Gerentes del papel
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Gerentes del papel
Gerentes del papel
Un nuevo tipo de discriminación asoma en la Cuba del siglo XXI. El gradual reconocimiento de la comunidad LGTB y la aceptación de la discriminación racial existente en la Isla en espacios oficiales como la Mesa Redonda suponían avances trascendentales en la inclusión de sectores hasta el momento poco representados. Sin embargo, la burocracia, cáncer en estado avanzado de nuestra sociedad, reina jubilosa sobre el Quinto Poder: el derecho al papel.
Su nombre es Raúl Moraga Gómez. Otro anónimo paciente de cáncer en la garganta para los archivos clínicos de su hospital. Un “casito” más para los trabajadores sociales. El prescindible trabajador de la cooperativa (luego de que enfermara) para el director de Nueva Aurora. Uno menos en la lista, para los encargados de repartir los materiales para la construcción de viviendas como parte de los acuerdos con los cooperativistas. “El muchacho de la batidora”, según los representantes del ¿poder popular? Y el “hijito” que se le va a morir si la casa se sigue mojando, para su anciana madre Juana Moraga Gómez.
Después de 5 años dedicados a la producción agrícola para garantizar la subsistencia de cientos de personas en nuestro importador país, Raúl Moragas se enfermó y ya no pudo volver al campo. No fue jubilado por su centro laboral y su nombre desapareció sin dejar rastro de los archivos de construcción de viviendas. Abandonado a su suerte, Seguridad Social dictaminó que con 147 pesos podría vivir. La casa prometida y tantas veces soñada se esfumó, dejando en su lugar un manojo de tablas y goteras donde sobrevivir.
Raúl apenas puede tragar algunos alimentos. Su madre, enferma también, machaca una y otra vez la comida mientras confiesa que ni siquiera tienen una batidora. Sumando el salario de ambos y sin comprar nada más, aún deberían esperar tres meses para poderla adquirir según los precios actuales. “En el Poder Popular me prometieron que me venderían una más barata”, cuenta mientras aprieta las manos para lidiar con el nerviosismo o la ira. “Pero de eso hace ya dos años”.
Cada Consejo de la Administración Municipal cuenta con un fondo para “casos críticos”. Aunque la definición de “casos críticos” padece de ambigüedad crónica, supuse que Raúl reunía todos los requisitos necesarios para ser considerado como tal. Hacía ya dos meses una niña huérfana había recibido todos los materiales que necesitaba para ir a la escuela, incluyendo ropa, zapatos y una mochila nueva. Otra niña, con retraso mental, había sido atendida con igual esmero. Si Raúl era incluido en la lista podría incluso tener su batidora.
Pero no corrió con la misma suerte. Para ser añadido a la lista de casos críticos debía presentar la propiedad de su casa y la Unidad Municipal de Vivienda no iba a declarar “habitable” un espacio donde solo quedaba un manojo de tablas. Su mísera pensión apenas alcanzaba para comprar un saco de cemento al mes, por tanto, las goteras continuarían siendo parte de su vida cotidiana. Sin posibilidades reales de tener algún el papel que lo acreditaba como propietario de aquel bulto de tablas, Raúl no podía ser considerado un “caso crítico”. Había sido abandonado a su suerte por los representantes del ente abstracto llamado “pueblo”.
Solos, Raúl y Juana rezan cada noche porque la lluvia se aleje y la neblina sea menos dura. Las manos de la anciana continúan triturando los alimentos hasta que la garganta de su hijo se niegue a seguir luchando. Desde la televisión de una casa cercana escuchan al presidente de su país anunciando la eliminación de subsidios innecesarios. “Dejaremos de subsidiar productos para subsidiar personas”, anuncia Raúl Castro. Un rayo de esperanza alumbra sus ojos… Juana espera que su hijo aguante con vida la conversión en realidad de estas palabras.
A más de un kilómetro de distancia el fantasma de un papel me despierta en la madrugada. Un papel gigante que ríe, se burla señalando el televisor, danza por encima de las mesas de funcionario apócrifos y reta en duelo a muerte a Raúl y Juana Moragas, al presidente y a mí; absolutamente seguro de su próxima victoria.
http://espaciodeelaine.wordpress.com/2011/03/17/gerentes-del-papel/
Un nuevo tipo de discriminación asoma en la Cuba del siglo XXI. El gradual reconocimiento de la comunidad LGTB y la aceptación de la discriminación racial existente en la Isla en espacios oficiales como la Mesa Redonda suponían avances trascendentales en la inclusión de sectores hasta el momento poco representados. Sin embargo, la burocracia, cáncer en estado avanzado de nuestra sociedad, reina jubilosa sobre el Quinto Poder: el derecho al papel.
Su nombre es Raúl Moraga Gómez. Otro anónimo paciente de cáncer en la garganta para los archivos clínicos de su hospital. Un “casito” más para los trabajadores sociales. El prescindible trabajador de la cooperativa (luego de que enfermara) para el director de Nueva Aurora. Uno menos en la lista, para los encargados de repartir los materiales para la construcción de viviendas como parte de los acuerdos con los cooperativistas. “El muchacho de la batidora”, según los representantes del ¿poder popular? Y el “hijito” que se le va a morir si la casa se sigue mojando, para su anciana madre Juana Moraga Gómez.
Después de 5 años dedicados a la producción agrícola para garantizar la subsistencia de cientos de personas en nuestro importador país, Raúl Moragas se enfermó y ya no pudo volver al campo. No fue jubilado por su centro laboral y su nombre desapareció sin dejar rastro de los archivos de construcción de viviendas. Abandonado a su suerte, Seguridad Social dictaminó que con 147 pesos podría vivir. La casa prometida y tantas veces soñada se esfumó, dejando en su lugar un manojo de tablas y goteras donde sobrevivir.
Raúl apenas puede tragar algunos alimentos. Su madre, enferma también, machaca una y otra vez la comida mientras confiesa que ni siquiera tienen una batidora. Sumando el salario de ambos y sin comprar nada más, aún deberían esperar tres meses para poderla adquirir según los precios actuales. “En el Poder Popular me prometieron que me venderían una más barata”, cuenta mientras aprieta las manos para lidiar con el nerviosismo o la ira. “Pero de eso hace ya dos años”.
Cada Consejo de la Administración Municipal cuenta con un fondo para “casos críticos”. Aunque la definición de “casos críticos” padece de ambigüedad crónica, supuse que Raúl reunía todos los requisitos necesarios para ser considerado como tal. Hacía ya dos meses una niña huérfana había recibido todos los materiales que necesitaba para ir a la escuela, incluyendo ropa, zapatos y una mochila nueva. Otra niña, con retraso mental, había sido atendida con igual esmero. Si Raúl era incluido en la lista podría incluso tener su batidora.
Pero no corrió con la misma suerte. Para ser añadido a la lista de casos críticos debía presentar la propiedad de su casa y la Unidad Municipal de Vivienda no iba a declarar “habitable” un espacio donde solo quedaba un manojo de tablas. Su mísera pensión apenas alcanzaba para comprar un saco de cemento al mes, por tanto, las goteras continuarían siendo parte de su vida cotidiana. Sin posibilidades reales de tener algún el papel que lo acreditaba como propietario de aquel bulto de tablas, Raúl no podía ser considerado un “caso crítico”. Había sido abandonado a su suerte por los representantes del ente abstracto llamado “pueblo”.
Solos, Raúl y Juana rezan cada noche porque la lluvia se aleje y la neblina sea menos dura. Las manos de la anciana continúan triturando los alimentos hasta que la garganta de su hijo se niegue a seguir luchando. Desde la televisión de una casa cercana escuchan al presidente de su país anunciando la eliminación de subsidios innecesarios. “Dejaremos de subsidiar productos para subsidiar personas”, anuncia Raúl Castro. Un rayo de esperanza alumbra sus ojos… Juana espera que su hijo aguante con vida la conversión en realidad de estas palabras.
A más de un kilómetro de distancia el fantasma de un papel me despierta en la madrugada. Un papel gigante que ríe, se burla señalando el televisor, danza por encima de las mesas de funcionario apócrifos y reta en duelo a muerte a Raúl y Juana Moragas, al presidente y a mí; absolutamente seguro de su próxima victoria.
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Re: Gerentes del papel
Y Elaine la autora, que yo sepa hasta ahora es oficialista...
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