O creamos los Estados Unidos de europa o nos hundimos
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O creamos los Estados Unidos de europa o nos hundimos
Daniel Barenboim es el único ciudadano del mundo que tiene
pasaporte israelí y palestino. Al menos, el único que no sea espía o
delincuente. Tener esa doble ciudadanía es un honor y un desafío que
adquirió en 2008 cuando, después de un concierto de piano en Ramala,
este judío de origen ruso nacido en Argentina aceptó la ciudadanía
palestina honoraria. La aceptó, dijo, para que sirviese como esperanza
de paz entre ambos pueblos. A ese cometido dedica Barenboim gran parte
de su energía y su talento desde hace años. Una lucha que ya le ha
valido el premio Príncipe de Asturias y por el que es eterno candidato
al Nobel. El galardón español lo recibió en 2002 con el escritor
estadounidense de origen palestino Edward Said. Juntos fundaron la
orquesta West-Eastern Divan, una iniciativa para reunir a jóvenes
músicos israelíes y árabes y en la que participan también españoles.
Hablamos con él en Berlín, donde reside. Como ciudadano español,
pasaporte que también tiene, estos días de primas de riesgo y rescates
financieros es imposible no preguntarle por la crisis...
XLSemanal. ¿Cómo se ve España desde Berlín?
Daniel Barenboim.
Vivo en Berlín, así que solo puedo observar la situación desde fuera,
pero creo que en España hay que superar las diferencias entre los dos
grandes partidos y hacer de la colaboración un objetivo prioritario.
Para mí, una de las mejores cosas de España es la forma en la que los
españoles consiguieron hacer juntos el trayecto desde la dictadura de
Franco hasta la democracia. Hoy hay que actuar como se hizo entonces:
juntos.
XL. ¿Cuál es su opinión sobre la crisis en Europa?
D.B.
No soy experto en economía y por eso solo tengo una opinión personal,
como cualquier otro ciudadano. No consigo entender cómo esto ha podido
llegar a ocurrir. Me pregunto cómo es posible que la política lo haya
permitido. No lo digo solo como crítica, sino también para expresar mi
asombro. Hay muchas cosas que no consigo entender.
XL. ¿Cree usted que esto puede ser no solo el final del euro, sino de Europa como la conocemos hoy?
D.B. En
el futuro no habrá una Europa como la que conocemos desde la Segunda
Guerra Mundial. La crisis actual hará que se convierta en una algo mejor
o mucho peor. Para resistir la crisis, tenemos que dejar a un lado los
estrechos pensamientos nacionales y de partido y pensar y actuar de una
forma que trascienda la política. Necesitamos grandes coaliciones que
renuncien a un cálculo partidista que nos llevará a la ruina. O Europa
se hunde como sistema o evolucionamos hacia unos verdaderos Estados
Unidos de Europa, con todos los privilegios y obligaciones que eso
implica, como en los Estados Unidos de América.
XL. Una de
sus reivindicaciones desde hace años es que en Israel se interprete la
música de Richard Wagner, pese a que no hay compositor que sea más
odiado allí que este antisemita alemán. ¿Por qué insiste?
D.B. Me
entristece que el Israel oficial impida interpretar a Wagner, como
volvió a hacer la Universidad de Tel Aviv hace un par de semanas. Lo veo
como síntoma de una enfermedad. Es una palabra muy dura, pero la elijo a
conciencia: en Israel hay una politización de la memoria del
Holocausto, y eso es horrible.
XL. Explíquese, por favor.
D.B.
Cuando fui de Argentina a Israel en 1952, con diez años, nadie hablaba
del Holocausto. Para los supervivientes, aquella catástrofe estaba
todavía muy próxima, y los jóvenes israelíes querían construir un nuevo
judaísmo, querían demostrar que no solo podían ser artistas o banqueros,
sino también agricultores, deportistas... Miraban hacia delante.
XL. ¿Cuándo cambió eso?
D.B. Con
el proceso contra Adolf Eichmann en Jerusalén, en 1961. El primer
ministro, David Ben-Gurion, pensó, y con razón, que era necesario
conocer lo que había ocurrido a través de uno de los criminales. Ver en
aquel individuo toda la crueldad, la frialdad y la inhumanidad de la
Shoa fue increíble. De repente, todo el mundo decía: «Tenemos que hacer
algo para que una cosa así no vuelva a suceder».
XL. ¿Qué había de equivocado en ello?
D.B. Nada,
por supuesto, pero en aquella época empezó también un malentendido: que
el Holocausto, del que se hizo derivar el derecho último de los judíos a
Israel, y la cuestión palestina tenían algo que ver. Seis años después
del juicio de Eichmann estalló la guerra de los Seis Días e Israel ya no
fue el mismo. ¡Los ortodoxos llegaron incluso a decir que no eran
territorios ocupados, sino que eran territorios bíblicos que habían sido
liberados! Desde entonces, los políticos israelíes no han dejado de
establecer una relación entre el antisemitismo europeo y el hecho de que
los palestinos no acepten la creación del Estado de Israel. ¡Y eso es
absurdo! En primer lugar, los palestinos no eran antisemitas,
simplemente no aceptaron su expulsión. El antisemitismo europeo, por su
parte, se remonta mucho más allá de la fundación del Estado de Israel,
en 1948. Se remonta incluso más allá del Holocausto. No hay ninguna
relación entre el problema palestino y el antisemitismo europeo, al
margen de que hoy se espera que los palestinos paguen por los pecados de
la historia. Probablemente haya en Israel gente que crea incluso que
Wagner, que murió en 1883, vivió en Berlín en 1942 y fue amigo de
Hitler.
XL. ¿Qué es lo que le fascina a usted de Wagner?
D.B.
Wagner exprimió al máximo todas las posibilidades expresivas de las que
dispone un compositor: armonía, dinámica, orquestación. Su música es
muy emocional y, al mismo tiempo, Wagner tenía un control extraordinario
sobre el efecto que perseguía provocar. Por eso, su música tiene algo
de manipuladora, con lo que no quiero decir que no sea honesta.
XL. ¿Esa explicación se puede aplicar a la afinidad que sentían los nazis por su música?
D.B.
No se puede responsabilizar a Wagner de esa conexión, aunque él era un
antisemita horrible. Hitler adoptó a Wagner como profeta, pero hasta lo
peor que Wagner escribió sobre los judíos fue reinterpretado por Hitler
de una manera de la que no se puede hacer responsable a Wagner.
XL. ¿Cómo es que acabó interpretando música de Wagner con su orquesta árabe-israelí, la West-Eastern Divan?
D.B. Los
músicos quisieron hacerlo. Yo dije: «Encantado, pero hablemos, es
delicado». No quería que ninguno tocara contra su voluntad.
XL. ¿La iniciativa partió de los árabes?
D.B.
Al contrario. Fueron los israelíes: uno de los músicos de viento.
Wagner es muy de instrumentos de viento. Le expliqué a la orquesta el
significado musical de Wagner. Realmente, como músico no se le puede
ignorar.
XL. Señor Barenboim, ¿es usted un patriota israelí?
D.B.
¿Qué es un patriota israelí? ¿De qué se puede estar orgulloso hoy en
día? ¿Cómo quiere ser patriota en un Estado que ocupa territorios
extranjeros desde hace 45 años? Sí, los palestinos podrían haber
aceptado la partición de Palestina en 1947, y no lo hicieron porque
creían que la partición era injusta. ¿Por qué no podemos por nuestra
parte aceptarlo como hecho histórico y pasar página? Es inhumano.
XL. Pero los vecinos de Israel son hostiles. Irán aboga por borrar del mapa al «régimen sionista».
D.B.
No soy un ingenuo. Sé muy bien que no hay ningún árabe, ningún
musulmán, que diga: «Tiene que haber un Estado judío en Oriente
Próximo». ¿Pero por qué deberían decirlo? La estrategia de Israel no
puede ser confrontar constantemente a los palestinos con el Holocausto,
lo que hay que hacer es enseñarles que Israel es una realidad. Nosotros
hemos cometido errores, vosotros habéis cometido errores, pero nosotros
estamos aquí y vosotros estáis ahí. Firmemos la paz con justicia para
todos.
XL. ¿Por qué este conflicto parece tan irresoluble?
D.B. Porque
la gente no lo ve como en realidad es. De hecho, todo el mundo sabe lo
que hay al final de esta historia: la retirada de Israel a las fronteras
de 1967 y una solución factible para Jerusalén y el retorno. Pero no es
un conflicto que se pueda solucionar política o militarmente, es un
conflicto humano. No necesitamos a la ONU; lo que necesitamos es un
psiquiatra.
XL. ¿Eso ayudaría?
D.B.
Estoy seguro de que hay muchos israelíes que sueñan con que se
despiertan un día y los palestinos se han ido, y viceversa. Cuando un
hombre sueña que se acuesta con Marilyn Monroe, está en su derecho. Pero
cuando se despierta, tiene que darse cuenta de que su mujer es otra.
XL. ¿Es su orquesta integrada por músicos árabes, israelíes y españoles una utopía hecha realidad?
D.B. Lo
veo más bien como la medicina alternativa. No actúa tan rápido, actúa
de otra manera. Somos una alternativa pensante. Tenemos un 40 por ciento
de israelíes y de árabes en la orquesta, y ninguno de ellos representa a
su Gobierno. Por eso, los árabes que no permiten que nuestra orquesta
actúe en su territorio están cometiendo un error.
XL.
Para su concierto en Gaza del año pasado tuvo que ir sin la orquesta
West-Eastern Divan, en su lugar se llevó a músicos de las filarmónicas
de Berlín y Viena. Pero asistió.
D.B. Y
recibí el más hermoso cumplido de mi carrera. Un hombre, entusiasmado,
me dijo: «Tenemos la sensación de que el mundo nos ha olvidado. Es
cierto que recibimos ayuda humanitaria y estamos muy agradecidos por
ella. Pero que usted haya venido con su orquesta nos hace sentir que
somos personas».
XL. ¿Por qué ha elegido Beethoven para los Juegos Olímpicos?
D.B.
Beethoven juega con todo, es dramático, lírico, épico. Solo hay una
cosa que nunca es: superficial. Su música toca la esencia de la
existencia humana y por eso es relevante para todo el mundo.
pasaporte israelí y palestino. Al menos, el único que no sea espía o
delincuente. Tener esa doble ciudadanía es un honor y un desafío que
adquirió en 2008 cuando, después de un concierto de piano en Ramala,
este judío de origen ruso nacido en Argentina aceptó la ciudadanía
palestina honoraria. La aceptó, dijo, para que sirviese como esperanza
de paz entre ambos pueblos. A ese cometido dedica Barenboim gran parte
de su energía y su talento desde hace años. Una lucha que ya le ha
valido el premio Príncipe de Asturias y por el que es eterno candidato
al Nobel. El galardón español lo recibió en 2002 con el escritor
estadounidense de origen palestino Edward Said. Juntos fundaron la
orquesta West-Eastern Divan, una iniciativa para reunir a jóvenes
músicos israelíes y árabes y en la que participan también españoles.
Hablamos con él en Berlín, donde reside. Como ciudadano español,
pasaporte que también tiene, estos días de primas de riesgo y rescates
financieros es imposible no preguntarle por la crisis...
XLSemanal. ¿Cómo se ve España desde Berlín?
Daniel Barenboim.
Vivo en Berlín, así que solo puedo observar la situación desde fuera,
pero creo que en España hay que superar las diferencias entre los dos
grandes partidos y hacer de la colaboración un objetivo prioritario.
Para mí, una de las mejores cosas de España es la forma en la que los
españoles consiguieron hacer juntos el trayecto desde la dictadura de
Franco hasta la democracia. Hoy hay que actuar como se hizo entonces:
juntos.
XL. ¿Cuál es su opinión sobre la crisis en Europa?
D.B.
No soy experto en economía y por eso solo tengo una opinión personal,
como cualquier otro ciudadano. No consigo entender cómo esto ha podido
llegar a ocurrir. Me pregunto cómo es posible que la política lo haya
permitido. No lo digo solo como crítica, sino también para expresar mi
asombro. Hay muchas cosas que no consigo entender.
XL. ¿Cree usted que esto puede ser no solo el final del euro, sino de Europa como la conocemos hoy?
D.B. En
el futuro no habrá una Europa como la que conocemos desde la Segunda
Guerra Mundial. La crisis actual hará que se convierta en una algo mejor
o mucho peor. Para resistir la crisis, tenemos que dejar a un lado los
estrechos pensamientos nacionales y de partido y pensar y actuar de una
forma que trascienda la política. Necesitamos grandes coaliciones que
renuncien a un cálculo partidista que nos llevará a la ruina. O Europa
se hunde como sistema o evolucionamos hacia unos verdaderos Estados
Unidos de Europa, con todos los privilegios y obligaciones que eso
implica, como en los Estados Unidos de América.
XL. Una de
sus reivindicaciones desde hace años es que en Israel se interprete la
música de Richard Wagner, pese a que no hay compositor que sea más
odiado allí que este antisemita alemán. ¿Por qué insiste?
D.B. Me
entristece que el Israel oficial impida interpretar a Wagner, como
volvió a hacer la Universidad de Tel Aviv hace un par de semanas. Lo veo
como síntoma de una enfermedad. Es una palabra muy dura, pero la elijo a
conciencia: en Israel hay una politización de la memoria del
Holocausto, y eso es horrible.
XL. Explíquese, por favor.
D.B.
Cuando fui de Argentina a Israel en 1952, con diez años, nadie hablaba
del Holocausto. Para los supervivientes, aquella catástrofe estaba
todavía muy próxima, y los jóvenes israelíes querían construir un nuevo
judaísmo, querían demostrar que no solo podían ser artistas o banqueros,
sino también agricultores, deportistas... Miraban hacia delante.
XL. ¿Cuándo cambió eso?
D.B. Con
el proceso contra Adolf Eichmann en Jerusalén, en 1961. El primer
ministro, David Ben-Gurion, pensó, y con razón, que era necesario
conocer lo que había ocurrido a través de uno de los criminales. Ver en
aquel individuo toda la crueldad, la frialdad y la inhumanidad de la
Shoa fue increíble. De repente, todo el mundo decía: «Tenemos que hacer
algo para que una cosa así no vuelva a suceder».
XL. ¿Qué había de equivocado en ello?
D.B. Nada,
por supuesto, pero en aquella época empezó también un malentendido: que
el Holocausto, del que se hizo derivar el derecho último de los judíos a
Israel, y la cuestión palestina tenían algo que ver. Seis años después
del juicio de Eichmann estalló la guerra de los Seis Días e Israel ya no
fue el mismo. ¡Los ortodoxos llegaron incluso a decir que no eran
territorios ocupados, sino que eran territorios bíblicos que habían sido
liberados! Desde entonces, los políticos israelíes no han dejado de
establecer una relación entre el antisemitismo europeo y el hecho de que
los palestinos no acepten la creación del Estado de Israel. ¡Y eso es
absurdo! En primer lugar, los palestinos no eran antisemitas,
simplemente no aceptaron su expulsión. El antisemitismo europeo, por su
parte, se remonta mucho más allá de la fundación del Estado de Israel,
en 1948. Se remonta incluso más allá del Holocausto. No hay ninguna
relación entre el problema palestino y el antisemitismo europeo, al
margen de que hoy se espera que los palestinos paguen por los pecados de
la historia. Probablemente haya en Israel gente que crea incluso que
Wagner, que murió en 1883, vivió en Berlín en 1942 y fue amigo de
Hitler.
XL. ¿Qué es lo que le fascina a usted de Wagner?
D.B.
Wagner exprimió al máximo todas las posibilidades expresivas de las que
dispone un compositor: armonía, dinámica, orquestación. Su música es
muy emocional y, al mismo tiempo, Wagner tenía un control extraordinario
sobre el efecto que perseguía provocar. Por eso, su música tiene algo
de manipuladora, con lo que no quiero decir que no sea honesta.
XL. ¿Esa explicación se puede aplicar a la afinidad que sentían los nazis por su música?
D.B.
No se puede responsabilizar a Wagner de esa conexión, aunque él era un
antisemita horrible. Hitler adoptó a Wagner como profeta, pero hasta lo
peor que Wagner escribió sobre los judíos fue reinterpretado por Hitler
de una manera de la que no se puede hacer responsable a Wagner.
XL. ¿Cómo es que acabó interpretando música de Wagner con su orquesta árabe-israelí, la West-Eastern Divan?
D.B. Los
músicos quisieron hacerlo. Yo dije: «Encantado, pero hablemos, es
delicado». No quería que ninguno tocara contra su voluntad.
XL. ¿La iniciativa partió de los árabes?
D.B.
Al contrario. Fueron los israelíes: uno de los músicos de viento.
Wagner es muy de instrumentos de viento. Le expliqué a la orquesta el
significado musical de Wagner. Realmente, como músico no se le puede
ignorar.
XL. Señor Barenboim, ¿es usted un patriota israelí?
D.B.
¿Qué es un patriota israelí? ¿De qué se puede estar orgulloso hoy en
día? ¿Cómo quiere ser patriota en un Estado que ocupa territorios
extranjeros desde hace 45 años? Sí, los palestinos podrían haber
aceptado la partición de Palestina en 1947, y no lo hicieron porque
creían que la partición era injusta. ¿Por qué no podemos por nuestra
parte aceptarlo como hecho histórico y pasar página? Es inhumano.
XL. Pero los vecinos de Israel son hostiles. Irán aboga por borrar del mapa al «régimen sionista».
D.B.
No soy un ingenuo. Sé muy bien que no hay ningún árabe, ningún
musulmán, que diga: «Tiene que haber un Estado judío en Oriente
Próximo». ¿Pero por qué deberían decirlo? La estrategia de Israel no
puede ser confrontar constantemente a los palestinos con el Holocausto,
lo que hay que hacer es enseñarles que Israel es una realidad. Nosotros
hemos cometido errores, vosotros habéis cometido errores, pero nosotros
estamos aquí y vosotros estáis ahí. Firmemos la paz con justicia para
todos.
XL. ¿Por qué este conflicto parece tan irresoluble?
D.B. Porque
la gente no lo ve como en realidad es. De hecho, todo el mundo sabe lo
que hay al final de esta historia: la retirada de Israel a las fronteras
de 1967 y una solución factible para Jerusalén y el retorno. Pero no es
un conflicto que se pueda solucionar política o militarmente, es un
conflicto humano. No necesitamos a la ONU; lo que necesitamos es un
psiquiatra.
XL. ¿Eso ayudaría?
D.B.
Estoy seguro de que hay muchos israelíes que sueñan con que se
despiertan un día y los palestinos se han ido, y viceversa. Cuando un
hombre sueña que se acuesta con Marilyn Monroe, está en su derecho. Pero
cuando se despierta, tiene que darse cuenta de que su mujer es otra.
XL. ¿Es su orquesta integrada por músicos árabes, israelíes y españoles una utopía hecha realidad?
D.B. Lo
veo más bien como la medicina alternativa. No actúa tan rápido, actúa
de otra manera. Somos una alternativa pensante. Tenemos un 40 por ciento
de israelíes y de árabes en la orquesta, y ninguno de ellos representa a
su Gobierno. Por eso, los árabes que no permiten que nuestra orquesta
actúe en su territorio están cometiendo un error.
XL.
Para su concierto en Gaza del año pasado tuvo que ir sin la orquesta
West-Eastern Divan, en su lugar se llevó a músicos de las filarmónicas
de Berlín y Viena. Pero asistió.
D.B. Y
recibí el más hermoso cumplido de mi carrera. Un hombre, entusiasmado,
me dijo: «Tenemos la sensación de que el mundo nos ha olvidado. Es
cierto que recibimos ayuda humanitaria y estamos muy agradecidos por
ella. Pero que usted haya venido con su orquesta nos hace sentir que
somos personas».
XL. ¿Por qué ha elegido Beethoven para los Juegos Olímpicos?
D.B.
Beethoven juega con todo, es dramático, lírico, épico. Solo hay una
cosa que nunca es: superficial. Su música toca la esencia de la
existencia humana y por eso es relevante para todo el mundo.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: O creamos los Estados Unidos de europa o nos hundimos
¿"Nos" hundimos, "europeo"?
Pinche "rubio color de llanta".
Pinche "rubio color de llanta".
luik- Cantidad de envíos : 9436
Fecha de inscripción : 11/07/2011
Edad : 41
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