía de Cochinos, Obama ha desaprovechado una magnífica oportunidad de demostrarle a los oprimidos del Medio Oriente que sus vidas y sus derechos pueden ser puestos por delante de los intereses petroleros aunque sólo sea por un rato. Frente a la tragedia libia Obama -junto a buena parte de Europa- ha parecido menos sensible a los reclamos de apoyo de los rebeldes que a las amenazas de Kaddafi de que su caída inundaría de negros las costas europeas. Esforzado en desmarcarse de la compulsión de Bush Jr. por tomar decisiones idiotas sin darse respiro Obama no ha encontrado mejor opción que la de no hacer nada. Si al inicio de su presidencia decía ser admirador de Lincoln a estas alturas no pasa de triste imitador de Jimmy Carter. El enorme caudal de simpatía que le reportó ser el primer presidente afroamericano de la historia de los Estados Unidos lo ha ido dilapidando cada vez que, enfrentado a disyuntivas complicadas, no ha respondido mejor que los más irresolutos presidentes blancos.
Postdata cubana: Pese al muy aplaudible mensaje de apoyo a los opositores cubanos el mes pasado mucho me temo que la indecisión de Obama ante el caso libio será más influyente a mediano plazo en la situación cubana. Cuba no es Egipto pero si se tiene en cuenta la falta de escrúpulos de sus gobernantes, Libia se le acerca mucho más como modelo. Ahora podemos hacernos una idea mucho más clara de que en caso de protestas populares los Castros reaccionarán con la misma ferocidad que Kaddafi y que, llegado a ese punto, un presidente como Obama no pasará de lamentar que aquellos no respeten “las legítimas reivindicaciones de su pueblo”. Los que una y otra vez se preguntan por el poco interés del pueblo cubano en participar en protestas masivas pueden encontrar aquí su respuesta: ningún pueblo se lanza en masa a la calle cuando la única opción real es la masacre y el único dedo que moverá el mundo al contemplarla será el pulgar apuntando hacia abajo.
Publicado por Enrisco
http://enrisco.blogspot.com/
Libia y Obama
Con la misma terquedad con que las noticias del terremoto de Japón han ido expulsando las noticias sobre Libia de las primeras planas de los periódicos en los últimos días las tropas de Kaddafi han ido avanzando sobre Bengasi, ahora mismo el último reducto de la resistencia al tirano más antiguo de África. Las muertes en Libia, una vez que Kaddafi retome el control del país prometen ser tan copiosas como las víctimas del terremoto de Japón aunque bastante menos publicitadas. Pero sobre el escarnio del olvido caerá la convicción de que la tragedia libia, a diferencia del drama japonés pudo haberse evitado.
Como siempre que se comparan masacres con desastres naturales las primeras –aunque provoquen menos daño en pérdidas humanas- siempre resultan más dolorosas porque junto a su pertenencia al reino de lo evitable, de lo que nunca debió ocurrir, aparece el viejo pero siempre incómodo asunto de la culpa. Incómodo no para el principal responsable que es el propio tirano a quien le excusa que entre los requisitos que exige su cargo están asesinar a todo el que se interponga entre él y el poder y prescindir de todo remordimiento posterior por sus crímenes. Incómodo será para todo Occidente que ha visto durante semanas el desarrollo de la masacre sin levantar un dedo. Todavía una semana atrás la implantación de una zona de exclusión aérea habría sido decisiva para cambiar el curso de los acontecimientos. Habría bastado para canalizar la lealtad indecisa del ejército libio hacia los rebeldes evitándose de paso las inconveniencias de una intervención directa. Ahora sólo una indeseada intervencion militar podria evitar la catástrofe que se avecina sobre el pueblo libio.
Obama resume en el caso libio su mayor defecto como presidente: obrar con alguna resolución ante los diferentes retos que se le han ido presentando. A diferencia de Kennedy, que durante la crisis de los Misiles demostró haber aprendido algo del desastre de bahía de Cochinos, Obama ha desaprovechado una magnífica oportunidad de demostrarle a los oprimidos del Medio Oriente que sus vidas y sus derechos pueden ser puestos por delante de los intereses petroleros aunque sólo sea por un rato. Frente a la tragedia libia Obama -junto a buena parte de Europa- ha parecido menos sensible a los reclamos de apoyo de los rebeldes que a las amenazas de Kaddafi de que su caída inundaría de negros las costas europeas. Esforzado en desmarcarse de la compulsión de Bush Jr. por tomar decisiones idiotas sin darse respiro Obama no ha encontrado mejor opción que la de no hacer nada. Si al inicio de su presidencia decía ser admirador de Lincoln a estas alturas no pasa de triste imitador de Jimmy Carter. El enorme caudal de simpatía que le reportó ser el primer presidente afroamericano de la historia de los Estados Unidos lo ha ido dilapidando cada vez que, enfrentado a disyuntivas complicadas, no ha respondido mejor que los más irresolutos presidentes blancos.
Postdata cubana: Pese al muy aplaudible mensaje de apoyo a los opositores cubanos el mes pasado mucho me temo que la indecisión de Obama ante el caso libio será más influyente a mediano plazo en la situación cubana. Cuba no es Egipto pero si se tiene en cuenta la falta de escrúpulos de sus gobernantes, Libia se le acerca mucho más como modelo. Ahora podemos hacernos una idea mucho más clara de que en caso de protestas populares los Castros reaccionarán con la misma ferocidad que Kaddafi y que, llegado a ese punto, un presidente como Obama no pasará de lamentar que aquellos no respeten “las legítimas reivindicaciones de su pueblo”. Los que una y otra vez se preguntan por el poco interés del pueblo cubano en participar en protestas masivas pueden encontrar aquí su respuesta: ningún pueblo se lanza en masa a la calle cuando la única opción real es la masacre y el único dedo que moverá el mundo al contemplarla será el pulgar apuntando hacia abajo.
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