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Mensaje por CalaveraDeFidel Lun Mayo 06, 2013 2:05 pm

Merece la pena leerlo todo.
El fiscal Éric de Montgolfier se ha levantado a las tres de la madrugada en Bourges, en el centro de Francia, ha viajado hasta París para tomar un avión a Madrid y a las nueve de la mañana aguarda puntual su turno en San Fernando de Henares para declarar como testigo en la vista de extradición de Hervé Falciani, el exempleado del HSBC de Ginebra que se apoderó del tesoro más preciado de esta entidad: las cuentas secretas de 130.000 evasores fiscales, al menos 4.000 españoles. Su testimonio es clave porque este hombre de 65 años, casado con una abogada y padre de tres hijas, fue la persona que en 2010 descubrió en la casa de Falciani en Castellar, un pueblo de la Costa Azul (Francia), los archivos informáticos encriptados que han permitido a varios Gobiernos la mayor caza de evasores fiscales en la historia de la Unión Europea. Una investigación compleja que inició en solitario y que ha apuntalado aún más su fama de caballero blanco, de fiscal independiente que actúa sin pedir permiso, dice lo que piensa e incomoda a banqueros, políticos y a los ministros de Justicia franceses de sucesivos Gobiernos.

Acude a la fiscalía montado en su bicicleta, tiene un aspecto afable y sereno, pero ha sentado en el banquillo a una lista variopinta de personajes de las finanzas y la política francesa. Montgolfier acusó a Bernard Tapie, exministro, financiero y expresidente del club de fútbol Olimpique de Marsella (OM), de intentar comprar en 1993 un partido contra el Valenciennes. Casi toda la antigua directiva del OM, campeón de Europa en 1993, fue condenada por un tribunal a penas de cárcel. Tapie le llamó “majara” y apostilló: “Sin este asunto, Montgolfier sería un magistrado desconocido, siniestro. Si después de 25 años de carrera lo único que ha logrado es ser fiscal en Valenciennes, es que no debe ser…”.

Se equivocó. La credibilidad del fiscal creció en la misma proporción que lo hacía la mala fama del polémico empresario, implicado en sucesivos escándalos. Durante los diez años que permaneció como fiscal jefe de Niza investigó a miembros del Ayuntamiento y denunció las vidriosas relaciones de algunos de sus compañeros de judicatura con los poderes locales.

Montgolfier acude al encuentro con el periodista, en un céntrico hotel de Madrid, después de declarar ante los magistrados de la Audiencia Nacional que deciden el futuro del enigmático Falciani, el exinformático del HSBC que ha puesto a esta entidad bancaria en la situación más difícil de su historia. El fiscal viste una americana cruzada azul marino, camisa de un tono más suave con finas rayas blancas, corbata burdeos, pantalones grises y zapatos marrones de estilo inglés. No parece cansado pese a que ya han pasado diez intensas horas desde que amaneció en su casa de Bourges, la histórica y apacible ciudad francesa de 100.000 habitantes, su último destino en la Corte de Apelación, un oasis comparado con el huracán que levantó en la efervescente Niza.

PREGUNTA: ¿Ha hablado con Falciani?

RESPUESTA: Me saludó y no lo reconocí. [El exempleado del HSBC acudió a la vista con peluca, gafas de pasta y maquillado].

P: ¿Cómo ha ido su declaración?

R: Bien, sigo vivo [sonríe]. Es la primera vez que estoy ante un tribunal español. Aquí los juicios son diferentes.

P: ¿Le sorprendió que Falciani le llamara a declarar como testigo?

R: No, porque soy uno de los que pueden decir cuál fue su papel en el descubrimiento de los documentos y en la ayuda que nos ha proporcionado.

P: ¿Cree que el futuro de Falciani está en parte en sus manos?

R: Primero depende de los jueces. He aportado algunos elementos, pero la vida de Falciani no va a acabar en los tribunales españoles. Ha traicionado los intereses de un banco muy grande y tendrá problemas para encontrar trabajo en el sector. Soy un testigo y nada más… A España se le pide una actitud moral. Cuando supe que había sido arrestado aquí por una petición de extradición de Suiza, me dije a mí mismo que no sería justo que fuera entregado.

P: ¿Es cierto que sin su ayuda no se habría podido recuperar la información secreta del HSBC?

R: Habría sido mucho más complicado. Nos ayudó a entrar en el ordenador porque estaba encriptado. Había partes que nosotros no habríamos encontrado. Falciani nos las proporcionó. Su ayuda fue preciosa.

P: ¿Qué opina de Falciani? ¿Le parece más un héroe o un ladrón, como aseguran las autoridades suizas?

R: No sé cómo tengo que considerarlo. Al principio dije que tiene un temperamento mesiánico, que posee algo que aportar al mundo sumido en una crisis financiera. No estoy seguro de que sea tan simple. Hay seguramente una parte verdadera, pero hay aspectos poco claros antes de haber sido detenido en Niza. No sé lo que hizo, lo que quería hacer. Hay episodios en su recorrido que parecen discutibles.

P: ¿Me habla de una parte oscura?

R: Antes de ser detenido en Francia hay un episodio en Líbano que no sé bien en qué consistió. Creí comprender que pretendió vender [la información] a un banco libanés que rechazó el ofrecimiento. Sí, hay algunas zonas de sombra en esta historia. En Francia no intentó venderla. Si lo propuso en otros sitios, no lo sé. Si hubiera obtenido dinero, no estaría en la situación financiera en la que parece estar hoy. Sus abogados dicen que es difícil.

P: Cuando las autoridades suizas les pidieron un registro, no les informaron de lo que se escondía en la casa de Falciani.

R: Pensamos que era una petición banal. Al ver que asistiría el procurador federal, creímos que venía de vacaciones porque Niza es un sitio con sol y playa. Después supimos, no por Suiza, sino por Falciani, lo que había. Los suizos no fueron claros con nosotros.

P: ¿Qué pensó cuando la Gendarmería le informó que tenía en su poder los nombres de 130.000 evasores fiscales?

R: Pensé que era un asunto demasiado grande y que no podría tratarlo todo [sólo se han investigado las cuentas de personas físicas superiores al millón de euros]. Es una de las mayores evasiones fiscales de la historia. El presidente de la República acaba de anunciar la creación de la Fiscalía Nacional Anticorrupción. Viéndolo con distancia, pensé que habría sido mejor tenerla antes.

P: ¿Tuvo alguna presión o insinuación del Gobierno francés para que devolviera esos ficheros sin investigarlos?

R: Hay dos soluciones para un fiscal: preguntar al ministro lo que tiene que hacer o bien hacer lo que cree. No pregunté al ministro, abrí la investigación sin preguntarle su opinión. No sé si me hubiera dicho sí o no. Yo sabía que tenía que llevar a cabo esta investigación. No hubo presión. [El caso finalmente se puso en manos de la Fiscalía de París y Montgolfier se quedó con la parte de Niza].

P: ¿Y presiones de los bancos o de otras instituciones?

R: Los dirigentes del HSBC no querían que investigáramos las cuentas. Y Suiza también estaba en contra. Muchos suizos dijeron: no tenéis derecho… Del procurador federal [suizo] recibí correos desagradables, poco diplomáticos, pero, bueno, eso no es importante.

P: ¿Qué ha sido lo más difícil de sus pesquisas?

R: La sensación de ignorancia. Elegimos criterios para ordenar esa masa de información que en papel habría llenado los vagones de un tren, pero no sabíamos si estábamos dejando de lado cosas importantes. Y cuando tenemos una lista de 8.600 nombres franceses, no quiere decir que a través de sociedades o de fiduciarios no haya más franceses involucrados. Y lo mismo pasa en España. No creo que España tenga todo lo que hay, debe de tener la lista de los titulares españoles, pero puede que en la lista de franceses haya españoles escondidos, o detrás de las sociedades que quedan por investigar.

P: Un tren con los nombres de evasores de numerosos países.

R: Para un caso como este, con tantos países implicados, debería haber una fiscalía europea. Creo que sería factible. Hay muchos involucrados, y no solo europeos, de Canadá, de EE UU y hasta de países árabes. Cada país debería ocuparse de lo que le concierne. Es lo que justificó que Francia se quedara con la información y la distribuyera a los países afectados. La mandé también a los fiscales italianos y alemanes. No ha habido muchos países que los hayan pedido, y no entiendo por qué. Hasta llamé a un amigo en Bélgica y le dije que deberían interesarse, pero no me llegó ninguna petición.

P: ¿Qué sintió al tener en sus manos las cuentas secretas de tanta gente?

R: Es un caso bonito. En la vida de un fiscal hay muchas cosas pequeñas, accidentes, robos, sucesos. Te da la impresión de que realmente vas a ser útil.

P: Imagino que será una sensación parecida a la de un periodista cuando descubre una gran historia y cree que servirá para algo.

R: ¡Seguro! ¡Seguro! [Sonríe]. Estábamos fascinados por la importancia del caso, pero al mismo tiempo decíamos: ¡atención! Tiene que ser un caso real. Como en el periodismo, no hay que equivocarse. Le recuerdo el falso caso en el que se implicó al expresidente Nicolas Sarkozy. Y me dije: cuidado, hay que asegurarse de que todo esto es cierto.

P: Casi todos los casos de corrupción conducen a cuentas en paraísos fiscales, muchas veces en territorios bajo bandera británica. ¿Por qué cree que pervive este sistema tan injusto y escandaloso?

R: No estoy seguro de que los ingleses tengan una fibra muy europea. Su visión es muy egocéntrica. Me sorprende el hecho de que los países de Europa se comprometieran a no hacer nada que fuera en contra de los intereses de los otros. Los bancos son un elemento que pesa mucho en la economía de un país. En Suiza habría que cerrar los bancos si se mantienen en el secreto bancario. El problema es por qué se reemplazarían. Es como si les dijéramos a algunos Estados de Sudamérica que paren de cultivar droga. Si les pedimos que renuncien a esa parte de su economía, por qué la reemplazamos. Habría que darles otra forma de sobrevivir.

P: Hollande asegura que está decidido a combatir los paraísos fiscales. ¿Cree en esta declaración de intenciones?

R: [Se ríe]. ¡Es el presidente de la República! La crisis que atraviesa Francia es tan grande que hace falta hacer algo. El problema es que desde hace tiempo constato que las cosas funcionan por picos. Hoy se habla de la corrupción, de fraude fiscal, del HSBC. Se empieza a hablar, sube, sube, sube, y de pronto puff, se acabó, ya no se habla más. Me gustaría que no se dejara de hablar de algo tan importante como esto. Las instituciones deben tener verdadera fuerza, hay que dotarlas de medios y poner al frente a personas que tengan ganas de cumplir con su tarea. Hay que crear organismos que sirvan de verdad para luchar contra la corrupción. Y ahí la historia me hace ser más desconfiado.

P: El ministro de Hacienda socialista Jérôme Cahuzac, recientemente destituido por ocultar una cuenta en Suiza, y el banco Reyl son los últimos escándalos de la clase política francesa. ¿Se esconden en esta entidad más secretos inconfesables de personalidades francesas?

R: [Sonríe]. Secretos hay por todas partes, pero en el sistema bancario, más que secretos, hay penumbra. Lo vemos en nuestro país, en el que hoy preguntas a nuestros políticos cuál es su patrimonio y la mayoría no lo quieren dar. Yo estoy dispuesto a decir lo que tengo porque sé muy bien de dónde viene. Cuando alguien afirma: no puedo decir lo que tengo, yo sospecho que esa persona puede estar escondiendo algo. Soy fiscal. No es escandaloso tener dinero si se puede explicar su procedencia.

P: Usted es un fiscal incómodo para los poderes públicos. Seguro que el alcalde y el prefecto de Niza no le echan de menos.

R: No estaba al tanto de que las autoridades públicas no se sentían cómodas conmigo [sonríe]. Un fiscal no está para hacer favores, sino para combatir el crimen y recordar a los unos y a los otros que hay que respetar la ley.

P: ¿Cuál ha sido el momento más duro de su carrera?

R: [Silencio]. Cada vez que he visto que las injurias afectaban a los míos, pero fuera de eso no ha habido más problemas; al contrario, ciertas personas me han hecho un favor, me han dado la fuerza de resistirlos. Bajo presión, o cedes y te cuesta mirarte a ti mismo, o resistes y eres aún más fuerte.

P: ¿Su trabajo ha afectado muchas veces a los suyos?

R: Bastantes, pero estaban preparados. O bien agachas la cabeza, y si la agachas una vez, la agachas siempre, o bien te dices a ti mismo que tienes un deber que has elegido. No es una cuestión de valentía, sino de honestidad.

P:Algunos medios franceses le llaman ‘caballero blanco’. ¿No cree que todos los jueces y fiscales deberían serlo?

R: Que se limiten a ser jueces o fiscales estaría bien. Si les propones que sean caballeros blancos, te dirán: no, es demasiado duro para mí. Hay que pedirles que hagan lo que juraron que iban a hacer: justicia. En mi caso es solo una definición mediática. Conozco bastantes magistrados a los que no calificaría de caballeros blancos, pero que son rigurosos. Y eso es lo único que se les debe pedir. Cuando era joven magistrado, me decían: despacio, ya tendrás grandes funciones, pero si empiezas a relajarte, te relajas todo el tiempo. Un fiscal me dijo un día hablando de mi futuro: “Haz de chulo y todo irá bien”. Me indicaba que prostituyendo la justicia tenía todas las posibilidades de llegar a altas funciones. No es muy interesante… [Se ríe].

P: Pero los ciudadanos, en general, no confían en la justicia.

R: La justicia da miedo, no sabe hacerse accesible. Se obstina cuando los magistrados hablan un lenguaje incomprensible. La justicia no satisface a nadie. Desconfiar de la justicia me parece algo normal. Desconfiamos también porque no la conocemos. A veces los magistrados no son tan buenos como nos gustaría. Es un conjunto de cosas que explican por qué la justicia es poco apreciada. Admiramos a los médicos que nos salvan, pero no al que te mata. Y no estamos forzosamente en el lado bueno.

P: A veces le acusan de hablar demasiado.

R: Si a los ciudadanos no les gusta la justicia, lo mejor que se puede hacer es dar explicaciones. No podemos quejarnos de que no les gustamos si no nos molestamos en exponerles lo que somos y lo que podemos hacer.

P: En algunas cosas me recuerda usted al juez Baltasar Garzón, un hombre que combatió el terrorismo y la corrupción. Acabó expulsado por unas escuchas ilegales a abogados en prisión. Usted también fue acusado de atentar contra la libertad de un detenido.

R: Fui absuelto. Estar delante de un tribunal para responder de tus actos no es nada escandaloso. Lo habría sido si me hubieran condenado. He propiciado sancionar a mucha gente como para no aceptar que el sistema me juzgue a mí. Cuando salí a declarar dije: es una experiencia y desearía que todos los magistrados de Francia la vivan. Creo que no hizo gracia a nadie. [Risas]. El caso de Garzón demuestra que si molestamos a los poderosos, hay que ser rigurosos en extremo, y aun así no estamos seguros. No puedes tener el más mínimo fallo. Usted utilizaba antes el término de caballero blanco, es mejor el de zorro. Cuando me dicen que soy un magistrado mediático, digo: menos mal. Si tienes la voluntad de hacer algo y lo haces en la sombra, corres el riesgo de forzar algunas veces un poco la ley.

P: Le quedan unos meses para jubilarse. No le veo paseando en su bicicleta. ¿Ha pensado en dedicarse a la política?

R: [Cara de sorpresa]. ¡Jamás! ¡Jamás! Me lo han propuesto varias veces. Dicen que estoy preparando mi candidatura, pero no, no sabría hacerlo. He pasado mi tiempo diciéndole a la gente qué tenían que hacer, recordándoles la ley, como para transformarme en: ¿qué tal estás?, ¿puedo hacer algo por ti? No, no sabría hacerlo. Soy literalmente incapaz. Fuera de la justicia y de la política hay un montón de cosas que se pueden hacer: escribir, apasionarse. Hay muchas cosas, pero no la política.

P: ¿Y su bicicleta?

R: Ya no puedo ir a la fiscalía en mi bicicleta. Cuarenta y ocho horas después de llegar a Bourges me la habían robado. [Se ríe]. Y la policía no ha conseguido encontrarla.

P: Dígame lo mejor de Bourges y lo peor de Niza para un fiscal.

R: Lo mejor de Bourges es la tranquilidad provinciana, un poco alsaciana. Lo peor de Niza: nunca sabes con quién hablas. A veces hablas con gente en la que tienes confianza, aunque es difícil… Pero tengo amigos en Niza. [Se ríe].
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Esto sí es un temazo. http://elpais.com/elpais/2013/05/02/eps/1367488664_401434.html Empty Y quién es Falcani.

Mensaje por CalaveraDeFidel Lun Mayo 06, 2013 2:07 pm

¿Por qué vino a España si sabía que había una orden internacional de busca y captura contra usted?

— Porque mi vida corría peligro. Estados Unidos me había avisado poco antes de que sería fácil que alguien pagara para que intentaran matarme. Tuve que planear mi huida al milímetro. Y elegí España sabiendo que iría a la cárcel y que Suiza pediría mi extradición. Nada ha sido casual.

Hervé Falciani (40 años) recorre con su dedo pulgar su cuello de flanco a flanco para subrayar el riesgo que corría de ser asesinado. El exempleado francoitaliano de la sede del Hong Kong Shanghai Bank Corporation (HSBC) en Ginebra ha dejado atrás la abultada peluca y las gafas de pasta negra con las que trató de ocultar su imagen durante su juicio de extradición a Suiza del pasado lunes. Han pasado dos días desde entonces, y Falciani se muestra con su aspecto habitual, quizá modificado por una coqueta perilla.

La cita con EL PAÍS —la primera entrevista que concede a un medio español— se produce cerca del escondite en el que permanece desde que la sección segunda de la Audiencia Nacional lo dejó en libertad en diciembre. El lugar secreto desde el que colabora codo con codo y cada día con la Fiscalía Anticorrupción para seguir delatando evasores fiscales. Oculto y protegido para evitar cualquier atentado que se pueda perpetrar contra él. Porque Falciani tiene grandes enemigos: el HSBC —el cuarto banco del mundo por valor en bolsa— de cuyo sistema extrajo entre 2006 y 2008 las cuentas de 130.000 clientes; el sistema financiero suizo, siempre celoso de su opacidad; y miles de presuntos defraudadores a los que ha denunciado desde 2009, algunos con vínculos con grandes cárteles del narcotráfico, grupos de criminalidad organizada de carácter trasnacional y organizaciones terroristas.

— ¿Cuál era el riesgo del que le alertó Washington?

Los norteamericanos me propusieron dos fechas para viajar. Sabían hasta qué juez estaba de guardia
— El 1 de junio de 2012, un mes antes de llegar a España, comencé a trabajar de nuevo con la Justicia estadounidense desde París. Los americanos me avisaron de que el Senado de Estados Unidos iba a lanzar graves acusaciones contra el HSBC por su falta de control sobre el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo. Que el banco iba a ser declarado culpable. Me dijeron que, a partir de entonces, mi vida correría peligro. Tenía dos opciones: iniciar una nueva vida en Estados Unidos o viajar a otro lugar para ganar tiempo. Me dijeron que el único sitio seguro en Europa sería España, que había utilizado con éxito mi información en casos importantes como el de la familia Botín. Creían que sería poco probable que España aprobara mi extradición a Suiza. Así, podría seguir colaborando con la Justicia.

— ¿Sondeó a las autoridades españolas antes de partir?

— Contacté con algunos elementos.

— ¿Qué elementos?

— No se lo puedo decir, pero se lo puede imaginar…

El 1 de julio de 2012, Falciani fue detenido en el puerto de Barcelona, al que llegó a bordo de un barco procedente de Sète (Francia). Hasta hoy, se creía que su arresto, en virtud de una orden de detención internacional emitida por Berna, fue casual. Fuentes policiales aseguraron que los agentes se lo encontraron gracias a un control rutinario de documentación que se realizó al pasaje. Su salida de Francia era un misterio. Porque hasta entonces, Falciani permanecía refugiado en su casa de Castellar, el último pueblecito de la Costa Azul pegado a la frontera italiana, al que huyó el 21 de diciembre de 2008 desde Ginebra. En medio de los dos países de los que tiene pasaporte y a salvo de ser extraditado a Suiza, porque ni Francia ni Italia entregan a sus ciudadanos.

— Podría haber cogido el coche o el tren y, una vez aquí, presentarse en la primera comisaría en lugar de viajar en barco a Barcelona, ¿por qué no lo hizo?

— El barco era la manera más segura de que saltara la orden internacional de detención emitida por Suiza contra mí. A pesar de que viajaba a territorio Schengen, en el puerto de Sète me pidieron el pasaporte ya que el barco salía a aguas internacionales. Eso es lo que provocó que, a mi llegada a Barcelona, la policía española me estuviera esperando. En cuanto pisé España fui detenido.

— ¿Qué sentido tenía acabar en una cárcel española?

— La prisión era un lugar seguro. Los americanos me propusieron inicialmente dos fechas para viajar, el 1 y el 3 de julio del año pasado. Al final decidieron que debía coger el barco el 1 de julio. Sabían hasta qué juez estaría de guardia a mi llegada. Cuál sería el más favorable a nuestra estrategia. En función de ello se decidió mi salida hacia España.

El organismo estadounidense con el que, por entonces, colaboraba Falciani era el departamento de Justicia del Gobierno de EE UU, según fuentes de la Audiencia Nacional. El exemplado del HSBC ayudaba a sus funcionarios a investigar al banco, para el que había trabajado entre 2000 y 2008 como técnico de sistemas mientras se concluía la investigación abierta un año antes por el Senado estadounidense. Dos semanas largas después de su huida a España y su detención en Barcelona, el subcomité permanente de investigaciones sobre seguridad interior de la Cámara hizo públicas sus conclusiones.

Se desató el escándalo. El HSBC y su filial estadounidense, HBUS, habían descuidado durante años sus controles sobre blanqueo de dinero, lo que permitió a muchos de sus clientes lavar fondos procedentes de actividades ilícitas. La filial mexicana del banco había transferido a la americana 7.000 millones de dólares entre 2007 y 2008, parte de los cuales procedían de la venta de droga en EE UU por cárteles del vecino del sur. El subcomité también descubrió sus transacciones con otros bancos de Arabia Saudí y Bangladesh relacionados supuestamente con Al Qaeda y organizaciones terroristas satélites, así como unas 25.000 transferencias con Irán, archienemigo de Washington.

El presidente ejecutivo del HSBC, Stuart Gulliver, tuvo que pedir disculpas públicas el 29 de octubre y aseguró sentir “vergüenza” y “dolor” por lo ocurrido. Pero eso no bastó. El banco, además, se vio obligado a provisionar 2.000 millones de dólares para hacer frente a las posibles multas que, como resultado de esa investigación, se le impusieran en Estados Unidos y otros países por facilitar el blanqueo de capitales. Algo que no se podría haber logrado sin la ayuda de Falciani que, según su abogado, Joan Garcés, había colaborado activamente con el Senado de EE UU.

Cuando la Cámara hizo público el documento, el francoitaliano ya estaba en la cárcel de Valdemoro, en las cercanías de Madrid. A salvo, como él mismo sostiene. Solo amenazado por la demanda de extradición de Suiza, que le acusa de haber intentado lucrarse con su lista de evasores. Falciani viajó a Líbano el 4 de febrero de 2008 y se presentó en las oficinas del banco Audi, en Beirut, bajo el pseudónimo de Ruben Al-Chidiak. El Gobierno suizo insiste en que su interés primordial era económico. Mantiene que quería vender la lista y que, como no lo consiguió, comenzó entonces a colaborar con la justicia de distintos países. Falciani, sin embargo, sostiene que, con ese viaje trató de provocar una alerta de Swissbank, la patronal bancaria suiza. Esa alarma saltó un mes después, en marzo, e indicaba que el tal Al-Chidiak, había ofrecido una serie de bases de datos de clientes de bancos suizos, según la demanda de extradición de Berna. Falciani, sin embargo, solo fue interrogado por la justicia suiza nueve meses después, el 20 de diciembre. Y la policía lo dejó libre tras el interrogatorio. Al día siguiente, el francoitaliano abandona Suiza y se se instala en Castellar.

— ¿Pidió dinero por sus datos?

— Yo nunca he pedido nada por ellos. Solo he tratado de ayudar a la justicia. Estoy harto de escuchar infundios procedentes de Suiza. La justicia de ese país dice una y otra vez que lo intenté porque es la única manera que tienen de acusarme del delito de espionaje industrial que me imputan. Solo si demuestran que yo intenté lucrarme con mi información podrían achacarme ese delito.

— Pero habría podido hacerlo.

— Por eso precisamente no tiene sentido lo que dice Suiza. El otro día leí en un periódico que Alemania había pagado cuatro millones de euros por un disco con información de evasores con cuentas en bancos suizos. Yo también podría vendérselos. Incluso ahora mismo. Porque sin mí, esos datos no se pueden utilizar. Y, sin embargo, no lo he hecho. La información que yo he suministrado está encriptada y asegurada. De ese modo, solo puede acceder a ella la justicia con mi ayuda. Lo hice así por mi propia seguridad. Y ahora tengo pruebas de ello.

— ¿Qué pruebas?

— Las que se expusieron en el juicio de extradición. Hasta que se celebró, el lunes, solo tenía mi palabra contra la del HSBC. En el juicio se ha demostrado que yo no traté de enriquecerme, que solo he querido colaborar con la justicia. Así lo mantuvieron tanto la fiscal española como el fiscal francés, Éric de Montgolfier, que declaró como testigo. Ambos dejaron claro que la persecución del HSBC contra mí no comenzó con mi viaje a Líbano, sino en el momento en que yo empecé a colaborar con Francia. Ahora es la justicia española, y no solo yo, quien ha demostrado que yo no quería vender mi información. La alerta de Swissbank sobre mi viaje a Beirut es de marzo de 2008, pero el HSBC no presentó su denuncia contra mí hasta marzo de 2009, cuando se sabía que yo ya trabajaba con Francia. Era eso lo que el banco quería evitar. Que colaborara. También se ha probado que ha sido imposible que la justicia suiza se ocupe de las ilegalidades que cometen sus bancos. Ellos no quisieron investigar a pesar de mis denuncias.

Los supuestos defraudadores tratan con personas que los bancos suizos envían a los países a buscar clientes
Por esa razón ha decidido hablar. Porque ahora no es solo él quien mantiene su versión. Las fiscalías de la Audiencia Nacional y la francesa han defendido en un proceso judicial, el de su entrega a Suiza, que su intención solo fue la de colaborar. También Anticorrupción, con quien trabaja desde el 17 de septiembre, ha adjuntado a las diligencias de extradición un certificado en que asegura que su cooperación con las autoridades españolas es completamente desinteresada. Que lo hace gratis.

Montgolfier, el fiscal francés que declaró en el juicio, es un personaje clave en la trayectoria de Falciani. El exjefe de la fiscalía de Niza, actualmente destinado en la Corte de Apelación de Bourges, fue quien judicializó por primera vez la información suministrada por el exempleado del HSBC. Es su número dos el que, el 20 de enero de 2010, se presenta en la casa del informático en Castellar con un retén de policía para detenerlo y requisar “una serie de datos personales robados” que reclamaba la justicia suiza. Falciani explica al fiscal francés y a los agentes que se presentan en su domicilio que, en realidad, lo que busca Berna son las identidades de miles de evasores fiscales que están en su poder. Montgolfier, ante la importancia del hallazgo —“la información podría llenar varios trenes de mercancías”, dijo el lunes en el juicio—, abre su propia investigación contra los defraudadores.


Hervé Falciani, en 2009.
De la mano de Montgolfier, Falciani empieza a colaborar con la Gendarmería para desencriptar su lista. Y Francia, tras algunos titubeos, decide no devolverla a las autoridades helvéticas. El Gobierno de Nicolas Sarkozy envía copias a los países con los que tiene tratado de cooperación en materia fiscal, entre ellos España. Hacienda los recibe el 24 de mayo de ese mismo año. Comienza “la mayor regularización de la historia de España”, como recordó en el juicio del pasado lunes Carlos Ocaña, secretario de Estado de Hacienda en el Ejecutivo de Zapatero, que intervino como testigo en la causa. De los 1.500 nombres que envía Francia, Hacienda identifica a 659. Así recupera 260 millones de euros supuestamente evadidos al fisco. La lista contiene nombres como el del presidente del Santander, Emilio Botín, y su familia. También el empresario catalán Manuel Lao. O una sociedad de Francisco Correa, el cabecilla de la trama Gürtel y su cómplice y exalcalde de Boadilla, Arturo González Panero.

— ¿Podría darme algunos nombres de los españoles de su lista?

— No. De ninguna manera. Se ha hablado mucho de la lista Falciani, pero los datos que yo he proporcionado no son solo listas de evasores. La información que yo tengo demuestra que los bancos suizos libran una guerra económica. Ellos son el enemigo. Y se trata de un enemigo que no es estático sino dinámico. Se adapta a cualquier directiva contra la evasión fiscal o el blanqueo de dinero para seguir haciendo caja. Además, los distintos paraísos fiscales funcionan en red.

Ahora es la justicia española y no solo yo quien ha demostrado que no quise cobrar por mi información
— Está diciendo que, los bancos suizos se saltan la normativa sistemáticamente…

— En esa adaptación de los bancos a los límites que se les imponen juega un papel fundamental la tecnología. Cada vez que aparece una nueva norma o directiva se crea un nuevo proyecto estratégico para sortearla. Sin expertos en esos proyectos tecnológicos la justicia será incapaz de desarrollar su propia estrategia contra el fraude. Es ahí donde yo puedo echar una mano.

— ¿En qué colabora ahora con la Fiscalía Anticorrupción?

— Trabajamos en el tema de los intermediarios, de los gestores. Se trata de personas que se dedican a captar clientes para los bancos suizos en España, Francia, Italia, Alemania… Los supuestos defraudadores tratan con ellos para entrar en contacto con los bancos suizos. Con el rescate europeo a Chipre, muchos de ellos tratan ahora de captar a los ciudadanos rusos que tenían su dinero en ese paraíso fiscal. También ayudo a España y Francia en la creación de un órgano multidisciplinar dedicado a la vigilancia de la evasión fiscal y el blanqueo de dinero con personas que tengan conocimientos tecnológicos similares a los míos.

Falciani, sin embargo, ha sufrido hasta llegar aquí la detención, la cárcel, la separación de su esposa y su hijo... ¿Ha valido la pena?

— Ahora podría vivir tranquilo en Estados Unidos. ¿Por qué no aceptó su oferta?

— América puede ayudarnos en esta lucha, pero no podemos dejar todo este trabajo en sus manos. Francia, España, Europa en general, también tienen que librar esta guerra. Porque es la gente normal la que está sufriendo sus consecuencias.

Francia envía otras 2.500 cuentas

La investigación abierta por la Fiscalía Anticorrupción sobre los evasores que aparecen en la lista Falciani no deja de crecer. A los 1.500 nombres de la relación inicial de 2010 —entre los que se encontraban la familia Botín; el recién juzgado médico del dopaje Eufemiano Fuentes; el cabecilla de la trama Gürtel, Francisco Correa; o el exalcalde de Boadilla del Monte (Madrid) Arturo González Panero, imputado en ese mismo caso— se sumaron el pasado 4 de abril otras 2.508 cuentas facilitadas también por Francia gracias a la colaboración de Falciani con ese país. Anticorrupción ya está analizando toda esa información y, con la ayuda del extrabajador del HSBC, trata de detectar a los nuevos evasores con deudas fiscales millonarias con el Estado español.
Los primeros 1.500 nombres enviados por París se recibieron en la Agencia Tributaria el 26 de mayo de 2010. Fue el consejero financiero de la Embajada francesa el que, a finales del año anterior, se había puesto en contacto con el que era entonces director general de la Agencia Tributaria, Luis Pedroche, según declaró este el pasado lunes en el juicio de extradición de Falciani en la Audiencia Nacional. Tras cotejar esas cuentas con las investigaciones que Hacienda tenía abiertas sobre algunos de esos titulares de cuentas en el HSBC de Ginebra, se logró identificar a 659 presuntos defraudadores españoles. En total, la cantidad recuperada, aseguró Carlos Ocaña en el juicio de extradicción de Falciani —el secretario de Estado de Hacienda entonces— ascendió a 260 millones de euros. Sin embargo, las sumas puestas a buen recaudo en el banco suizo, según Ocaña, por estos defraudadores podían ascender a los 6.000 millones.
Estos primeros 1.500 nombres son los que manejaba el Ministerio de Justicia francés. Francia sacó extractos de la lista sobre nacionales de distintos países con los que ha firmado acuerdos de cooperación en materia fiscal, como España, Italia, Reino Unido o Alemania, y los envió a sus respectivos Gobiernos. La nueva lista que acaba de obtener España es la que elaboró la gendarmería francesa después de que el fiscal francés Éric de Montgolfier, atendiendo a una petición de la justicia suiza, ordenara detener e interrogar a Falciani así como registrar su domicilio de Castellar, donde se había refugiado el 21 de diciembre de 2008 huyendo de Ginebra. Durante la entrada de los agentes en su casa, el francoitaliano puso a disposición de la fiscalía de Niza y de la Gendarmería toda su información. Y colaboró durante meses con el Instituto de Investigación Criminal del cuerpo policial francés. En esa lista, según fuentes de la investigación, aparecen 2.508 personas y sociedades españolas o con actividad en nuestro país.
La colaboración de Anticorrupción con Falciani comenzó el 17 de septiembre, cuando el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, ordenó la apertura de unas diligencias de investigación, así que el informático comenzó a trabajar codo con codo con el Ministerio Público cuando todavía se encontraba en prisión. Las nuevas cuentas enviadas por Francia responden a una comisión rogatoria mandada en octubre a las autoridades judiciales de ese país en el marco de esas diligencias de Anticorrupción.
La información de Falciani es como un puzle que solo él sabe resolver, por lo que su colaboración es indispensable. Los datos sobre cada una de las cuentas del HSBC aparecen disgregados en diferentes columnas y encriptados con un complejo sistema de seguridad diseñado por el banco. Una vez descifrados, junto a cada nombre aparecen decenas de cifras. Cada una corresponde a un saldo diferente: fideicomisos, testaferros, intermediarios, sociedades pantalla..., que llevan al mismo titular.
Falciani también asesora a la Fiscalía sobre la figura de los gestores, recogida en el derecho bancario suizo. Se trata de personal ajeno al banco que se dedica a captar clientes en el extranjero. Sirven para que la entidad pueda abrir cuentas sin preguntar por la procedencia del dinero, ya que, en caso de que los fondos provengan de actividades ilícitas como el narcotráfico, son los gestores los que asumen la responsabilidad derivada de esas conductas. Anticorrupción, gracias a Falciani, ya ha detectado algunos de estos agentes que operan en España y que están relacionados con investigaciones abiertas en la Audiencia Nacional.
Así pues, lo importante de la información del francoitaliano no es solo el nombre de las personas físicas o jurídicas con cuentas en el HSBC. También la complejidad del sistema informático del banco. Los investigadores creen que los métodos de esa entidad podrían ser extrapolables a toda la banca suiza.
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Mensaje por Azali Lun Mayo 06, 2013 5:02 pm

El segundo mensaje es la entrevista a Falciani ?

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Mensaje por CalaveraDeFidel Lun Mayo 06, 2013 8:16 pm

si , olvidé el link, de otros ejemplar del pais.
El fiscal frances es un perro de presa, el dia que se supiera quien tiene cuenta ahi se sabria lo de Fidel.
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Mensaje por Azali Lun Mayo 06, 2013 8:29 pm

Fidel jamas tendria una cuenta a su nombre en otro pais, ni en Cuba..

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Mensaje por CalaveraDeFidel Mar Mayo 07, 2013 4:46 am

Pero Azali, sabes que las cuentas en Suiza son números sin nombre , ¿no?
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