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Esperanza y cambio,pero no para Iran.

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Mensaje por Alver Sáb Jun 20, 2009 1:01 pm

19/6/2009
Esperanza y cambio,pero no para Iran. Vacio
Esperanza y cambio -- pero no para Irán
Esperanza y cambio,pero no para Iran. Vacio

Esperanza y cambio,pero no para Iran. Vacio
Millones de iraníes toman las calles para desafiar a una dictadura teocrática que, entre sus otras refinadas cualidades, es enemiga declarada de Estados Unidos y de la tolerancia y libertades que representa. Los manifestantes están luchando con los medios de que disponen, pero aguardan tan sólo una señal de que Estados Unidos está de su lado. ¿Y qué escuchan al Presidente de los Estados Unidos? Silencio.
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Charles Krauthammer.
Esperanza y cambio,pero no para Iran. Vacio

Millones de iraníes toman las calles para desafiar a una dictadura teocrática que, entre sus otras refinadas cualidades, es enemiga declarada de Estados Unidos y de la tolerancia y libertades que representa. Los manifestantes están luchando con los medios de que disponen, pero aguardan tan sólo una señal de que Estados Unidos está de su lado.
¿Y qué escuchan al Presidente de los Estados Unidos? Silencio. Después, algo peor. Transcurridos tres días enteros, el presidente deja clara su política: “diálogo" sostenido con sus clericales amos.
Diálogo con un régimen que está rompiendo cráneos, fusilando manifestantes, expulsando periodistas y deteniendo a activistas. Acercamiento --que inevitablemente legitima -- a líderes elegidos siguiendo un proceso que comienza como una farsa (solo se permite concurrir a cuatro candidatos elegidos a dedo de entre 476) y finaliza en manipulación abierta.
A continuación, después de considerar a esta revolución popular como una molestia del verdadero asunto de las conversaciones Obama-Jamanei, el presidente habla favorablemente de “cierta reacción inicial del Líder Supremo que indica que comprende que el pueblo iraní tiene verdaderas dudas con las elecciones”.
¿Por dónde comenzar? ¿“Líder Supremo”? Observe la repugnante atención con la que el presidente americano confiere esta distinción honorífica a un dictador religioso que, al mismo tiempo que sus lacayos atacan a los manifestantes, ofrece revisar algunos de los resultados de algunos distritos electorales -- un arreglo absurdo que no servirá para alterar lo fraudulento de las elecciones.
Por otra parte, esta revolución incipiente ya no tiene que ver con las elecciones. Obama no se entera de nada. Las elecciones proporcionaron el oxígeno político y proporcionaron la chispa del estallido del fervor anti-régimen que lleva hirviendo años esperando su momento. Pero la gente no está muriendo en las calles porque quiera un recuento de las papeletas sin contabilizar en el Isfahán suburbano. La gente quiere derrocar a la teocracia tiránica misógina y corrupta que se ha impuesto mediante los esbirros que porra en mano atacan hoy a los manifestantes.
Esto comenzó por un fraude electoral. Pero como todas las revoluciones, ha ido más allá de sus orígenes. Lo que está en juego ahora es la legitimidad misma de este régimen -- y el futuro de todo Oriente Medio.
Esta revolución terminará como un Tiananmen (un Tiananmen caliente con represión masiva y sangrienta o un Tiananmen frío con una mezcla más atinada de brutalidad y asimilación) o como una verdadera revolución que derribe a la República Islámica.
Esto último es improbable pero, por primera vez en 30 años, no es imposible. Imagine las repercusiones. Asestaría un golpe de gracia al radicalismo islamista, del que Irán no es hoy solo abanderado y modelo, sino financiero y proveedor de armas. Haría por el islamismo lo que la caída de la Unión Soviética por el comunismo -- dejarlo agotado y desacreditado para siempre.
En la región, provocaría una segunda primavera árabe. La primera en el año 2005 -- expulsión de Siria del Líbano, primeras elecciones en Irak y pronta liberalización de los estados del Golfo y Egipto -- fue abortada por un feroz contraataque de las fuerzas de represión y reacción, encabezadas y financiadas por Irán.
Ahora, con Hizbulah habiendo perdido las elecciones en el Líbano y con Irak sentando las instituciones de una joven democracia, la caída de la dictadura islamista de Irán tendría un efecto eléctrico y contagioso. La excepción -- Irak y el Líbano -- se convierte en la norma. La democracia se convierte en la tendencia. Siria queda aislada; Hizbulah y Hamás descabezadas. La trayectoria de la región entera se invierte.
Todo está en el aire. El régimen de Jamenei está decidiendo si hacer un Tiananmen o no. ¿Y de qué bando se posiciona la administración Obama? De ninguno. A excepción del deseo de que este "vigoroso intercambio" (en el desafortunado eufemismo del secretario de prensa Robert Gibbs) acerca de las "irregularidades" electorales no entorpezca el diálogo norteamericano-iraní en materia de armamento nuclear.
Incluso desde la perspectiva estrecha del asunto nuclear, el cálculo geopolítico de la administración resulta absurdo. No existe la más remota posibilidad de que tales conversaciones desnuclearicen Irán. El lunes, Ahmadinejad afirmaba una vez más que "el tema nuclear está decidido, para siempre”. La única esperanza de una resolución de la cuestión nuclear es el cambio de régimen, lo que (siempre que el régimen sucesor sea tan moderado como el Irán pre-Jomeini) podría detener el programa, o volverlo administrable y no amenazante.
Ese es nuestro interés fundamental. Y nuestros valores fundamentales exigen que América se posicione con los manifestantes en contra de un régimen que es la antítesis de todo aquello en lo que creemos.
¿Y dónde está nuestro presidente? Temeroso de "intromisiones”. Temeroso de tomar parte entre los exportadores del terror que fracturan cráneos y esclavizan a mujeres -- y el pueblo que en la calle clama por respirar libre. Esto viniendo de un presidente que presume de ser el restaurador de la posición moral de los Estados Unidos en el mundo.
©️ 2009, Washington Post Writers Group


Alver

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