La ciudad encontrada
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La ciudad encontrada
La ciudad encontrada
8 de junio de 2009.-
(Wendy Guerra; Una habanera en Miami. Feria del Libro 2008)
La primera noche me quedé encerrada en aquel edificio de Arquitectónica, con un hueco en el techo desde donde se puede ver todo en el Downtown.
Desde aquel andamiaje 'High Tech' que nos guardaba entre cristales y sal, conversaba yo con uno de los nietos de la llamada generación 'Peter Pan'. Este muchacho de 28 años me contaba lo que para él era "ser cubano" y lo que sentía por Cuba.
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Wendy en Miami. | W. G.
El primer hotel donde me hospedé quedaba en Bal Harbour; el segundo, junto al río sepia, fue el Hyatt, pero casi nunca me enclaustré en la habitación y me dejé ir tras sus voces al teléfono. Me escapaba a ver Miami: 'La ciudad encontrada' del otro lado del muro.
Conocer lo que debería temer
Hecha para estar a la defensiva, contra cualquier pronóstico, me mantuve tranquila, lacia, me dejé llevar en un barco ebrio que mi amigo William Navarrete reservó para varios escritores, artistas y amigos cubanos en la Feria del Libro de Miami.
Rastree el 'monstruo' entre encuentros, obras de artistas recuperados, lágrimas y descubrimientos familiares dispersos, ya sin remedio. Alfredo Triff y Rosie Inguanzo; Gustavo Acosta. Músicos, poetas y actrices, la feria misma en el corre-corre de los participantes y hermanos: Daina Chaviano, Abilio Estévez y Nilo Cruz, Alejandro, Wilfredo y Lula, entre otros que me abrazaban después del largo viaje. Mis libros expuestos y mi pequeña mano firmando poco a poco los ejemplares vendidos. Aterrizaba. Nerviosa, taconeaba entre mis colegas del B.39 que no paraban de animarme: Guadalupe, Newman, Thays, Adriana y Junot estaban conmigo en la charla, se integró en mí el pasado, el presente y el futuro. Dormí poco pero bien. Al amanecer, justo al tercer día, encontré el periódico en el suelo alfombrado, ante la puerta leí la entrevista concedida a la aguda periodista Sara Moreno, y en la foto, yo hacía aquel gesto relajado de mi madre. Buena señal.
En casa del arquitecto Jorge Trelles supe bien y para siempre, que un edificio, una ciudad, un sentimiento, están más allá de la arquitectura que les guarda, del territorio que le es asignado en el espacio. Conocí su palacio cubano con aires venecianos que atrapaban el secreto del traslado, más no el de la mudanza definitiva, el trastorno del exilio.
Sí, ellos eran los que estaban a 90 millas, tan cerca y tan lejos: ¿Hace cuántos años teníamos pendiente esta conversación sobre arquitectura humana?
Me senté en el Versailles. Caminé por Lincoln Road y los cubanos que manoteaban y graficaban con sus ojos me parecían familiares, entrañables. Firmé autógrafos, repartí besos y conversé sobre mis programas infantiles.
Los periodistas, los amigos, los organizadores de la feria y mi casa editorial, los escritores, los amores ya imposibles; todos se mantenían expectantes ante la experiencia de cruzar el muro, de probar la temperatura de las aguas, de ir y venir sin el gesto marcado por la 'jettatura' de un permiso, puesto por quien sea. ¿Hasta cuándo tanta 'lejanía'? Pensaba en el bote, cantando con mis amigos, hablando sobre mil temas hice por fin silencio y... "me senté a llorar por los ausentes", se me acabaron los dedos de las manos al calcular cuántos amigos balseros no alcanzaron a llegar a esas costas en aquel verano del 94 (entre otros). Claro que pensé en Joel y María Angélica. Claro que me quedé sola, en la proa, sintiendo que nada me pertenecía en realidad. Tal vez sólo la ciudad que encuentras luego de mil narraciones distintas.
La ciudad y su réplica.
La Carreta, El Castillo de Farnés, el Puerto de Sagua, El Gato Tuerto, La Bodeguita del Medio, La Gran Vía, La Época, tienen su replica en Miami.
Si achinaba los ojos, podía ver el Habana (Libre) Hilton, que aparecía en un mural del rascacielos 50 de Biscayne Boulevard.
Wendy, en La Habana. | W. G.
Mi amigo Rafael Fornés el arquitecto, me comentó que esa duplicidad estaba relacionada con la luz y el clima, las escuelas arquitectónicas, los constructores cubanos, y la pirueta mágica de transgredir las fronteras. La urgencia de unidad estilística y el anhelo de cercanía humana, 'ciudades del Ying y el Yang'.
Yo me levantaba temprano mientras él hacía yoga en la playa.
Al otro lado de tu cuerpo queda La Habana, dije tocando la punta del mar como un pañuelo. La Habana, una ciudad voz, ciudad canto que me llama, que me busca, y yo a ella, con un amor descarnado y profundo, la ciudad que no me abandona nunca. La ciudad está más allá de la política y el abandono, que se proyecta y dilata en dos almas, la que resiste en la cabeza de quienes la abandonan, la que se sostiene para siempre en la memoria de quienes la transitan. Nadie posee la ciudad real. La ciudad real se ha transformado.
En Miami conocí personas míticas, gente de la que sólo tenía referencias. Pude juzgar por mí misma para "que nadie te haga un cuento". Pisé boliches rojos, puse arena en mis manos, tome café cubano y nada me hizo diferente a lo que he sido. La misma ola, la misma espera.
Recorrí entonces la arquitectura formal que nos refleja (teoría del 'mirror-city').
Los edificios que nos nombran.
En esta ruta de mar está el gesto replicante que luego los políticos se encargaran de reconocer en sus concilios y voces comunes. Con sus odios o miedos comunes.
Y donde nos dijeron como a niños: "No se puede", dirán, "ya se puede".
Por el momento: "Duele, duele mucho", aquí o allá, al otro lado del mar siempre está, 'la Ciudad interior', 'la ciudad encontrada'.
http://www.elmundo.es/elmundo/blogs/habaname/
8 de junio de 2009.-
(Wendy Guerra; Una habanera en Miami. Feria del Libro 2008)
La primera noche me quedé encerrada en aquel edificio de Arquitectónica, con un hueco en el techo desde donde se puede ver todo en el Downtown.
Desde aquel andamiaje 'High Tech' que nos guardaba entre cristales y sal, conversaba yo con uno de los nietos de la llamada generación 'Peter Pan'. Este muchacho de 28 años me contaba lo que para él era "ser cubano" y lo que sentía por Cuba.
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Wendy en Miami. | W. G.
El primer hotel donde me hospedé quedaba en Bal Harbour; el segundo, junto al río sepia, fue el Hyatt, pero casi nunca me enclaustré en la habitación y me dejé ir tras sus voces al teléfono. Me escapaba a ver Miami: 'La ciudad encontrada' del otro lado del muro.
Conocer lo que debería temer
Hecha para estar a la defensiva, contra cualquier pronóstico, me mantuve tranquila, lacia, me dejé llevar en un barco ebrio que mi amigo William Navarrete reservó para varios escritores, artistas y amigos cubanos en la Feria del Libro de Miami.
Rastree el 'monstruo' entre encuentros, obras de artistas recuperados, lágrimas y descubrimientos familiares dispersos, ya sin remedio. Alfredo Triff y Rosie Inguanzo; Gustavo Acosta. Músicos, poetas y actrices, la feria misma en el corre-corre de los participantes y hermanos: Daina Chaviano, Abilio Estévez y Nilo Cruz, Alejandro, Wilfredo y Lula, entre otros que me abrazaban después del largo viaje. Mis libros expuestos y mi pequeña mano firmando poco a poco los ejemplares vendidos. Aterrizaba. Nerviosa, taconeaba entre mis colegas del B.39 que no paraban de animarme: Guadalupe, Newman, Thays, Adriana y Junot estaban conmigo en la charla, se integró en mí el pasado, el presente y el futuro. Dormí poco pero bien. Al amanecer, justo al tercer día, encontré el periódico en el suelo alfombrado, ante la puerta leí la entrevista concedida a la aguda periodista Sara Moreno, y en la foto, yo hacía aquel gesto relajado de mi madre. Buena señal.
En casa del arquitecto Jorge Trelles supe bien y para siempre, que un edificio, una ciudad, un sentimiento, están más allá de la arquitectura que les guarda, del territorio que le es asignado en el espacio. Conocí su palacio cubano con aires venecianos que atrapaban el secreto del traslado, más no el de la mudanza definitiva, el trastorno del exilio.
Sí, ellos eran los que estaban a 90 millas, tan cerca y tan lejos: ¿Hace cuántos años teníamos pendiente esta conversación sobre arquitectura humana?
Me senté en el Versailles. Caminé por Lincoln Road y los cubanos que manoteaban y graficaban con sus ojos me parecían familiares, entrañables. Firmé autógrafos, repartí besos y conversé sobre mis programas infantiles.
Los periodistas, los amigos, los organizadores de la feria y mi casa editorial, los escritores, los amores ya imposibles; todos se mantenían expectantes ante la experiencia de cruzar el muro, de probar la temperatura de las aguas, de ir y venir sin el gesto marcado por la 'jettatura' de un permiso, puesto por quien sea. ¿Hasta cuándo tanta 'lejanía'? Pensaba en el bote, cantando con mis amigos, hablando sobre mil temas hice por fin silencio y... "me senté a llorar por los ausentes", se me acabaron los dedos de las manos al calcular cuántos amigos balseros no alcanzaron a llegar a esas costas en aquel verano del 94 (entre otros). Claro que pensé en Joel y María Angélica. Claro que me quedé sola, en la proa, sintiendo que nada me pertenecía en realidad. Tal vez sólo la ciudad que encuentras luego de mil narraciones distintas.
La ciudad y su réplica.
La Carreta, El Castillo de Farnés, el Puerto de Sagua, El Gato Tuerto, La Bodeguita del Medio, La Gran Vía, La Época, tienen su replica en Miami.
Si achinaba los ojos, podía ver el Habana (Libre) Hilton, que aparecía en un mural del rascacielos 50 de Biscayne Boulevard.
Wendy, en La Habana. | W. G.
Mi amigo Rafael Fornés el arquitecto, me comentó que esa duplicidad estaba relacionada con la luz y el clima, las escuelas arquitectónicas, los constructores cubanos, y la pirueta mágica de transgredir las fronteras. La urgencia de unidad estilística y el anhelo de cercanía humana, 'ciudades del Ying y el Yang'.
Yo me levantaba temprano mientras él hacía yoga en la playa.
Al otro lado de tu cuerpo queda La Habana, dije tocando la punta del mar como un pañuelo. La Habana, una ciudad voz, ciudad canto que me llama, que me busca, y yo a ella, con un amor descarnado y profundo, la ciudad que no me abandona nunca. La ciudad está más allá de la política y el abandono, que se proyecta y dilata en dos almas, la que resiste en la cabeza de quienes la abandonan, la que se sostiene para siempre en la memoria de quienes la transitan. Nadie posee la ciudad real. La ciudad real se ha transformado.
En Miami conocí personas míticas, gente de la que sólo tenía referencias. Pude juzgar por mí misma para "que nadie te haga un cuento". Pisé boliches rojos, puse arena en mis manos, tome café cubano y nada me hizo diferente a lo que he sido. La misma ola, la misma espera.
Recorrí entonces la arquitectura formal que nos refleja (teoría del 'mirror-city').
Los edificios que nos nombran.
En esta ruta de mar está el gesto replicante que luego los políticos se encargaran de reconocer en sus concilios y voces comunes. Con sus odios o miedos comunes.
Y donde nos dijeron como a niños: "No se puede", dirán, "ya se puede".
Por el momento: "Duele, duele mucho", aquí o allá, al otro lado del mar siempre está, 'la Ciudad interior', 'la ciudad encontrada'.
http://www.elmundo.es/elmundo/blogs/habaname/
Azali- Admin
- Cantidad de envíos : 50978
Fecha de inscripción : 27/10/2008
Re: La ciudad encontrada
Este muy sentimental pero creo que segun lo que veo y siento seria mejor llamar a nuestra Habana "LA CIUDAD PERDIDA"
Ron- Cantidad de envíos : 1227
Fecha de inscripción : 23/10/2008
Localización : Miami Destierro de los cubanos con dignidad
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