Los Jerogíficos de Raúl
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Los Jerogíficos de Raúl
Los Jeroglíficos de Raúl [color:edfb=#999] El Pequeño Hermano | agosto 8, 2011 at 2:36 am | Categorías: 01 Julio | URL: http://wp.me/pYVcF-Ad |
He
esperado algunos días a que la efervescencia mediática por las
declaraciones del General Presidente sobre la política migratoria cubana
bajara de tono, y la noticia abandonara los titulares. He preferido
husmear en las reacciones, leer entre líneas, preguntar, preguntarme,
antes de elaborar el merecido artículo en torno a tan sensible y medular
tema. La política migratoria cubana no es un punto más. Es, a mi
juicio, una de las piedras angulares de lo indefendible, un rezago de la
más cavernícola cerrazón que ha padecido
la Isla en su último medio siglo, por lo cual todo lo que bordee el
tema, lo que lo enfrente, se convierte en material de primerísimo
interés para los cubanos de cualquier orilla.
Por eso saber a
Raúl Castro inmerso en revisiones sobre cómo entran o salen los cubanos
de su país; escucharlo afirmar que serán modificadas ciertas prácticas
que perduraron innecesariamente en el tiempo; y sospecharlo preparando
el terreno para el regreso de “otros” exiliados, me pareció -y hoy, a la
distancia de algunos días aún me parece- una de las más importantes
noticias que han salido de Cuba en mucho tiempo. Y no soy demasiado dado
a los hurras presurosos.
¿Por qué me
parece trascendente este anuncio? En primer lugar, porque no imagino qué
otra actualización podría inyectársele a la política migratoria cubana
para hacerla más viable, más factible, como no sea eliminar la jurásica
tarjeta blanca que tanto coste político le ha traído a Cuba en estas
décadas. Y en segundo lugar, porque toda vez que hoy los “simples
emigrados económicos” pueden regresar a Cuba cada vez que lo deseen, la
afirmación del General Presidente de que casi todos preservan su amor
por la familia y por la Patria, solo me conduce a un destino: eliminar
la prohibición que pesa sobre cientos de miles de exiliados, que sea
porque escaparon en una balsa, o porque no simpatizan políticamente con
el régimen, han sido despojados del derecho a visitar a los suyos.
Y si esto por
fin ocurre, si agónica y temblorosamente, pero se eliminan muchas de
estas injustificables trabas para la entrada y la salida, creo que el
gobierno de la Isla plantea un nuevo escenario digno de atención, al
menos por parte de los críticos honestos. Descuento de antemano a
quienes en ambos lados engrosan sus bolsillos con el conflicto; a
quienes hacen jugosa política con el distanciamiento; y a quienes el
odio les llena de pústulas el cerebro y les impide mirar los hechos con
un prisma justo.
Aunque a paso
de galapágo centenario, ¿se ha movido o no se ha movido el país en los
últimos cinco años, los cinco años de mandato del hermano menor? Creo
que no exagero si digo que el triple de lo permitido por el
primogénito.
Para mí,
vaporizar prohibiciones que jamás debieron existir como las referentes a
celulares, DVDs, entrada de nacionales a los hoteles; empecinarse en
descentralizar la economía, (con más traspiés que aciertos, con más
temblores que pasos firmes, pero abrazando al menos una filosofía
anti-estatismo); aceptar pública y notoriamente que el enemigo número
uno del país no es “el Imperio ni su bloqueo”, sino la corrupción, la
ineficiencia, y las ilegalidades enquistadas a la sociedad; y sobre
todo: vaciar las cárceles de un número considerable de presos políticos
que, después lo comprobamos, no fueron en verdad desterrados (quienes
exigieron permanecer en su país allí están); son para mí pruebas
razonables de que Cuba se mueve. De que el piso cambia, cobra nuevos
matices, nace una perspectiva inexistente hasta hace muy poco, y que
gústenos o no, decidan algunos obviarla o no, está llegando de la mano
pragmática del hermano menor.
Si entonces
aparece un nuevo horizonte migratorio, creo que la mesa está servida
para preguntarnos: ¿está poniendo Raúl Castro la bola de este lado de la
red? ¿Estamos ante un panorama aprovechable, necesario, útil, o es
preciso desentenderse de él como se hace con los espejismos engañosos?
Personalmente
no creo que tras estas reformas exista una voluntad demasiado altruista.
Un país desangrado por el hambre, por las restricciones, por prácticas
impositivas, por la asfixia burocrática, no es obra de la casualidad o
del embargo: es el resultado de una pésima administración que ya pasa de
las cinco décadas. Y Raúl lo sabe. Sabe, además, que si de alguna
manera se pretende contener, retrasar o evitar el colapso estruendoso de
un modelo implantado a sangre y fuego, es preciso engrasar el
mecanismo. Des-ideologizar el funcionamiento de un país donde hasta los
orgasmos debían tener espasmos socialistas.
Alejado de las
epopeyas idílicas de Fidel Castro; poseedor de un consabido
pragmatismo, y quizás más dado a la eficiencia que el caudillo que, en
lugar de dedicar sus horas a pensar un país más habitable, las empleaba
en discursos Premios Guinness, Raúl Castro ha empezado a soltar el
lastre.
Y por esto,
siguiendo esta misma lógica, es que me parece que la desaparición del
cínico y siniestro Permiso de Salida, junto a la posibilidad de que
regresen muchos de los que hasta ahora no lo podían hacer, son más que
razonables: son medidas inminentes.
¿Perderá la
maltrecha economía cubana la entrada de 150 CUC por cada tarjeta blanca?
Antes, formulemos otra pregunta: ¿por qué se “quedan” los cubanos en
otros países? Simple: porque la complejidad para viajar desde Cuba es
tal, que nunca se sabe si podrá repetirse. Con cada cubano que trabaja
algunos meses en Holanda, Chile o Ecuador, y no regresa a la Isla, la
economía nacional pierde importantes entradas de capital exterior. Pero
estoy seguro: un inmenso por ciento de los emigrantes definitivos
volverían a su país, si pudieran viajar desde él cuando y cuanto
quisieran. La entrada económica que se recibiría por este concepto,
pulverizaría los reducidos 150 pesos convertibles de la tarjeta blanca.
No, este no es
el discurso tradicional. De la mano de necesidades imperiosas,
espoleado por la subsistencia del modelo, por demasiadas causas
distantes del aliento en verdad democrático, pero lo cierto es que Raúl
Castro está hablando un idioma que, si lo despojamos de su mala dicción y
sus tonos militares, nos impulsa directo a un razonamiento: es momento
de fusión de ideas, no de desidias. Es momento de Santo Tomás, no de
Aristóteles o San Agustín. Son tiempos de Martí, no de Díaz-Balart.
Por eso creo
que vale la pena aguzarnos el olfato, sacudirnos el oído, si de verdad
queremos empujar el muro, apurarle el fin a una historia que ha costado
demasiadas lágrimas, sangre, rencores, y que si miramos bien, podría
estar a punto de naufragar.
No es la
primera vez que intuyo, tras las reformas raulistas, un interés
relativamente certero de devolverle al país fragmentos de una libertad
escamoteada, lo mismo en su economía que en su idiosincrasia. Pero sí es
la primera vez que sospecho que tras los jeroglíficos con que Raúl
escribe su historia a toda prisa, podremos descifrar mejores augurios
para un futuro con demasiada tendencia al presente.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
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