¿Aplausos o abucheos?
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¿Aplausos o abucheos?
El separatista es irracional y, entre el odio y la barbarie, ocupa el lugar de los nuevos bárbaros
Los separatistas, desde entonces, han degenerado mucho. El odio les ha ido corrompiendo moralmente y produciendo un regreso muy acusado a una especie de caverna de degradación humana, en lo ético y en lo estético. La estética batasuna, que empezó a imitar a los escoceses de Braveheart, en lo peinados, y que incide en una regresión medieval, se ha tornado simplemente sucia. Semblantes tortuosos, con miradas torvas y corazones ennegrecidos por el odio y la cobardía, que se instalan en la pertenencia a una tribu.
Hay una élite acomodada que ha hecho del separatismo una coartada para la corrupción. Esto es muy acusado, por ejemplo, en los Pujol, donde Oriol ha salido, en corrupto, al padre; los Roca, los Millet, los Colom o personajes tan degenerados como Duran i Lleida –misterio que haya sido el político más valorado en España, puro síndrome de Estocolmo- y Carod-Rovira, pero la base separatista, tanta catalana como vascongada, ha hecho un proceso de regresión a la barbarie.
Por de pronto, no procrean. Este es un problema nacional general, pero es aún más acusado en el separatismo, cuya tribu, tan identificada con el global de la especie (ser vasco o ser catalán lo identifican con ser hombre) se está extinguiendo y se extinguirá en el plazo de una generación. El lesbianismo está generalizado entre las etarras. El paisaje de la homosexualidad también es muy general entre los separatistas catalanes.
El odio ha impuesto el feísmo, la suciedad y la irracionalidad. El separatista es irracional y ocupa el lugar de los nuevos bárbaros. Ya no están acostumbrados a razonar, sino que el odio les ha acostumbrado a la violencia mental y a la dependencia de consignas, en toscas dialécticas amigo-enemigo. Por ejemplo, los separatistas catalanes odian al español y aman al musulmán si habla en catalán o aunque no hable en catalán, porque lo consideran más humano que al español. El musulmán quiere exterminarlos, porque es lo que predica el Corán, pero los separatistas han decidido que incluso eso es preferible a cualquier cosa que suene a España. Les han adoctrinado en las escuelas totalitarias en estos esquemas reduccionistas.
Esa degradación a la barbarie es muy acusado en el terreno de la historia. Lo que diferencia a la civilización de la barbarie es el rigor histórico, la existencia de una historia, que diferencia la prehistoria de la historia propiamente dicha. La bárbara costumbre de reescribir la historia, de inventársela, les está dejando propiamente sin historia, les está devolviendo a la prehistoria.
Por ejemplo, se ha ocultado por completo este año la efeméride de los ochocientos años de la batalla de Las Navas de Tolosa tanto en las provincias vascongadas como en Navarra, cuando es su mayor momento épico y es su historia real. Lo que ocurre es que su historia real es Cristo y España, la civilización cristiana occidental, renegando de ella se están sumiendo en la podredumbre. Los separatistas tienen prohibido el nombre de España, pero su historia es España. Durante siglos los españoles han sido conocidos como los vascos en todos los puertos del mundo, porque tanto la oficialidad como la marinería de la Armada española era de buenos patriotas españoles de origen vasco. La primera promoción de la Escuela de Guardiamarinas era en el 95% de vascos, y ese porcentaje abrumador se mantuvo mucho tiempo.
Tanto Sabino Arana como Prat de La Riba en su tosco y acomplejado mesianismo simplemente decían que antes de ellos todos habían sido traidores.
Traidores ellos que renegaban de sus antepasados, lo que sólo hacen los desnaturalizados.
Ahora simplemente se inventan la historia. La civilización occidental se basa en el rigor. En otro caso, se vuelve al mito, al esoterismo tribal, al tótem, y es lo que le está sucediendo al separatismo, que está produciendo una juventud envejecida, iletrada, tribal y prehistórica. Ya ni tan siquiera buscan el retorno a las ideas puras de la caverna platónica, sino a los despojos hediondos de la pura caverna prehistórica en medio de la glaciación de sus corazones ateridos por el odio.
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Enrique de Diego.- Se han hecho pocos estudios de sociología sobre el separatismo. Al comienzo de la transición se hizo uno, curiosamente, sobre Ermua, donde después sería concejal el mártir Miguel Ángel Blanco. Reflejaba ese extraño fenómeno, denominado maketo, por el que andaluces y extremeños se convierten en discípulos de Sabino Arana y juegan a ser más separatistas que nadie.Los separatistas, desde entonces, han degenerado mucho. El odio les ha ido corrompiendo moralmente y produciendo un regreso muy acusado a una especie de caverna de degradación humana, en lo ético y en lo estético. La estética batasuna, que empezó a imitar a los escoceses de Braveheart, en lo peinados, y que incide en una regresión medieval, se ha tornado simplemente sucia. Semblantes tortuosos, con miradas torvas y corazones ennegrecidos por el odio y la cobardía, que se instalan en la pertenencia a una tribu.
Hay una élite acomodada que ha hecho del separatismo una coartada para la corrupción. Esto es muy acusado, por ejemplo, en los Pujol, donde Oriol ha salido, en corrupto, al padre; los Roca, los Millet, los Colom o personajes tan degenerados como Duran i Lleida –misterio que haya sido el político más valorado en España, puro síndrome de Estocolmo- y Carod-Rovira, pero la base separatista, tanta catalana como vascongada, ha hecho un proceso de regresión a la barbarie.
Por de pronto, no procrean. Este es un problema nacional general, pero es aún más acusado en el separatismo, cuya tribu, tan identificada con el global de la especie (ser vasco o ser catalán lo identifican con ser hombre) se está extinguiendo y se extinguirá en el plazo de una generación. El lesbianismo está generalizado entre las etarras. El paisaje de la homosexualidad también es muy general entre los separatistas catalanes.
El odio ha impuesto el feísmo, la suciedad y la irracionalidad. El separatista es irracional y ocupa el lugar de los nuevos bárbaros. Ya no están acostumbrados a razonar, sino que el odio les ha acostumbrado a la violencia mental y a la dependencia de consignas, en toscas dialécticas amigo-enemigo. Por ejemplo, los separatistas catalanes odian al español y aman al musulmán si habla en catalán o aunque no hable en catalán, porque lo consideran más humano que al español. El musulmán quiere exterminarlos, porque es lo que predica el Corán, pero los separatistas han decidido que incluso eso es preferible a cualquier cosa que suene a España. Les han adoctrinado en las escuelas totalitarias en estos esquemas reduccionistas.
Esa degradación a la barbarie es muy acusado en el terreno de la historia. Lo que diferencia a la civilización de la barbarie es el rigor histórico, la existencia de una historia, que diferencia la prehistoria de la historia propiamente dicha. La bárbara costumbre de reescribir la historia, de inventársela, les está dejando propiamente sin historia, les está devolviendo a la prehistoria.
Por ejemplo, se ha ocultado por completo este año la efeméride de los ochocientos años de la batalla de Las Navas de Tolosa tanto en las provincias vascongadas como en Navarra, cuando es su mayor momento épico y es su historia real. Lo que ocurre es que su historia real es Cristo y España, la civilización cristiana occidental, renegando de ella se están sumiendo en la podredumbre. Los separatistas tienen prohibido el nombre de España, pero su historia es España. Durante siglos los españoles han sido conocidos como los vascos en todos los puertos del mundo, porque tanto la oficialidad como la marinería de la Armada española era de buenos patriotas españoles de origen vasco. La primera promoción de la Escuela de Guardiamarinas era en el 95% de vascos, y ese porcentaje abrumador se mantuvo mucho tiempo.
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CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
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» No tengo ni idea de quien es t-maría 2,pero...Excelente tema.Aplausos para ella y para la señora Erma.
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