CRÓNICA CLANDESTINA, CON RAÚL RIVERO
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CRÓNICA CLANDESTINA, CON RAÚL RIVERO
CRÓNICA CLANDESTINA, CON RAÚL RIVERO
Había algunos chaveas jugando pelota en un parque del municipio Playa, pero la falta de señalizaciones y la cuadrícula urbanística con calles denominadas con números y esquinas con más números me obligaron a caminar más de lo esperado en busca de aquella calle-guarismo del barrio de Kohly, todo un ejercicio de interpretación para los torpes gallegos recién llegados… como yo. El gallego despistado es una institución popular cubana como lo puede ser el cateto que se pierde al llegar a la ciudad, como es mi caso por ambas partes.
Kohly era un barrio bien para lo que se estila en La Habana, probablemente muchos de aquellos habitantes sí conocían el nombre de la mujer de Fidel Castro. Hubiera hecho la prueba pero por entonces yo no sabía el nombre. En la capital hay ciertos barrios, repartos y cuadras recientes, donde habitan los cargos medios y altos del régimen, dignidades y funcionarios de cierta importancia que poco tienen que ver con los emigrados orientales que pueblan barbacoas, como las de la antigua piscina del Hotel Bristol, y resuelven su existencia con riquimbilis, ya doctorados en las chivichanas cotidianas que si no fuera por campana en Cuba no hubiera lomas.
Aparecieron en el carro que manejaba Ángel Tomás González, el corresponsal de El Mundo en La Habana. Junto a él pude ver a Raúl Rivero a quien había visto en un documental y en fotos de prensa. Súbitamente me puse un poco nervioso, respiré hondo. En el coche también iban Blanca Reyes, esposa de Raúl Rivero y Yolanda Martínez, una bilbaína casada con el corresponsal de El Mundo y cuya historia de amor me contó Ángel en el pasillo principal de su casa.
Más tarde llegó en su auto Lars Palmgren, corresponsal para Latinoamérica de la radio pública sueca durante más de 30 años. Él vivía en la costa chilena, entre Valparaíso y Viña del Mar, y había conocido en el ejercicio de su corresponsalía toda Latinoamérica, derrocamientos, revoluciones, sandinistas, contras, revueltas e incluso la modernidad chilena.
seguir aqui:http://palabrasenelvacio.blogspot.com/2007/04/imagenes-prueba.html
[Este post forma parte de una crónica que está pendiente de publicación.]
Había algunos chaveas jugando pelota en un parque del municipio Playa, pero la falta de señalizaciones y la cuadrícula urbanística con calles denominadas con números y esquinas con más números me obligaron a caminar más de lo esperado en busca de aquella calle-guarismo del barrio de Kohly, todo un ejercicio de interpretación para los torpes gallegos recién llegados… como yo. El gallego despistado es una institución popular cubana como lo puede ser el cateto que se pierde al llegar a la ciudad, como es mi caso por ambas partes.
(Entre Raúl Rivero y Ángel Tomás González)
Por fin di con la casa, pero todavía no había nadie. Un vecino me preguntó que a quién esperaba y le dije que era un amigo de mi padre el que vivía allí. No era cierto pero no me fiaba de nadie. Esperé en el parque a que llegaran los anfitriones y allí fue que me senté a ver a unos cuantos adolescentes emulando a los toleteros de grandes ligas que ven ilegalmente por el cable pirateado, como el caso del beisbolista Kendry Morales que emigró en una balsa, pateras del Caribe, para llegar a otra tierra y cambiar así las penurias obligatorias de su familia de Sancti Spiritus, el mismitico centro de la isla de Cuba, por un contrato de millones de dólares como jugador de los Anaheim Angels, los angelinos de Anaheim como traducen los hispanos de Los Ángeles.Kohly era un barrio bien para lo que se estila en La Habana, probablemente muchos de aquellos habitantes sí conocían el nombre de la mujer de Fidel Castro. Hubiera hecho la prueba pero por entonces yo no sabía el nombre. En la capital hay ciertos barrios, repartos y cuadras recientes, donde habitan los cargos medios y altos del régimen, dignidades y funcionarios de cierta importancia que poco tienen que ver con los emigrados orientales que pueblan barbacoas, como las de la antigua piscina del Hotel Bristol, y resuelven su existencia con riquimbilis, ya doctorados en las chivichanas cotidianas que si no fuera por campana en Cuba no hubiera lomas.
Aparecieron en el carro que manejaba Ángel Tomás González, el corresponsal de El Mundo en La Habana. Junto a él pude ver a Raúl Rivero a quien había visto en un documental y en fotos de prensa. Súbitamente me puse un poco nervioso, respiré hondo. En el coche también iban Blanca Reyes, esposa de Raúl Rivero y Yolanda Martínez, una bilbaína casada con el corresponsal de El Mundo y cuya historia de amor me contó Ángel en el pasillo principal de su casa.
Más tarde llegó en su auto Lars Palmgren, corresponsal para Latinoamérica de la radio pública sueca durante más de 30 años. Él vivía en la costa chilena, entre Valparaíso y Viña del Mar, y había conocido en el ejercicio de su corresponsalía toda Latinoamérica, derrocamientos, revoluciones, sandinistas, contras, revueltas e incluso la modernidad chilena.
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