Robo de efemérides---desde Cuba Miriam Celaya
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Robo de efemérides---desde Cuba Miriam Celaya
Robo de efemérides
Agosto 6, 2009 at 17:43 · Clasificados en Sin Evasión
Las autoridades cubanas ya no se contentan con sus propias efemérides y han decidido escamotear las ajenas. He aquí que el Granma del miércoles 5 de agosto dedica el espacio estelar de su primera plana al 15 aniversario de los sucesos del 5 de agosto de 1994. Si no fuera demasiado cinismo, casi podría decirse que esto es bueno: nunca antes la prensa oficial había vuelto a mencionar aquellos acontecimientos. Ahora, inexplicablemente, ha retomado el tema para mentir con el mayor descaro y tergiversar la historia, aunque los que sabemos recordar conocemos también que todo fue muy diferente a lo que los medios reflejan.
El 5 de agosto de 1994 se manifestó espontáneamente el descontento popular: a los allí reunidos nadie los mandó. Cierto que aquellos habaneros pretendían emigrar, protestar, revelar su inconformidad, no buscaban derrocar al gobierno. Los cubanos concentrados en el Malecón no estaban alentados por el gobierno de Estados Unidos, como se pretende hacer creer, sino impulsados por su desesperanza, su frustración y su impotencia; irse de Cuba ha sido en los últimos 50 años la expresión más visible del fracaso de este sistema y de su gobierno.
Ahora los voceros del régimen tienen la desfachatez de apropiarse como su gloria de lo que debiera constituir su vergüenza y hasta presentan a F. Castro como el héroe que “estuvo a la cabeza” de los que enfrentaron a los disconformes, como si no recordásemos que realmente apareció a pavonearse en la escena de los hechos cuando todo estaba bajo control por sus fuerzas represivas porque nunca ha tenido el valor de arriesgarse. Yo y muchos habaneros más fuimos testigos de la magnitud de la potencia que se aplicó para reprimir a los rebeldes del Maleconazo: personalmente vi pasar los camiones de las fuerzas especiales repletos con aquellos homínidos uniformados armados de cascos especiales, brazos cubiertos de armaduras acolchadas, escudos transparentes a prueba de golpes, bastones para golpear, pistolas. Nunca, hasta entonces, había visto en Cuba un despliegue de tropas antimotines… el espectáculo más impresionante y terrífico que haya presenciado jamás. Ellos eran la parte fundamental del “pueblo indignado” que reprimió a los inconformes.
Quince años atrás yo no estaba en el Malecón, pero recuerdo ese día como una muestra de la rebeldía de numerosos cubanos, que levantó la expectativa de cambios en muchos de nosotros. Ese día creímos que estaba cercano el fin de la dictadura. Yo nunca he querido irme de la Isla; he creído (románticamente, lo sé) que soy más útil aquí, que pertenezco a este lugar y que mi resistencia es también mi particular homenaje y mi respeto a la Cuba que queremos todos, incluyendo a los que se rebelaron aquel día. Ellos, estén donde estén, son un ejemplo de dignidad. Me gusta pensar que somos algo más que 110 mil kilómetros cuadrados de geografía y mucho más que 11 millones de carneros. Ellos dijeron “basta”; no importa ahora cuán efectiva fue su acción: fue la última muestra de rebeldía popular masiva que recuerde Cuba.
La descarada reseña del Granma a propósito de la fecha me obliga a insistir en un derecho que nos corresponde: el 1ro de enero todavía es suyo; el 5 de agosto es (y será) nuestro.
Agosto 6, 2009 at 17:43 · Clasificados en Sin Evasión
Las autoridades cubanas ya no se contentan con sus propias efemérides y han decidido escamotear las ajenas. He aquí que el Granma del miércoles 5 de agosto dedica el espacio estelar de su primera plana al 15 aniversario de los sucesos del 5 de agosto de 1994. Si no fuera demasiado cinismo, casi podría decirse que esto es bueno: nunca antes la prensa oficial había vuelto a mencionar aquellos acontecimientos. Ahora, inexplicablemente, ha retomado el tema para mentir con el mayor descaro y tergiversar la historia, aunque los que sabemos recordar conocemos también que todo fue muy diferente a lo que los medios reflejan.
El 5 de agosto de 1994 se manifestó espontáneamente el descontento popular: a los allí reunidos nadie los mandó. Cierto que aquellos habaneros pretendían emigrar, protestar, revelar su inconformidad, no buscaban derrocar al gobierno. Los cubanos concentrados en el Malecón no estaban alentados por el gobierno de Estados Unidos, como se pretende hacer creer, sino impulsados por su desesperanza, su frustración y su impotencia; irse de Cuba ha sido en los últimos 50 años la expresión más visible del fracaso de este sistema y de su gobierno.
Ahora los voceros del régimen tienen la desfachatez de apropiarse como su gloria de lo que debiera constituir su vergüenza y hasta presentan a F. Castro como el héroe que “estuvo a la cabeza” de los que enfrentaron a los disconformes, como si no recordásemos que realmente apareció a pavonearse en la escena de los hechos cuando todo estaba bajo control por sus fuerzas represivas porque nunca ha tenido el valor de arriesgarse. Yo y muchos habaneros más fuimos testigos de la magnitud de la potencia que se aplicó para reprimir a los rebeldes del Maleconazo: personalmente vi pasar los camiones de las fuerzas especiales repletos con aquellos homínidos uniformados armados de cascos especiales, brazos cubiertos de armaduras acolchadas, escudos transparentes a prueba de golpes, bastones para golpear, pistolas. Nunca, hasta entonces, había visto en Cuba un despliegue de tropas antimotines… el espectáculo más impresionante y terrífico que haya presenciado jamás. Ellos eran la parte fundamental del “pueblo indignado” que reprimió a los inconformes.
Quince años atrás yo no estaba en el Malecón, pero recuerdo ese día como una muestra de la rebeldía de numerosos cubanos, que levantó la expectativa de cambios en muchos de nosotros. Ese día creímos que estaba cercano el fin de la dictadura. Yo nunca he querido irme de la Isla; he creído (románticamente, lo sé) que soy más útil aquí, que pertenezco a este lugar y que mi resistencia es también mi particular homenaje y mi respeto a la Cuba que queremos todos, incluyendo a los que se rebelaron aquel día. Ellos, estén donde estén, son un ejemplo de dignidad. Me gusta pensar que somos algo más que 110 mil kilómetros cuadrados de geografía y mucho más que 11 millones de carneros. Ellos dijeron “basta”; no importa ahora cuán efectiva fue su acción: fue la última muestra de rebeldía popular masiva que recuerde Cuba.
La descarada reseña del Granma a propósito de la fecha me obliga a insistir en un derecho que nos corresponde: el 1ro de enero todavía es suyo; el 5 de agosto es (y será) nuestro.
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