La Cuba rica y la Cuba pobre
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La Cuba rica y la Cuba pobre
La Cuba rica y la Cuba pobre (I)
Maní, maní, pregona un vendedor de la fruta seca en una esquina de la siempre congestionada avenida Obispo. El paseo es un frenesí de turistas que van y vienen, pero también convergen el cubano común y corriente y los pocos que presumen o tienen una mejor condición económica.
Lo único que comparten estas personas es este paseo con fino empedrado, porque fuera de eso, los distancia un mundo de diferencias marcado por el dinero. Mientras en una parte de la isla hay suntuosos hoteles, playas exclusivas y restaurantes ostentosos en los que los visitantes gastan cascadas de dinero, la otra cara de la moneda demuestra una escasez.
Una muestra de las diferencias: una langosta a la plancha en estos opulentos restaurantes puede costar hasta 40 dólares, el doble del salario promedio del cubano.
Si este plato se sirve en uno de los “paladares” o restaurante de comida típica el costo puede bajar a 20 dólares, un valor siempre fuera del alcance de la mayoría de la población.
Los hoteles cinco estrellas abundan en la isla, principalmente en sitios reconocidos mundialmente como la playa de Varadero.
“Casi llego a los 40 años y nunca he ido a Varadero, porque con mi sueldo no puedo pagar ni un mediodía en un hotel de ahí”, dice José, un empleado de una compañía estatal que se dedica a la restauración de edificios históricos cuyo salario es de 18 dólares al mes.
Algunos hoteles cobran por un día de estadía en su habitación lo que un cubano percibe en un año. Los costos van desde 80 dólares hasta los 300 o más, cuando se trata de los sitios de mayor derroche.
Aunque, al menos en teoría, el gobierno socialista de Cuba se fundamenta en igualar las condiciones de vida de sus ciudadanos, la realidad evidencia una exclusión.
Altos funcionarios de gobierno (un puñado incluyendo a Fidel Castro y a su hermano Raúl Castro) viven en lujosas residencias sin penas, no conocen el hambre. La revista Forbes estima que la fortuna de Fidel es de 1,400 millones de dólares, y la de su hermano Raúl ronda los 400 millones.
“Si usted es de los funcionarios con buenos puestos ni siquiera tiene que salir a comprar comida, se la van a dejar a su casa”, expresa Daniel, un taxista. “Esos tratan de que la gente no mire cuando entran a la casa a dejarles la comida para que no se moleste la gente”, asegura.
En las calles de La Habana, el denominador común son vehículos que datan de hace más de medio siglo (se estima que hay 50 mil en toda la isla), pero también se pasean por la ciudad automóviles costosos que el gobierno renta a los visitantes. Un carro “americano” como nombran a los añejos Dodge o Ford, por ejemplo, están valorados en unos 15 mil dólares.
Existe una diferencia sideral entre el costo de estos carros y otros tipo de coches. Para el caso, un vehículo versión Sedan año 2000 puede estar cifrado en 40 mil dólares y que en Honduras su valor no excedería los 8 mil dólares.
Este tema, quizá banal para algunos porque se trata de algo material, sirve para acentuar más la brecha entre la limitada élite pudiente y los que viven día a día.
“Ni en cinco vidas podría comprar un carro, eso sólo es para lo que nunca tienen problemas, que son muy pocos y los turistas, además de que el gobierno te pone muchas trabas para comprar uno”, dice Carlos, propietario de un hospedaje.
Hay un exceso de casas en La Habana, algunas verdaderos vejestorios, con madera carcomida y fachadas semidestruidas, que antaño mostraban gloria en estilos arquitectónicos, barrocos y neocoloniales y que pertenecieron a familias ricas.
En estos deteriorados inmuebles habitan miles, cientos de miles de cubanos con un estilo de vida abismalmente diferente a la de sus pares que gozan de la bonanza y de mansiones que les permite ostentar altos cargos y la fidelidad al sistema socialista.
Por Alex Flores
Maní, maní, pregona un vendedor de la fruta seca en una esquina de la siempre congestionada avenida Obispo. El paseo es un frenesí de turistas que van y vienen, pero también convergen el cubano común y corriente y los pocos que presumen o tienen una mejor condición económica.
Lo único que comparten estas personas es este paseo con fino empedrado, porque fuera de eso, los distancia un mundo de diferencias marcado por el dinero. Mientras en una parte de la isla hay suntuosos hoteles, playas exclusivas y restaurantes ostentosos en los que los visitantes gastan cascadas de dinero, la otra cara de la moneda demuestra una escasez.
Una muestra de las diferencias: una langosta a la plancha en estos opulentos restaurantes puede costar hasta 40 dólares, el doble del salario promedio del cubano.
Si este plato se sirve en uno de los “paladares” o restaurante de comida típica el costo puede bajar a 20 dólares, un valor siempre fuera del alcance de la mayoría de la población.
Los hoteles cinco estrellas abundan en la isla, principalmente en sitios reconocidos mundialmente como la playa de Varadero.
“Casi llego a los 40 años y nunca he ido a Varadero, porque con mi sueldo no puedo pagar ni un mediodía en un hotel de ahí”, dice José, un empleado de una compañía estatal que se dedica a la restauración de edificios históricos cuyo salario es de 18 dólares al mes.
Algunos hoteles cobran por un día de estadía en su habitación lo que un cubano percibe en un año. Los costos van desde 80 dólares hasta los 300 o más, cuando se trata de los sitios de mayor derroche.
Aunque, al menos en teoría, el gobierno socialista de Cuba se fundamenta en igualar las condiciones de vida de sus ciudadanos, la realidad evidencia una exclusión.
Altos funcionarios de gobierno (un puñado incluyendo a Fidel Castro y a su hermano Raúl Castro) viven en lujosas residencias sin penas, no conocen el hambre. La revista Forbes estima que la fortuna de Fidel es de 1,400 millones de dólares, y la de su hermano Raúl ronda los 400 millones.
“Si usted es de los funcionarios con buenos puestos ni siquiera tiene que salir a comprar comida, se la van a dejar a su casa”, expresa Daniel, un taxista. “Esos tratan de que la gente no mire cuando entran a la casa a dejarles la comida para que no se moleste la gente”, asegura.
En las calles de La Habana, el denominador común son vehículos que datan de hace más de medio siglo (se estima que hay 50 mil en toda la isla), pero también se pasean por la ciudad automóviles costosos que el gobierno renta a los visitantes. Un carro “americano” como nombran a los añejos Dodge o Ford, por ejemplo, están valorados en unos 15 mil dólares.
Existe una diferencia sideral entre el costo de estos carros y otros tipo de coches. Para el caso, un vehículo versión Sedan año 2000 puede estar cifrado en 40 mil dólares y que en Honduras su valor no excedería los 8 mil dólares.
Este tema, quizá banal para algunos porque se trata de algo material, sirve para acentuar más la brecha entre la limitada élite pudiente y los que viven día a día.
“Ni en cinco vidas podría comprar un carro, eso sólo es para lo que nunca tienen problemas, que son muy pocos y los turistas, además de que el gobierno te pone muchas trabas para comprar uno”, dice Carlos, propietario de un hospedaje.
Hay un exceso de casas en La Habana, algunas verdaderos vejestorios, con madera carcomida y fachadas semidestruidas, que antaño mostraban gloria en estilos arquitectónicos, barrocos y neocoloniales y que pertenecieron a familias ricas.
En estos deteriorados inmuebles habitan miles, cientos de miles de cubanos con un estilo de vida abismalmente diferente a la de sus pares que gozan de la bonanza y de mansiones que les permite ostentar altos cargos y la fidelidad al sistema socialista.
Por El Heraldo de Honduras, marzo de 2011
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Re: La Cuba rica y la Cuba pobre
La Cuba rica y la Cuba pobre (II)
Por Alex Flores
Ropa y tenis desgastados. Juan viste así y más parece un mendigo que un marino con 30 años de experiencia.
“No tiene algo con lo que me pueda ayudar”, pide mientras, sentado en una banca, estira su pierna derecha lesionada en una faena en alta mar.
“Algo es algo”, dice al entregarle un peso convertible cubano, un pasaje para conocer la historia de este cubano de tez trigueña y semblante desencajado.
¿De qué trabaja usted?
-Yo soy marino, pero no estoy trabajando.
¿Desde cuándo no trabaja?
-Desde hace unos 6 meses porque me lesioné, me fracturé en una caída.
¿Y qué tal le ha ido en este tiempo sin trabajar?
-El problema es que el dinero no alcanza, la pensión solo dura unas dos semanas y luego no tengo cómo hacer para comer.
¿Y cuánto recibe de pensión?
-Solo 10 pesos convertibles (unos 8 dólares), pero no alcanza para nada, si uno se quiere comprar un buen par de zapatos, valen 600 pesos cubanos (30 dólares).
Imaginaba que un marino ganaba bien…
-En otros países un marino sí puede ser bien pagado, pero acá no, a pesar de que uno tiene un buen nivel y es alguien preparado. La marina es del gobierno, aquí todo es del gobierno. Yo tengo 50 años, he trabajado más de 30 como marino, y en 50 años yo no he visto cambios importantes.
De su vida privada no habla mucho, le pregunto sobre sus hijos y como no quiere ahondar responde con un simple “sí tengo”.
¿Cree que vuelva a trabajar pronto?
-Pues estoy esperando que me llamen, pero no puede ser ahora porque me tienen que operar de la rodilla y eso lleva bastante tiempo para la recuperación.
Por la operación no hay problema...
-En cuestiones de salud no tenemos problemas, a uno lo atienden bien porque en eso estamos bien desarrollados.
¿Pero en otras cosas, como los alimentos, cómo andan?
-Pues los cambios se ven en la mesa y yo no he visto cambios en mis 50 años, no hay comida en la mesa, me parece que la revolución en eso ha fracasado. En ese tipo de cosas se ve el progreso de un país, lo que no hemos visto en Cuba. Realmente se necesitan más cambios para poder decir que tenemos mejores oportunidades de vida aquí.
¿Hay menos comida en la mesa?
-El Estado antes nos daba una cantidad de comida, pero ahora nos da menos, por ejemplo, mira, el azúcar, tenemos grandes problemas con el azúcar, porque no hay.
¿Qué les queda entonces?
-Esperar, no se cuánto tiempo, pero hay que esperar que las cosas mejoren aunque no parezca que pueden mejorar.
¿Puede un cubano trabajar para la empresa de un extranjero?
-Sí puede, pero económicamente no resulta tan bien, porque el Estado le quita a uno el 70 por ciento de su salario; o sea que uno termina trabajando para el Estado y lo que le queda a uno es muy poco. O sea que si ganó mil dólares le tiene que dar 700 dólares al Estado, porque de lo contrario no puede tener permiso para trabajar.
Por Alex Flores
Ropa y tenis desgastados. Juan viste así y más parece un mendigo que un marino con 30 años de experiencia.
“No tiene algo con lo que me pueda ayudar”, pide mientras, sentado en una banca, estira su pierna derecha lesionada en una faena en alta mar.
“Algo es algo”, dice al entregarle un peso convertible cubano, un pasaje para conocer la historia de este cubano de tez trigueña y semblante desencajado.
¿De qué trabaja usted?
-Yo soy marino, pero no estoy trabajando.
¿Desde cuándo no trabaja?
-Desde hace unos 6 meses porque me lesioné, me fracturé en una caída.
¿Y qué tal le ha ido en este tiempo sin trabajar?
-El problema es que el dinero no alcanza, la pensión solo dura unas dos semanas y luego no tengo cómo hacer para comer.
¿Y cuánto recibe de pensión?
-Solo 10 pesos convertibles (unos 8 dólares), pero no alcanza para nada, si uno se quiere comprar un buen par de zapatos, valen 600 pesos cubanos (30 dólares).
Imaginaba que un marino ganaba bien…
-En otros países un marino sí puede ser bien pagado, pero acá no, a pesar de que uno tiene un buen nivel y es alguien preparado. La marina es del gobierno, aquí todo es del gobierno. Yo tengo 50 años, he trabajado más de 30 como marino, y en 50 años yo no he visto cambios importantes.
De su vida privada no habla mucho, le pregunto sobre sus hijos y como no quiere ahondar responde con un simple “sí tengo”.
¿Cree que vuelva a trabajar pronto?
-Pues estoy esperando que me llamen, pero no puede ser ahora porque me tienen que operar de la rodilla y eso lleva bastante tiempo para la recuperación.
Por la operación no hay problema...
-En cuestiones de salud no tenemos problemas, a uno lo atienden bien porque en eso estamos bien desarrollados.
¿Pero en otras cosas, como los alimentos, cómo andan?
-Pues los cambios se ven en la mesa y yo no he visto cambios en mis 50 años, no hay comida en la mesa, me parece que la revolución en eso ha fracasado. En ese tipo de cosas se ve el progreso de un país, lo que no hemos visto en Cuba. Realmente se necesitan más cambios para poder decir que tenemos mejores oportunidades de vida aquí.
¿Hay menos comida en la mesa?
-El Estado antes nos daba una cantidad de comida, pero ahora nos da menos, por ejemplo, mira, el azúcar, tenemos grandes problemas con el azúcar, porque no hay.
¿Qué les queda entonces?
-Esperar, no se cuánto tiempo, pero hay que esperar que las cosas mejoren aunque no parezca que pueden mejorar.
¿Puede un cubano trabajar para la empresa de un extranjero?
-Sí puede, pero económicamente no resulta tan bien, porque el Estado le quita a uno el 70 por ciento de su salario; o sea que uno termina trabajando para el Estado y lo que le queda a uno es muy poco. O sea que si ganó mil dólares le tiene que dar 700 dólares al Estado, porque de lo contrario no puede tener permiso para trabajar.
El Heraldo de Honduras, marzo de 2011
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