Una entrevista en un diario español con un estadounidense de izquierdas
Una entrevista en un diario español con un estadounidense de izquierdas
POR FIN: una entrevista en un diario español con un estadounidense de izquierdas, votante de Obama, que no cree que los del Tea Party son unos paletos, que constata que la religión no sólo influye a la derecha y que Sarah Palin no es una palurda. Es Michael Kazin, el editor de Dissent, que no es una publicación sospechosa de ser facha precisamente, pero que sigue siendo un reducto relativamente libre de demagogia y de lugares comunes.
http://barcepundit.blogspot.com/
Michael Kazin, profesor de historia de EE.UU. en Georgetown; editor de la revista 'Dissent'
Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
"Nuestro presidente se define por los límites de su poder"
03/08/2011 - 02:32
Foto: Xavier Cervera
Lluís Amiguet
Tradición libertaria
De nuevo, la realidad americana desafía nuestras cómodas etiquetas reduccionistas. Kazin es un consagrado historiador, especialista en la izquierda de su país, pero sensato al reconocer que “la derecha es tan responsable de lo que hoy es EE.UU. como la izquierda”. Y que ahora quiere evitar la caricatura fácil del Tea Party como una banda de iluminados que pretenden dinamitar Washington Biblia en mano. En realidad, el movimiento libertario goza de un amplio y organizado apoyo social, que hunde sus raíces en la fundación misma de Estados Unidos; un país erigido sobre la desconfianza ante los gobiernos abusivos de los que habían huido, antes de serlo, millones de norteamericanos.
La visión de la política estadounidense que tienen aquí adolece de varios errores de enfoque...
Corríjanos.
Lo que nos hace una democracia no es que votemos al presidente, sino que evitemos que convierta nuestros votos en una autorización para mandar sin límite.
Democracia es elegir cada cuatro años, pero fiscalizar al elegido cada día.
La presidencia norteamericana, por tanto, no se define por su poder, sino por los límites de su poder. Nuestro presidente, de hecho, tiene menos poder ejecutivo que la mayoría de los primeros ministros europeos.
Lo estamos viendo estos días.
Y no sólo con la deuda. Fíjese en la reforma sanitaria: todavía estamos pendientes de que el Tribunal Supremo la dé por válida y es posible que al final la frene el voto de un solo juez. Ese voto valdría más que la voluntad presidencial y puede dejar en nada el trabajo de cientos de expertos, tras años y años de complejísimos debates políticos.
Pues bien poco puede la presidencia.
Porque todo nuestro edificio constitucional está erigido para evitar que nadie –empezando por el presidente– acumule poder. Nuestro presidente encarna, de modo casi metafísico, a la nación, pero a cambio de darle ese carisma, condicionamos su poder ejecutivo.
Reina tanto que gobierna menos.
Recuerde que, al redactar la Constitución, los padres fundadores acababan de arrancar su independencia a una monarquía autoritaria y que millones de estadounidenses lo son porque huyeron de las tiranías del planeta. Por eso apoyaron el check and balance, el sistemático mecanismo de contrapesos para equilibrar todo poder de decisión.
El peligro es caer en la inoperancia.
Esa resistencia al poder político sigue siendo una actitud muy popular. Es el gran principio del Tea Party, formado por ciudadanos que aspiran al retorno a una arcadia feliz –que en realidad nunca existió– en la que cada ciudadano tenía todo el control sobre su propia existencia.
Como en una película del Oeste.
No los subestime. Sus apoyos son muy reales. El Tea Party surge sobre sólidas bases comunitarias: parroquias, asociaciones de vecinos, escuelas, organizaciones locales de tiendas y pequeños empresarios: la calle mayor ya era suya, y encontró en Obama al enemigo natural que los unió para que el gobierno “dejara de meterse” en sus vidas.
¿La calle no es de izquierdas?
Al contrario. En EE.UU. la mayoría de la gente considera a la izquierda elitista. Cree que somos intelectuales chiflados encerrados en nuestras universidades, donde elucubramos fuera de la realidad.
¿No hay otros progres?
Hollywood está considerado otro refugio de izquierdistas. Y aunque sean famosos, no son populares ni se confía en ellos. A la élite intelectual y creativa, la calle le puede conceder audiencia, pero no poder político.
¿Qué es ser normal en EE.UU.?
Formar parte del grupo enorme que se ve a sí mismo como la mayoría. Gente común que quiere llevar una vida tranquila y pacífica sin extravagancias ni experimentos. Para el Tea Party, toda esa buena gente que ve su vida y energía abducida por Washington y los políticos, que siempre quieren más gobierno, más Estado y más impuestos.
¿Y los sindicatos? ¿Y los derechos civiles?
Los sindicatos fueron fuerza decisiva en los años 30; igual que los activistas por los derechos civiles en los 60. Pero hoy apenas el siete por ciento de los trabajadores están sindicados, y la mayoría en el sector público.
¿Y feministas, gais, minorías étnicas?
Carecen del empuje y la trascendencia social de los activistas de Luther King. Y parte de sus reivindicaciones, además, han sido adoptadas y adaptadas por la derecha.
¿Republicanos gayfriendly?
Y gais en el Tea Party e iglesias gais. La mayoría de los jóvenes republicanos asumen lo que llaman “cuestiones sociales” para concentrar toda su artillería en la economía y el gobierno: quieren más sociedad civil –la suya– y menos Estado.
Veo que se conforma usted con Obama.
No ha conseguido, como Reagan, impregnar de su visión y energía a toda la sociedad, pero, viendo a la derecha, me conformo.
¿El “We can” ya está agotado?
Fue una oportunidad histórica para la habitualmente fraccionada izquierda. Y, por una vez..., ¡la aprovechamos! Yo había militado en Students for a Democratic Society: éramos tan ingenuos que pedíamos a la gente que no votara. Al final, conseguimos que saliera elegido... ¡Richard Nixon! Es una lección para los indignados españoles. La paradoja fue que la elección de Obama supuso también el despertar del Tea Party.
¿Dios les ayuda?
No sólo a ellos. Esa es otra visión europea reduccionista. La mezcla de política y religión en EE.UU. produce resultados diversos. También tenemos muchos grupos católicos de izquierda o la Alianza Intersindical Interreligiosa, muy progresista. Así que no reduzca el Tea Party a una bandada de paletos con la Biblia en la mano.
Sarah Pallin es fácil de caricaturizar.
Ojo: tiene mucho carisma. Y se ha apropiado de banderas de los derechos civiles que la hacen muy popular. Es una mamá oso que combina su antiestatalismo con un feminismo agresivo con el que se identifican millones de norteamericanas y norteamericanos: mujeres fuertes, dispuestas a luchar
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20110803/54195644515/nuestro-presidente-se-define-por-los-limites-de-su-poder.html
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