FILÓSOFO ITALIANO HABLA DE LA SITUACIÓN ACTUAL
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FILÓSOFO ITALIANO HABLA DE LA SITUACIÓN ACTUAL
https://elpais.com/ideas/2020-04-10/paolo-flores-darcais-filosofo-ahora-una-revolucion-es-el-minimo-indispensable.html
Paolo Flores d’Arcais, filósofo: “Ahora una revolución es el mínimo indispensable”
Margarita
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Paolo Flores d’Arcais, filósofo: “Ahora una revolución es el mínimo indispensable”
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Re: FILÓSOFO ITALIANO HABLA DE LA SITUACIÓN ACTUAL
ñigo Domínguez
11 abr 2020 - 12:14 CEST
Paolo Flores d’Arcais (Cervignano del Friuli, Italia, 1944), filósofo y periodista, es uno de los intelectuales de referencia de la izquierda italiana. Durante un tiempo en la política activa, pero sobre todo desde los ochenta al frente de la revista MicroMega, de la que es director. Atiende a EL PAÍS desde su casa, en Roma, en el país que ha sido la primera línea de batalla en Europa contra el coronavirus. Su último libro es Questione di vita e di morte – un’apologia filosofica del diritto all’eutanasia, (Einaudi, 2019) (Cuestiones de vida y muerte. Una apología filosófica del derecho a la eutanasia).
PREGUNTA. ¿Cómo cree que ha afrontado Italia la crisis?
RESPUESTA. Según pasaba el tiempo tuve la sensación de que todas las medidas generalmente se tomaban como mínimo con una semana de antelación respecto a los datos que ya había, en documentos del instituto de sanidad, en la revista Nature. Y luego he visto que en otros países, en Francia, en España, no se ha aprovechado la experiencia del retraso en Italia, y han tenido retrasos aún mayores.
P. ¿Los Gobiernos estaban informados y no querían actuar o no estaban bien informados?
R. No es tan simple. Ya a mitad de febrero debía ser evidente a las autoridades que había un riesgo de pandemia, que la difusión mundial era casi segura. Y a finales de febrero ya había informes de la OMS que pedían las medidas que ahora son tomadas en todas partes.
P. ¿Cree que ha pesado demasiado el miedo a parar economía, los Gobiernos han tenido presiones en este sentido?
R. Estas presiones han existido. Basta releer declaraciones de la patronal. Pero no puedes poner en el mismo plano el problema de la salud y el de la economía. Hay momentos en que uno de los dos debe ser sacrificado y es obvio que debe ser el económico. Se debe cerrar todo menos lo esencial. Pero los Gobiernos tampoco han tomado medidas radicales por un motivo comprensible, que obliga a afrontar el funcionamiento de las instituciones democráticas. Hasta que el miedo no estuviera verdaderamente extendido las medidas iban a ser impopulares. Solo cuando la situación fue grave la sensibilidad logró consenso. A mediados de febrero todo consentía tomar medidas radicales, pero el alcalde de Milán dijo: “Milán no se para”. La patronal temía perder cuotas del mercado internacional. Se jugó el Atalanta-Valencia. Ha existido un conflicto entre el mercado y el deber de establecer una prioridad, la vida de las personas. Y vemos que los retrasos continúan.
P. Pero luego han llegado las medidas. ¿Hay solución?
R. Es evidente que las medidas mínimas para reducir la posibilidad de una catástrofe son la emisión de eurobonos, un aumento gigantesco de la deuda pública, EE UU ya lo ha hecho, pero en Europa debe ser compartido. Temo que Alemania, Holanda y otros países dirán que no. Dirán sí a los egoísmos nacionales, y a que Italia, España y otros países sean puestos bajo tutela de los ministros de Finanzas alemanes. Algo análogo a lo que sufrió Grecia, y creo que hoy se debe reconocer que aquello fue una decisión criminal, recortes drásticos al Estado de bienestar. La situación dramática en que se afronta el virus es el resultado de treinta años de política demencial, pero nadie ha reconocido que se equivocó. Es más, siguen sin querer aprender. Son muchas las cosas que aún tendremos que comprender, pero es que ya hay cosas clarísimas que no se quieren asumir.
P. Tras la crisis de 2008 la reacción a largo plazo fue populismo, nacionalismo. Pero quizá ahora en lección haya algo de positivo ¿o no?
R. Dependerá de las decisiones de los Gobiernos. Si no se invierte el rumbo de las políticas de los últimos 30 años las previsiones son catastróficas. Solo la igualdad nos puede salvar. Los Gobiernos que parecen más conscientes solo están diciendo que habrá que gastar más en sanidad. Si fueran conscientes dirían: hemos cometido un error clamoroso cuando fuimos a Grecia y les dijimos que si querían dinero debían recortar el estado del bienestar. Debían buscarlo en la evasión fiscal de los grandes patrimonios. Holanda, el país que más se opone a los bonos, es el país donde van las multinacionales para pagar menos impuestos. Si queremos afrontar un futuro que será de todos modos dramático Europa no puede tener como objetivo el equilibrio de balances, sino una redistribución gigantesca de la riqueza. Esa riqueza existe, en evasión fiscal y corrupción. Si no la situación social será incontrolable en algunos países. Y es ahí donde la derecha subversiva arrasa.
P. Pero el shock de lo que estamos viviendo, una situación histórica, quizá cause un cambio de conciencia, algo positivo.
R. Por desgracia el elector no se comporta de forma lógica. Trump, que tiene ante la epidemia la actitud más demente, crece en los sondeos. No podemos decir si la gente se hará mejor. Quien tiene el poder debe cambiar las políticas. Quien tenga un mínimo de influencia pública debe empujar en esta dirección. Necesitaremos transparencia, es otra cuestión crucial. Si queremos afrontar los costes económicos, necesitaremos transparencia de la riqueza. Si no pagarán las clases medias, que no pueden ocultar sus riquezas. Ya se han empobrecido, y son atraídas por las sirenas demagógicas de la extrema derecha. Una de las primeras medidas que la UE ya debería haber tomado es la transparencia de las riquezas. Es intolerable que pueda haber cuentas cifradas, sociedades ocultas, blanqueo de dinero.
P. Habrá resistencias.
R. Claro. Esto es una revolución respecto a la lógica de los mercados financieros, de su peso en la economía, los intereses del establishment… Las finanzas como juego de azar y la deslocalización se hacen intolerables. Esto implica poner en discusión los privilegios, pero una revolución es el mínimo indispensable para decir que el futuro no será dramático, si comenzamos ya. Si no, solo tendremos la duda de que tipo de catástrofe será. Si tenemos la tecnología para detectar los contagios, la hay para detectar las riquezas.
P. Es muy interesante ver cómo China, origen de la crisis, también la está aprovechando como una gran campaña de imagen.
R. La fascinación que tendrán los regímenes autoritarios en la gente será inevitable si las democracias no renacen, no cambian de comportamiento. Porque la democracia nace sobre tres palabras: libertad, igualdad, hermandad. Y cada una debe ser interpretada a la luz de la palabra sucesiva. La libertad, a la luz de la igualdad, si no, se convierte en privilegio. Y la igualdad, si no es interpretada a la luz de la hermandad, un destino común, puede convertirse en una simple igualdad jurídica y abstracta. Por tanto las democracias que en la posguerra parecían encaminarse en esta dirección, de más igualdad, luego se han traicionado a sí mismas, porque la lógica ultraliberal que impera es la negación de la democracia. Hemos vivido la explosión, la legalización, la santificación de los privilegios. No hay nada peor que decir: estamos todos en el mismo barco. No, no es así. Estamos todos en el Titanic, pero los de tercera clase murieron más, porque los botes se los cogieron los de primera clase. Hace falta que los Gobiernos se den cuenta de que es necesario volver a empezar en el estado de bienestar. Y sin esto de aquí no saldremos.
11 abr 2020 - 12:14 CEST
Paolo Flores d’Arcais (Cervignano del Friuli, Italia, 1944), filósofo y periodista, es uno de los intelectuales de referencia de la izquierda italiana. Durante un tiempo en la política activa, pero sobre todo desde los ochenta al frente de la revista MicroMega, de la que es director. Atiende a EL PAÍS desde su casa, en Roma, en el país que ha sido la primera línea de batalla en Europa contra el coronavirus. Su último libro es Questione di vita e di morte – un’apologia filosofica del diritto all’eutanasia, (Einaudi, 2019) (Cuestiones de vida y muerte. Una apología filosófica del derecho a la eutanasia).
PREGUNTA. ¿Cómo cree que ha afrontado Italia la crisis?
RESPUESTA. Según pasaba el tiempo tuve la sensación de que todas las medidas generalmente se tomaban como mínimo con una semana de antelación respecto a los datos que ya había, en documentos del instituto de sanidad, en la revista Nature. Y luego he visto que en otros países, en Francia, en España, no se ha aprovechado la experiencia del retraso en Italia, y han tenido retrasos aún mayores.
P. ¿Los Gobiernos estaban informados y no querían actuar o no estaban bien informados?
R. No es tan simple. Ya a mitad de febrero debía ser evidente a las autoridades que había un riesgo de pandemia, que la difusión mundial era casi segura. Y a finales de febrero ya había informes de la OMS que pedían las medidas que ahora son tomadas en todas partes.
P. ¿Cree que ha pesado demasiado el miedo a parar economía, los Gobiernos han tenido presiones en este sentido?
R. Estas presiones han existido. Basta releer declaraciones de la patronal. Pero no puedes poner en el mismo plano el problema de la salud y el de la economía. Hay momentos en que uno de los dos debe ser sacrificado y es obvio que debe ser el económico. Se debe cerrar todo menos lo esencial. Pero los Gobiernos tampoco han tomado medidas radicales por un motivo comprensible, que obliga a afrontar el funcionamiento de las instituciones democráticas. Hasta que el miedo no estuviera verdaderamente extendido las medidas iban a ser impopulares. Solo cuando la situación fue grave la sensibilidad logró consenso. A mediados de febrero todo consentía tomar medidas radicales, pero el alcalde de Milán dijo: “Milán no se para”. La patronal temía perder cuotas del mercado internacional. Se jugó el Atalanta-Valencia. Ha existido un conflicto entre el mercado y el deber de establecer una prioridad, la vida de las personas. Y vemos que los retrasos continúan.
“La lógica ultraliberal que impera es la negación de la democracia. Se han legalizado los privilegios”
P. Pero luego han llegado las medidas. ¿Hay solución?
R. Es evidente que las medidas mínimas para reducir la posibilidad de una catástrofe son la emisión de eurobonos, un aumento gigantesco de la deuda pública, EE UU ya lo ha hecho, pero en Europa debe ser compartido. Temo que Alemania, Holanda y otros países dirán que no. Dirán sí a los egoísmos nacionales, y a que Italia, España y otros países sean puestos bajo tutela de los ministros de Finanzas alemanes. Algo análogo a lo que sufrió Grecia, y creo que hoy se debe reconocer que aquello fue una decisión criminal, recortes drásticos al Estado de bienestar. La situación dramática en que se afronta el virus es el resultado de treinta años de política demencial, pero nadie ha reconocido que se equivocó. Es más, siguen sin querer aprender. Son muchas las cosas que aún tendremos que comprender, pero es que ya hay cosas clarísimas que no se quieren asumir.
P. Tras la crisis de 2008 la reacción a largo plazo fue populismo, nacionalismo. Pero quizá ahora en lección haya algo de positivo ¿o no?
R. Dependerá de las decisiones de los Gobiernos. Si no se invierte el rumbo de las políticas de los últimos 30 años las previsiones son catastróficas. Solo la igualdad nos puede salvar. Los Gobiernos que parecen más conscientes solo están diciendo que habrá que gastar más en sanidad. Si fueran conscientes dirían: hemos cometido un error clamoroso cuando fuimos a Grecia y les dijimos que si querían dinero debían recortar el estado del bienestar. Debían buscarlo en la evasión fiscal de los grandes patrimonios. Holanda, el país que más se opone a los bonos, es el país donde van las multinacionales para pagar menos impuestos. Si queremos afrontar un futuro que será de todos modos dramático Europa no puede tener como objetivo el equilibrio de balances, sino una redistribución gigantesca de la riqueza. Esa riqueza existe, en evasión fiscal y corrupción. Si no la situación social será incontrolable en algunos países. Y es ahí donde la derecha subversiva arrasa.
“Holanda, el país que más se opone a los bonos, es el país donde van las multinacionales para pagar menos impuestos”
P. Pero el shock de lo que estamos viviendo, una situación histórica, quizá cause un cambio de conciencia, algo positivo.
R. Por desgracia el elector no se comporta de forma lógica. Trump, que tiene ante la epidemia la actitud más demente, crece en los sondeos. No podemos decir si la gente se hará mejor. Quien tiene el poder debe cambiar las políticas. Quien tenga un mínimo de influencia pública debe empujar en esta dirección. Necesitaremos transparencia, es otra cuestión crucial. Si queremos afrontar los costes económicos, necesitaremos transparencia de la riqueza. Si no pagarán las clases medias, que no pueden ocultar sus riquezas. Ya se han empobrecido, y son atraídas por las sirenas demagógicas de la extrema derecha. Una de las primeras medidas que la UE ya debería haber tomado es la transparencia de las riquezas. Es intolerable que pueda haber cuentas cifradas, sociedades ocultas, blanqueo de dinero.
P. Habrá resistencias.
R. Claro. Esto es una revolución respecto a la lógica de los mercados financieros, de su peso en la economía, los intereses del establishment… Las finanzas como juego de azar y la deslocalización se hacen intolerables. Esto implica poner en discusión los privilegios, pero una revolución es el mínimo indispensable para decir que el futuro no será dramático, si comenzamos ya. Si no, solo tendremos la duda de que tipo de catástrofe será. Si tenemos la tecnología para detectar los contagios, la hay para detectar las riquezas.
P. Es muy interesante ver cómo China, origen de la crisis, también la está aprovechando como una gran campaña de imagen.
R. La fascinación que tendrán los regímenes autoritarios en la gente será inevitable si las democracias no renacen, no cambian de comportamiento. Porque la democracia nace sobre tres palabras: libertad, igualdad, hermandad. Y cada una debe ser interpretada a la luz de la palabra sucesiva. La libertad, a la luz de la igualdad, si no, se convierte en privilegio. Y la igualdad, si no es interpretada a la luz de la hermandad, un destino común, puede convertirse en una simple igualdad jurídica y abstracta. Por tanto las democracias que en la posguerra parecían encaminarse en esta dirección, de más igualdad, luego se han traicionado a sí mismas, porque la lógica ultraliberal que impera es la negación de la democracia. Hemos vivido la explosión, la legalización, la santificación de los privilegios. No hay nada peor que decir: estamos todos en el mismo barco. No, no es así. Estamos todos en el Titanic, pero los de tercera clase murieron más, porque los botes se los cogieron los de primera clase. Hace falta que los Gobiernos se den cuenta de que es necesario volver a empezar en el estado de bienestar. Y sin esto de aquí no saldremos.
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