Llega a Miami Orlando Luis Pardo Lazo
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Azali- Admin
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Re: Llega a Miami Orlando Luis Pardo Lazo
Majestic
Hoy New York se desbocó un poquito ante mi desasosiego.
Mi corazón se encoge a la hora del crepúsculo. La ciudad se hace efímera, Cuba emerge con la oscuridad. Estiro mis manos y respiro en voz alta, pero igual es como si nunca más pudiera amar a mi amor.
Compro tarjetas para llamar al mundo (en realidad, me las compran). Entro y salgo de una función maravillosa en Broadway (en realidad, me invitan y yo desperdicio de loco esa oportunidad). La gente afuera se hace fotos junto a un mar de disfraces y colores vivos (yo sigo de largo sin engancharme de las mil y una miradas que me proponen un guiño de no sé qué). Trato de coger taxis y todos van llenos. Toso, toso y supuro agüita por la nariz. Los rascacielos son de juguete. Me disculpan pero, precisamente por tenerlos delante de mí, es que no me los puedo creer (demasiado Hollywood te embota el sentido de lo real). Atrás están la muerte y la represión: banales, viles, inverosímiles. Como Cuba en esta hora del mundo en que me escapé (sólo para que me cacen luego como un conejo).
En el campus universitario de Columbia, unos norteamericanos sacan sus consignas castristas en contra de Yoani Sánchez. En mi opinión, todo es un show. Ni siquiera deben de haberla leído (yo tampoco la leo ya: a partir de ahora sólo la acción cambiará el estado criminoso de nuestra sociedad, que está desguazando a sus familias más decentes con golpes de horror). Pero hasta el repudio en New York es hermoso, y cuesta comparar esta protestica pop con la salvajada que en las calles cubanas patrocina sin sueldo el Ministerio del Interior: hasta donde sé, contratan a presidiarios y obreros (valga la redundancia) a cambio de una meriendita con jugo natural (en Brasil fue nada menos que nuestro excelentísimo embajador quien reclutó a los izquierdosos a cambios de becas gratis en la Isla de la Libertad).
Hablo con exiliados. Me han seguido en los últimos años por internet, lo cual me resulta simplemente desconcertante. Voy conociendo al rostro gráfico de la blogosfera libre cubana, el magnánimo Rolando Pulido, un alma de excepción. Masticamos cositas (llevo días y días en que no como casi, ni duermo: creo que sólo así resucitaré), mi cuerpo necesita ser tocado por la mirada del amor. Los exiliados saben que muy pronto ya no serán exiliado, que hay que fundar un país nuevo sin odios y sin pasado, donde sólo el partido comunista por respeto tendrá que estar al menos 50 años con limitación electoral (sin venganzas, que no traerían ni una pizca de liberación, pero sí sacando a flote toda la verdad sobre cuánto y cuánto en Cuba se cauterizó con tal de perpetuar a una o dos personas en el poder).
A ratos los post-exiliados se divierten con mis disparates en 140 caracteres y, aunque sus espíritus lucen mucho más sensibles que los de cualquiera en la Isla, los pobres no pueden tener ni idea de que mis twits más cómicos son producto de una asfixiante desesperación. Lo digo por primera vez a la vista del arrogante río Hudson: sólo en La Habana podría amar a mi amor, sólo en La Habana sería entonces la muerte de mi amor.
El frío hinca en las manos, que terminan el día rojas y con dolor. Quisiera morir de tuberculosis en el siglo XIX, anagrama del XXI. Quisiera leer en el New York Times que la Revolución cubana fue una especie de colectiva ilusión, que los cubanos todos siempre vivieron llenos de luz y con libertad afuera (toda frontera es fascismo), que dentro del pudridero sólo quedan los Castros y una cuenta cadáver de Twitter como cenotafio dictatorial (quién hereda los Followers de una cuenta cuando el twittero muere mientiendo en campaña con el fantasma de su recuperación). Quisiera poder moverme solo en el metro o que por favor me enseñes en esta semana tú. Quisiera, también, ser un homeless de los varios que he visto de medianoche. Un día me voy a bajar del carro con su caravana de seguridad y les voy a dar un billete en USD cambiado por mis CUC en La Habana. Un día, y no es una metáfora de pacotilla, Orlando Luis Pardo Lazo va a ser otro homeless en esta ciudad y tú no te vas a dar cuenta. Sólo dame un tiempo para completar mi ciclo cósmico de destrucción.
Estoy acabado como escritor.
Lo siento. Soy muy feliz.
Orlando Luis Pardo Lazo
desde Nueva York
- Orlando Luis Pardo
La Habana, Cuba
Hoy New York se desbocó un poquito ante mi desasosiego.
Mi corazón se encoge a la hora del crepúsculo. La ciudad se hace efímera, Cuba emerge con la oscuridad. Estiro mis manos y respiro en voz alta, pero igual es como si nunca más pudiera amar a mi amor.
Compro tarjetas para llamar al mundo (en realidad, me las compran). Entro y salgo de una función maravillosa en Broadway (en realidad, me invitan y yo desperdicio de loco esa oportunidad). La gente afuera se hace fotos junto a un mar de disfraces y colores vivos (yo sigo de largo sin engancharme de las mil y una miradas que me proponen un guiño de no sé qué). Trato de coger taxis y todos van llenos. Toso, toso y supuro agüita por la nariz. Los rascacielos son de juguete. Me disculpan pero, precisamente por tenerlos delante de mí, es que no me los puedo creer (demasiado Hollywood te embota el sentido de lo real). Atrás están la muerte y la represión: banales, viles, inverosímiles. Como Cuba en esta hora del mundo en que me escapé (sólo para que me cacen luego como un conejo).
En el campus universitario de Columbia, unos norteamericanos sacan sus consignas castristas en contra de Yoani Sánchez. En mi opinión, todo es un show. Ni siquiera deben de haberla leído (yo tampoco la leo ya: a partir de ahora sólo la acción cambiará el estado criminoso de nuestra sociedad, que está desguazando a sus familias más decentes con golpes de horror). Pero hasta el repudio en New York es hermoso, y cuesta comparar esta protestica pop con la salvajada que en las calles cubanas patrocina sin sueldo el Ministerio del Interior: hasta donde sé, contratan a presidiarios y obreros (valga la redundancia) a cambio de una meriendita con jugo natural (en Brasil fue nada menos que nuestro excelentísimo embajador quien reclutó a los izquierdosos a cambios de becas gratis en la Isla de la Libertad).
Hablo con exiliados. Me han seguido en los últimos años por internet, lo cual me resulta simplemente desconcertante. Voy conociendo al rostro gráfico de la blogosfera libre cubana, el magnánimo Rolando Pulido, un alma de excepción. Masticamos cositas (llevo días y días en que no como casi, ni duermo: creo que sólo así resucitaré), mi cuerpo necesita ser tocado por la mirada del amor. Los exiliados saben que muy pronto ya no serán exiliado, que hay que fundar un país nuevo sin odios y sin pasado, donde sólo el partido comunista por respeto tendrá que estar al menos 50 años con limitación electoral (sin venganzas, que no traerían ni una pizca de liberación, pero sí sacando a flote toda la verdad sobre cuánto y cuánto en Cuba se cauterizó con tal de perpetuar a una o dos personas en el poder).
A ratos los post-exiliados se divierten con mis disparates en 140 caracteres y, aunque sus espíritus lucen mucho más sensibles que los de cualquiera en la Isla, los pobres no pueden tener ni idea de que mis twits más cómicos son producto de una asfixiante desesperación. Lo digo por primera vez a la vista del arrogante río Hudson: sólo en La Habana podría amar a mi amor, sólo en La Habana sería entonces la muerte de mi amor.
El frío hinca en las manos, que terminan el día rojas y con dolor. Quisiera morir de tuberculosis en el siglo XIX, anagrama del XXI. Quisiera leer en el New York Times que la Revolución cubana fue una especie de colectiva ilusión, que los cubanos todos siempre vivieron llenos de luz y con libertad afuera (toda frontera es fascismo), que dentro del pudridero sólo quedan los Castros y una cuenta cadáver de Twitter como cenotafio dictatorial (quién hereda los Followers de una cuenta cuando el twittero muere mientiendo en campaña con el fantasma de su recuperación). Quisiera poder moverme solo en el metro o que por favor me enseñes en esta semana tú. Quisiera, también, ser un homeless de los varios que he visto de medianoche. Un día me voy a bajar del carro con su caravana de seguridad y les voy a dar un billete en USD cambiado por mis CUC en La Habana. Un día, y no es una metáfora de pacotilla, Orlando Luis Pardo Lazo va a ser otro homeless en esta ciudad y tú no te vas a dar cuenta. Sólo dame un tiempo para completar mi ciclo cósmico de destrucción.
Estoy acabado como escritor.
Lo siento. Soy muy feliz.
Orlando Luis Pardo Lazo
desde Nueva York
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