Andres Oppenheimer comenta sobre lo dicho por el premio Novel Oscar Arias..
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Andres Oppenheimer comenta sobre lo dicho por el premio Novel Oscar Arias..
La mejor respuesta a los populistas
http://www.elnuevoherald.com/172/story/441454.html
Amedida que van saliendo a la luz los detalles de lo que ocurrió en las sesiones a puertas cerradas de la reciente Cumbre de las Américas en Trinidad, resulta evidente que la mejor intervención del encuentro fue la del presidente de Costa Rica y ganador del premio Nobel, Oscar Arias.
A diferencia de los presidentes de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, Arias no dio una conferencia de prensa durante la cumbre del 17 y 18 de abril, ni envió a sus funcionarios a avisar a los periodistas internacionales cada vez que entraba o salía de la sala de reuniones.
Pero la respuesta de Arias al presidente populista de Ecuador, Rafael Correa --que circuló por internet en los últimos días y cuya veracidad me fue confirmada por Arias en una entrevista telefónica-- debería ser de lectura obligatoria para todos aquellos que siguen de cerca la política latinoamericana.
El discurso de Arias tuvo lugar durante la sesión cerrada de la cumbre del 18 de abril. Era la primera cumbre en que los presidentes latinoamericanos y caribeños se reunían en conjunto con el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Acababa de hablar el presidente ecuatoriano, quien --al igual que lo habían hecho los presidentes de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Argentina, con diferentes grados de intensidad-- culpó a Estados Unidos del atraso latinoamericano durante los últimos doscientos años.
En su discurso improvisado, cuya versión escrita lleva el titulo Algo hicimos mal, Arias comenzó diciendo: ``Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de Estados Unidos de América, ... es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo''.
Continuó: ``No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1,750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres''.
''Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda. La Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad'', siguió diciendo Arias.
''Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos'', agregó.
''¿Qué hicimos mal?'', pregunto Arias acto seguido. Entre otras cosas, señaló que en América Latina el promedio de escolarización es de apenas siete años, que la región tiene uno de los índices de recaudación impositiva más bajos del mundo, y que gasta la absurda cifra de $50,000 millones al año en armas y otros gastos militares
''Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es de 12 por ciento del producto interno bruto, y eso no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobramos dinero a la gente más rica de nuestros países'', siguió diciendo Arias.
''¿Quién es el enemigo nuestro?'', preguntó a sus colegas el presidente costarricense. ``El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura''.
Reconociendo que el siglo XXI sea probablemente el siglo asiático --y no latinoamericano-- y que China ha sacado de la pobreza a 500 millones de personas desde que abrió su economía hace tres décadas, Arias concluyó: 'Mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los `ismos' [¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...], los asiáticos encontraron un 'ismo' muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo''.
Mi opinión: Arias está en lo cierto. Durante los últimos doscientos años, Estados Unidos ha hecho muchas cosas, buenas y malas, en Latinoamérica. Pero culpar de las falencias latinoamericanas a Estados Unidos --como lo hicieron los presidentes de Venezuela y sus seguidores-- es intelectualmente infantil, y políticamente peligroso.
Los líderes populistas están utilizando la retórica antinorteamericana para justificar sus ambiciones de eternizarse en el poder. No es casual que todos sigan el mismo guión: culpar a Washington, exigir una ''refundación'' de sus países, y luego reescribir la Constitución para lograr la supremacía absoluta y permanecer indefinidamente en el poder en nombre de la defensa de la soberanía nacional. Es hora de ponerlos en evidencia, y Arias lo hizo con magnífica elocuencia.
http://www.elnuevoherald.com/172/story/441454.html
Amedida que van saliendo a la luz los detalles de lo que ocurrió en las sesiones a puertas cerradas de la reciente Cumbre de las Américas en Trinidad, resulta evidente que la mejor intervención del encuentro fue la del presidente de Costa Rica y ganador del premio Nobel, Oscar Arias.
A diferencia de los presidentes de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, Arias no dio una conferencia de prensa durante la cumbre del 17 y 18 de abril, ni envió a sus funcionarios a avisar a los periodistas internacionales cada vez que entraba o salía de la sala de reuniones.
Pero la respuesta de Arias al presidente populista de Ecuador, Rafael Correa --que circuló por internet en los últimos días y cuya veracidad me fue confirmada por Arias en una entrevista telefónica-- debería ser de lectura obligatoria para todos aquellos que siguen de cerca la política latinoamericana.
El discurso de Arias tuvo lugar durante la sesión cerrada de la cumbre del 18 de abril. Era la primera cumbre en que los presidentes latinoamericanos y caribeños se reunían en conjunto con el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Acababa de hablar el presidente ecuatoriano, quien --al igual que lo habían hecho los presidentes de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Argentina, con diferentes grados de intensidad-- culpó a Estados Unidos del atraso latinoamericano durante los últimos doscientos años.
En su discurso improvisado, cuya versión escrita lleva el titulo Algo hicimos mal, Arias comenzó diciendo: ``Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de Estados Unidos de América, ... es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo''.
Continuó: ``No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1,750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres''.
''Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda. La Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad'', siguió diciendo Arias.
''Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos'', agregó.
''¿Qué hicimos mal?'', pregunto Arias acto seguido. Entre otras cosas, señaló que en América Latina el promedio de escolarización es de apenas siete años, que la región tiene uno de los índices de recaudación impositiva más bajos del mundo, y que gasta la absurda cifra de $50,000 millones al año en armas y otros gastos militares
''Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es de 12 por ciento del producto interno bruto, y eso no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobramos dinero a la gente más rica de nuestros países'', siguió diciendo Arias.
''¿Quién es el enemigo nuestro?'', preguntó a sus colegas el presidente costarricense. ``El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura''.
Reconociendo que el siglo XXI sea probablemente el siglo asiático --y no latinoamericano-- y que China ha sacado de la pobreza a 500 millones de personas desde que abrió su economía hace tres décadas, Arias concluyó: 'Mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los `ismos' [¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...], los asiáticos encontraron un 'ismo' muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo''.
Mi opinión: Arias está en lo cierto. Durante los últimos doscientos años, Estados Unidos ha hecho muchas cosas, buenas y malas, en Latinoamérica. Pero culpar de las falencias latinoamericanas a Estados Unidos --como lo hicieron los presidentes de Venezuela y sus seguidores-- es intelectualmente infantil, y políticamente peligroso.
Los líderes populistas están utilizando la retórica antinorteamericana para justificar sus ambiciones de eternizarse en el poder. No es casual que todos sigan el mismo guión: culpar a Washington, exigir una ''refundación'' de sus países, y luego reescribir la Constitución para lograr la supremacía absoluta y permanecer indefinidamente en el poder en nombre de la defensa de la soberanía nacional. Es hora de ponerlos en evidencia, y Arias lo hizo con magnífica elocuencia.
Azali- Admin
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Re: Andres Oppenheimer comenta sobre lo dicho por el premio Novel Oscar Arias..
Palabras del presidente Óscar Arias
en la Cumbre de las Américas
Trinidad y Tobago
18 de abril del 2009
Premio Nobel Oscar Arias
Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre,es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres. Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad. También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.
¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.
Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.
En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.
En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados. Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.
Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos,
que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo…), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo . Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” .
Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “ la verdad es que enriquecerse es glorioso ”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.
La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.
Muchas gracias.
en la Cumbre de las Américas
Trinidad y Tobago
18 de abril del 2009
Premio Nobel Oscar Arias
Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre,es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres. Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad. También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.
¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.
Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.
En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.
En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados. Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.
Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos,
que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo…), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo . Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” .
Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “ la verdad es que enriquecerse es glorioso ”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.
La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.
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