Machismo en México miedo a que nacer de madre chingada.
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Machismo en México miedo a que nacer de madre chingada.
Más allá de las pretensiones de los fundadores de los países latinoamericanos al intentar constituir al patriarcado como el modelo social familiar y político, en nuestros países debido precisamente al choque cultural genocida que significó la conquista española, ha calado hondo en nuestras formaciones sociales imaginarias el machismo.
El machismo, a diferencia del patriarcado, no se consolida sobre la concepción del hombre como el proveedor responsable de su propia familia, y por lo tanto, como detentador del dominio y del poder. A diferencia del patriarcado que se organiza sobre la idea del padre como cabeza de familia (pater familias), el machismo se consolida sobre la idea de la irresponsabilidad del varón sobre su propia prole y, por lo tanto, de la irresponsabilidad del hombre en torno a los actos que realiza con otras personas, sobre todo, con las mujeres.
El machismo deviene de la especial relación de dominio entre los conquistadores españoles y las mujeres indígenas con quienes tuvieron descendencia, quienes no sólo fueron consideradas como botín de guerra, sino que incluso cuando algunos de ellos quisieron formalizar sus relaciones extramaritales fueron conminados por el propio rey Felipe II para que tomaran esposas españolas en una famosa ordenanza a la que alude el Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales de los Incas. Esta situación permitió que los mestizos no fueran reconocidos como hijos legítimos y que muchos conquistadores obligasen a sus antiguas concubinas a casarse con sus subalternos para mantenerlas cerca de su poder. La frágil y precaria identidad del mestizo tuvo su origen en esta situación absurda y denigrante que, además, reforzó la sensación ambigua de pertenecer a dos mundos contrapuestos que se despreciaban mutuamente. Esta situación, además, contribuyó a un doble desprecio del mestizo por las mujeres indígenas . Las relaciones patriarcales cobraron ese cariz especial que ha devenido en el machismo.
El machismo es una forma de patriarcalismo sin la responsabilidad que conlleva ser el proveedor de la familia. El macho ejerce el dominio y el poder sobre las mujeres y los niños pero sólo en función de su fuerza bruta, es decir, de la violencia física que puede ejercer sobre ellos y del contexto que lo permite e incentiva. El hombre ejerce autoridad en función de su poder y del miedo que provoque en los demás; asimismo no se responsabiliza de su prole, son las mujeres quieres asumen la responsabilidad de los hijos en la medida que el hombre siempre puede alegar la sospecha de no ser el padre.
Las relaciones de género que se construyen en la cultura occidental y patriarcal tienen como fuente principal de sus normatividades el control de la sexualidad de la mujer, o lo que Gayle Rubin ha denominado el “tráfico de mujeres”, es decir, el control de la sexualidad de la mujer en función de la construcción de relaciones de parentesco o “intercambios del don”. Si son las mujeres las intercambiadas, entonces son los hombres quienes las entregan y las toman; la mujer opera así como el canal de una relación más que como una participante de la misma. El intercambio de mujeres no necesariamente implica que las mujeres sean objeto, en el sentido moderno del término [...] sin embargo implica una clara distinción entre el don y aquel que dona. Si las mujeres son los dones, serán los hombres quienes participan en el intercambio. Y es a los participantes no a los dones, a quienes el intercambio recíproco confiere un poder casi místico de enlace social [...] serán los hombres los beneficiarios del producto de tal intercambio: la organización social” (19)
El matrimonio en todas las sociedades donde la propia mujer no puede tomar parte de él porque ella misma es un don, es la forma social que organiza su propia subordinación. Se trata, como lo sostiene la propia Rubin, de un concepto poderoso en la medida que basa la dominación no en una inferioridad biológica sino en el interior del mismo sistema social.
En ese sentido, cuando se produjo la conquista se rompió con las reglas de intercambio del don pues no se reconocía a los otros varones —los conquistados— como pares con quieres se pudieran realizar este tipo de transacciones. Las mujeres, en muchos de los casos, fueron ofrecidas como botines de guerra (el más famoso de todos los ejemplos es el de la Malinche o doña Mariana, ofrecida a Hernán Cortés como parte de un “intercambio”, quien aprendió la lengua del conquistador como una forma de sobrevivencia) y en otros simplemente tomadas como concubinas. Es por este motivo concreto e histórico que se señala que la identidad de los mestizos es la de ser hijos bastardos.
Por ejemplo, en México el término “hijos de la Chingada” se utiliza para expresarse de los otros, de los que no pertenecen a una mismidad, pero al mismo tiempo devela la condición más temida: ser hijo de la Chingada, es decir, de la madre a quien chingaron o penetraron a la fuerza con violencia. A pesar de que está marcado por un profundo sexismo, el capítulo Los Hijos de la Malinche de El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz, se detiene en este aspectoÑ
La Chingada es la Madre abierta, violada o burlada a la fuerza. El ‘hijo de la Chingada’ es el producto de esta violación, del rapto o de la burla. Si se compara esta expresión con el español ‘hijo de puta’ se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se entrega, de una prostituta; para el mexicano, en ser fruto de una violación […] En suma, la cuestión del origen es el centro secreto de nuestra ansiedad y angustia (103)
La bastardía originaria fomenta que la masculinidad en nuestras sociedades se organice en un sentido muy distinto al patriarcal clásico griego, romano o incluso europeo y, por lo tanto, se consolide en lo que nosotros reconocemos como el machismo. La particularidad de la cultura mestiza construye el modelo femenino desde la figura de la madre y el modelo masculino desde la del padre siempre ausente, esto permite que las identidades se constituyan no en función de mujer y hombre, esto es, en su condición de sujetos, sino de madre e hijo, en su relación filial (Montesinos 190). El tema de la bastardía violenta como origen de la cultura mestiza latinoamericana pasa por el cuerpo de la mujer.
El machismo es una forma de dominación masculina, por lo tanto, se sostiene sobre una serie de mecanismos sociales muy complejos. Estos mecanismos, a su vez, se organizan ideológicamente desde una serie de normatividades pero también desde el imaginario. Son precisamente las significaciones sociales imaginarias o lo que Slavoj Zizek, llama desde una perspectiva lacaniana, “el Gran Otro”, es decir, una ficción simbólica consensual, lo que organiza también las formas de dominación masculina y la que podría reorientar aquellas vinculadas tradicionalmente al machismo.
El “Macho” es el Gran Chingón. Una palabra resume la agresividad, impasibilidad, invulnerabilidad, uso descarnado de la violencia, y demás atributos del macho: poder. La fuerza pero desligada de toda noción de orden: el poder arbitrario, la voluntad sin freno y sin cauce […] El “macho” hace chingaderas, es decir, actos imprevistos y que producen la confusión, el error, la destrucción […] el hecho es que el atributo esencial del “macho” la fuerza, se manifiesta casi siempre como capacidad de herir, rajar, aniquilar, humillar. (Paz 104-105).
El macho, en tanto que Gran Chingón, se dedica a rajar, herir, aniquilar y destruir, es decir, a chingar puesto que debe a su vez repetir su propio origen como venganza eterna contra su propio padre. Por otro lado, como figura contrapuesta, la “Chingada” que siempre es mujer, no sólo ha sido la violada sino que su pasividad ha permitido la violación. Paz sostiene que se trataría de una pasividad “abyecta” en tanto que “no ofrece resistencia” (109), es decir, que sería a su vez culpable de su propia violación. Aquí Paz, por supuesto, sigue el mito de la Malinche como la mujer chingada con consentimiento.
Las novelas, los testimonios, la televisión y el cine, cada uno con un énfasis especial en diferentes momentos históricos, han organizado a su vez los tipos, estereotipos y mitos sobre lo masculino y lo femenino en una sociedad. Así como lo han difundido canciones (rancheras, valses, boleros), libros, películas y sobre todo, comportamientos de la vida diaria, el machismo consiste en considerar a la mujer como objeto de posesión del varón y, al mismo tiempo, sentir que su peligrosidad reside en la dificultad de su control sexual y de su permisiva abyección. El cine mexicano de los cincuenta, sobre todo, el cine del Indio Fernández que construye estereotipos tan fuertes como el que representa María Félix, la “Doña”, en la película Doña Bárbara basada en la novela de Rómulo Gallegos, se han encargado de reforzar el machismo ya no sólo desde el comportamiento violento e irresponsable de los varones, sino sobre todo en el comportamiento resentido y mandón de sus personajes femeninos.
Pero más allá de las representaciones en productos culturales, en la vida diaria el machismo ha crecido a pesar de los avances de las reivindicaciones femeninas. Han sido las mujeres, sobre todo las madres, quienes han conculcado con mayor fuerza el machismo como una forma cultural válida y quienes han asumido un rol activo en la construcción de la dominación masculina, precisamente debido a esta “relación filial” sobre la cual se basa la identidad de la mujer en America Latina y que tiene como modelo al ideal mariano.
Por eso mismo, es indispensable que las mujeres planteemos la erradicación total del machismo —aún cuando se trata de un horizonte muy lejano— de nuestros imaginarios y nuestras prácticas culturales. En la medida que el machismo ha calado en todos los sectores sociales, en la educación escolar y universitaria, y además, en muchos de los productos culturales contemporáneos incluso aquellos que se consideran de avanzada es imprescindible plantear la erradicación total del machismo como una política pública urgente.
Para erradicar el machismo hay que empoderar a la mujer y de esta manera las mujeres podrán tomar autoconciencia de sus roles en sociedades como las nuestras y autodeterminar sus objetivos y metas. Por otro lado, es necesario acabar con dos estereotipos que tanto han dañado a las mujeres en nuestros países: la virgen madre (ideal mariano del cristianismo), por un lado, y la madre violada por el otro (la Chingada). Para lo cual es imprescindible deconstruir la historia y visibilizar a las mujeres como protagonistas de la misma, reformular la enseñanza de las ciencias sociales en los currículos escolares desde una perspectiva que rompa con los estereotipos tanto femeninos como masculinos e incluir el eje transversal de género para que los propios varones asuman su masculinidad entendiéndola como una construcción de nuestras sociedades y no un imperativo biológico. Asimismo, es imprescindible sensibilizar tanto a hombres y mujeres en torno al tema de la violencia contra la mujer desde la escuela y desde los medios masivos de comunicación, sobre todo, en torno al tema de la publicidad que repite las imágenes constantemente de tal manera que refuerza las formaciones sociales imaginarias.
El machismo, a diferencia del patriarcado, no se consolida sobre la concepción del hombre como el proveedor responsable de su propia familia, y por lo tanto, como detentador del dominio y del poder. A diferencia del patriarcado que se organiza sobre la idea del padre como cabeza de familia (pater familias), el machismo se consolida sobre la idea de la irresponsabilidad del varón sobre su propia prole y, por lo tanto, de la irresponsabilidad del hombre en torno a los actos que realiza con otras personas, sobre todo, con las mujeres.
El machismo deviene de la especial relación de dominio entre los conquistadores españoles y las mujeres indígenas con quienes tuvieron descendencia, quienes no sólo fueron consideradas como botín de guerra, sino que incluso cuando algunos de ellos quisieron formalizar sus relaciones extramaritales fueron conminados por el propio rey Felipe II para que tomaran esposas españolas en una famosa ordenanza a la que alude el Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales de los Incas. Esta situación permitió que los mestizos no fueran reconocidos como hijos legítimos y que muchos conquistadores obligasen a sus antiguas concubinas a casarse con sus subalternos para mantenerlas cerca de su poder. La frágil y precaria identidad del mestizo tuvo su origen en esta situación absurda y denigrante que, además, reforzó la sensación ambigua de pertenecer a dos mundos contrapuestos que se despreciaban mutuamente. Esta situación, además, contribuyó a un doble desprecio del mestizo por las mujeres indígenas . Las relaciones patriarcales cobraron ese cariz especial que ha devenido en el machismo.
El machismo es una forma de patriarcalismo sin la responsabilidad que conlleva ser el proveedor de la familia. El macho ejerce el dominio y el poder sobre las mujeres y los niños pero sólo en función de su fuerza bruta, es decir, de la violencia física que puede ejercer sobre ellos y del contexto que lo permite e incentiva. El hombre ejerce autoridad en función de su poder y del miedo que provoque en los demás; asimismo no se responsabiliza de su prole, son las mujeres quieres asumen la responsabilidad de los hijos en la medida que el hombre siempre puede alegar la sospecha de no ser el padre.
Las relaciones de género que se construyen en la cultura occidental y patriarcal tienen como fuente principal de sus normatividades el control de la sexualidad de la mujer, o lo que Gayle Rubin ha denominado el “tráfico de mujeres”, es decir, el control de la sexualidad de la mujer en función de la construcción de relaciones de parentesco o “intercambios del don”. Si son las mujeres las intercambiadas, entonces son los hombres quienes las entregan y las toman; la mujer opera así como el canal de una relación más que como una participante de la misma. El intercambio de mujeres no necesariamente implica que las mujeres sean objeto, en el sentido moderno del término [...] sin embargo implica una clara distinción entre el don y aquel que dona. Si las mujeres son los dones, serán los hombres quienes participan en el intercambio. Y es a los participantes no a los dones, a quienes el intercambio recíproco confiere un poder casi místico de enlace social [...] serán los hombres los beneficiarios del producto de tal intercambio: la organización social” (19)
El matrimonio en todas las sociedades donde la propia mujer no puede tomar parte de él porque ella misma es un don, es la forma social que organiza su propia subordinación. Se trata, como lo sostiene la propia Rubin, de un concepto poderoso en la medida que basa la dominación no en una inferioridad biológica sino en el interior del mismo sistema social.
En ese sentido, cuando se produjo la conquista se rompió con las reglas de intercambio del don pues no se reconocía a los otros varones —los conquistados— como pares con quieres se pudieran realizar este tipo de transacciones. Las mujeres, en muchos de los casos, fueron ofrecidas como botines de guerra (el más famoso de todos los ejemplos es el de la Malinche o doña Mariana, ofrecida a Hernán Cortés como parte de un “intercambio”, quien aprendió la lengua del conquistador como una forma de sobrevivencia) y en otros simplemente tomadas como concubinas. Es por este motivo concreto e histórico que se señala que la identidad de los mestizos es la de ser hijos bastardos.
Por ejemplo, en México el término “hijos de la Chingada” se utiliza para expresarse de los otros, de los que no pertenecen a una mismidad, pero al mismo tiempo devela la condición más temida: ser hijo de la Chingada, es decir, de la madre a quien chingaron o penetraron a la fuerza con violencia. A pesar de que está marcado por un profundo sexismo, el capítulo Los Hijos de la Malinche de El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz, se detiene en este aspectoÑ
La Chingada es la Madre abierta, violada o burlada a la fuerza. El ‘hijo de la Chingada’ es el producto de esta violación, del rapto o de la burla. Si se compara esta expresión con el español ‘hijo de puta’ se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se entrega, de una prostituta; para el mexicano, en ser fruto de una violación […] En suma, la cuestión del origen es el centro secreto de nuestra ansiedad y angustia (103)
La bastardía originaria fomenta que la masculinidad en nuestras sociedades se organice en un sentido muy distinto al patriarcal clásico griego, romano o incluso europeo y, por lo tanto, se consolide en lo que nosotros reconocemos como el machismo. La particularidad de la cultura mestiza construye el modelo femenino desde la figura de la madre y el modelo masculino desde la del padre siempre ausente, esto permite que las identidades se constituyan no en función de mujer y hombre, esto es, en su condición de sujetos, sino de madre e hijo, en su relación filial (Montesinos 190). El tema de la bastardía violenta como origen de la cultura mestiza latinoamericana pasa por el cuerpo de la mujer.
El machismo es una forma de dominación masculina, por lo tanto, se sostiene sobre una serie de mecanismos sociales muy complejos. Estos mecanismos, a su vez, se organizan ideológicamente desde una serie de normatividades pero también desde el imaginario. Son precisamente las significaciones sociales imaginarias o lo que Slavoj Zizek, llama desde una perspectiva lacaniana, “el Gran Otro”, es decir, una ficción simbólica consensual, lo que organiza también las formas de dominación masculina y la que podría reorientar aquellas vinculadas tradicionalmente al machismo.
El “Macho” es el Gran Chingón. Una palabra resume la agresividad, impasibilidad, invulnerabilidad, uso descarnado de la violencia, y demás atributos del macho: poder. La fuerza pero desligada de toda noción de orden: el poder arbitrario, la voluntad sin freno y sin cauce […] El “macho” hace chingaderas, es decir, actos imprevistos y que producen la confusión, el error, la destrucción […] el hecho es que el atributo esencial del “macho” la fuerza, se manifiesta casi siempre como capacidad de herir, rajar, aniquilar, humillar. (Paz 104-105).
El macho, en tanto que Gran Chingón, se dedica a rajar, herir, aniquilar y destruir, es decir, a chingar puesto que debe a su vez repetir su propio origen como venganza eterna contra su propio padre. Por otro lado, como figura contrapuesta, la “Chingada” que siempre es mujer, no sólo ha sido la violada sino que su pasividad ha permitido la violación. Paz sostiene que se trataría de una pasividad “abyecta” en tanto que “no ofrece resistencia” (109), es decir, que sería a su vez culpable de su propia violación. Aquí Paz, por supuesto, sigue el mito de la Malinche como la mujer chingada con consentimiento.
Las novelas, los testimonios, la televisión y el cine, cada uno con un énfasis especial en diferentes momentos históricos, han organizado a su vez los tipos, estereotipos y mitos sobre lo masculino y lo femenino en una sociedad. Así como lo han difundido canciones (rancheras, valses, boleros), libros, películas y sobre todo, comportamientos de la vida diaria, el machismo consiste en considerar a la mujer como objeto de posesión del varón y, al mismo tiempo, sentir que su peligrosidad reside en la dificultad de su control sexual y de su permisiva abyección. El cine mexicano de los cincuenta, sobre todo, el cine del Indio Fernández que construye estereotipos tan fuertes como el que representa María Félix, la “Doña”, en la película Doña Bárbara basada en la novela de Rómulo Gallegos, se han encargado de reforzar el machismo ya no sólo desde el comportamiento violento e irresponsable de los varones, sino sobre todo en el comportamiento resentido y mandón de sus personajes femeninos.
Pero más allá de las representaciones en productos culturales, en la vida diaria el machismo ha crecido a pesar de los avances de las reivindicaciones femeninas. Han sido las mujeres, sobre todo las madres, quienes han conculcado con mayor fuerza el machismo como una forma cultural válida y quienes han asumido un rol activo en la construcción de la dominación masculina, precisamente debido a esta “relación filial” sobre la cual se basa la identidad de la mujer en America Latina y que tiene como modelo al ideal mariano.
Por eso mismo, es indispensable que las mujeres planteemos la erradicación total del machismo —aún cuando se trata de un horizonte muy lejano— de nuestros imaginarios y nuestras prácticas culturales. En la medida que el machismo ha calado en todos los sectores sociales, en la educación escolar y universitaria, y además, en muchos de los productos culturales contemporáneos incluso aquellos que se consideran de avanzada es imprescindible plantear la erradicación total del machismo como una política pública urgente.
Para erradicar el machismo hay que empoderar a la mujer y de esta manera las mujeres podrán tomar autoconciencia de sus roles en sociedades como las nuestras y autodeterminar sus objetivos y metas. Por otro lado, es necesario acabar con dos estereotipos que tanto han dañado a las mujeres en nuestros países: la virgen madre (ideal mariano del cristianismo), por un lado, y la madre violada por el otro (la Chingada). Para lo cual es imprescindible deconstruir la historia y visibilizar a las mujeres como protagonistas de la misma, reformular la enseñanza de las ciencias sociales en los currículos escolares desde una perspectiva que rompa con los estereotipos tanto femeninos como masculinos e incluir el eje transversal de género para que los propios varones asuman su masculinidad entendiéndola como una construcción de nuestras sociedades y no un imperativo biológico. Asimismo, es imprescindible sensibilizar tanto a hombres y mujeres en torno al tema de la violencia contra la mujer desde la escuela y desde los medios masivos de comunicación, sobre todo, en torno al tema de la publicidad que repite las imágenes constantemente de tal manera que refuerza las formaciones sociales imaginarias.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Machismo en México miedo a que nacer de madre chingada.
Fuentes http://www.demus.org.pe/BoletinVirtual/FascMachismo/Documents%20and%20Settings/test.C024121/Mis%20documentos/camila/otros/d/machismo/index/machismo.htm
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Machismo en México miedo a que nacer de madre chingada.
Los de la tierra de Berlusconi fueron "chingadores" de las iberas.
Ni Viriato pudo con ellos.
Hay que leer historia.
luik- Cantidad de envíos : 9436
Fecha de inscripción : 11/07/2011
Edad : 41
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