Causalidad policial
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Causalidad policial
domingo 30 de agosto de 2009
Causalidad policial
Foto: Claudio Fuentes Madan
Acabo de llamar a un amigo y me entero boquiabierta de que ha dormido en la estación de policía. Mi amigo es pintor, tiene 24 años y es reconocido unánimemente como “lo más bueno que hay”. Como sé que es difícil que se meta en problemas descarto las posibilidades más comunes (las que hemos vivido casi todos los menores de 30 años y que no somos tan buenos): olvido del carnet de identidad, fajarse con alguien, gritar Abajo -el comunismo, Fidel, Raúl, La Seguridad del Estado- en una calle oscura o andar con un letrero “conflictivo” en el pullover.
Descartadas las más comunes me quedan las rebuscadas. Éstas raras veces tienen su colofón en la estación, a no ser que el policía de turno esté de MUY mal humor (lamentablemente los policías padecen de mal humor crónico): orinar en un lugar público, sentarse en la yerba de un parque o en un muro, conversar en una esquina con un grupo de amigos o no llevar puesto el pullover.
Lo que sucedió: el amigo de mi amigo no tenía puesto el pullover y el policía estaba de MUY mal humor. Estaban en una parada y desde la guagua el oficial le gritó que se vistiera, lo que él hizo sin chistar. Lo malo es que al tipo no le bastó y se bajó del ómnibus para pedirle el carnet de identidad. No sólo tenía su carnet, sino que como buen ciudadano y hombre caballeroso llevaba el de su novia, pero el destino que es siniestro quiso que se equivocara y le largara al policía un carnet “con nombre de mujer”.
Ser un oficial de la PNR implica en muchos casos creerse dueño del azar, es decir, vivir con la convicción de que todo aquello que sucede arbitrariamente está relacionado con uno o su cargo, o lo que es lo mismo: ser un acomplejado. Y el policía comprendió que no era el destino, sino el amigo de mi amigo el que le había dado un carnet falso para burlarse de él, femenino para colmo de la desfachatez y prueba irrefutable de “irrespeto a la autoridad” (recovecos incomprensibles del machismo policial).
Para ese entonces ya una patrulla que pasaba por la zona se había plantado en la “escena del crimen” y el oficial, fuera de sí, gritó: ¡Tú me estás faltando el respeto! y le sonó al de la novia senda galleta. El piquete de la parada no se dejó esperar y saltaron en defensa del abofeteado, sin calcular por supuesto que de la patrulla saldrían a toda velocidad más oficiales de MUY mal humor, con tonfas en la mano y sin haber pasado el curso no-se-utiliza-la-tonfa-para-golpear-a-civiles-indefensos.
El caótico resto de la historia es más o menos parecido a todas las demás donde los protagónicos son jóvenes de 25 años y policías sin registro de dirección de vivienda en La Habana. En algún momento los primeros fueron metidos a patadas en el tristemente célebre “carro jaula” y de ahí para la estación, donde comenzó el capítulo dos: la reconstrucción de los hechos.
Pero el poder es el poder y en la declaración que mis amigos se negaron a firmar los cargos eran: resistencia al arresto y desacato a la autoridad. Misteriosamente no se mencionó la galleta, y muchos menos el afeminado carnet que dio rienda suelta al imaginativo sentido de causalidad del oficial.
Causalidad policial
Foto: Claudio Fuentes Madan
Acabo de llamar a un amigo y me entero boquiabierta de que ha dormido en la estación de policía. Mi amigo es pintor, tiene 24 años y es reconocido unánimemente como “lo más bueno que hay”. Como sé que es difícil que se meta en problemas descarto las posibilidades más comunes (las que hemos vivido casi todos los menores de 30 años y que no somos tan buenos): olvido del carnet de identidad, fajarse con alguien, gritar Abajo -el comunismo, Fidel, Raúl, La Seguridad del Estado- en una calle oscura o andar con un letrero “conflictivo” en el pullover.
Descartadas las más comunes me quedan las rebuscadas. Éstas raras veces tienen su colofón en la estación, a no ser que el policía de turno esté de MUY mal humor (lamentablemente los policías padecen de mal humor crónico): orinar en un lugar público, sentarse en la yerba de un parque o en un muro, conversar en una esquina con un grupo de amigos o no llevar puesto el pullover.
Lo que sucedió: el amigo de mi amigo no tenía puesto el pullover y el policía estaba de MUY mal humor. Estaban en una parada y desde la guagua el oficial le gritó que se vistiera, lo que él hizo sin chistar. Lo malo es que al tipo no le bastó y se bajó del ómnibus para pedirle el carnet de identidad. No sólo tenía su carnet, sino que como buen ciudadano y hombre caballeroso llevaba el de su novia, pero el destino que es siniestro quiso que se equivocara y le largara al policía un carnet “con nombre de mujer”.
Ser un oficial de la PNR implica en muchos casos creerse dueño del azar, es decir, vivir con la convicción de que todo aquello que sucede arbitrariamente está relacionado con uno o su cargo, o lo que es lo mismo: ser un acomplejado. Y el policía comprendió que no era el destino, sino el amigo de mi amigo el que le había dado un carnet falso para burlarse de él, femenino para colmo de la desfachatez y prueba irrefutable de “irrespeto a la autoridad” (recovecos incomprensibles del machismo policial).
Para ese entonces ya una patrulla que pasaba por la zona se había plantado en la “escena del crimen” y el oficial, fuera de sí, gritó: ¡Tú me estás faltando el respeto! y le sonó al de la novia senda galleta. El piquete de la parada no se dejó esperar y saltaron en defensa del abofeteado, sin calcular por supuesto que de la patrulla saldrían a toda velocidad más oficiales de MUY mal humor, con tonfas en la mano y sin haber pasado el curso no-se-utiliza-la-tonfa-para-golpear-a-civiles-indefensos.
El caótico resto de la historia es más o menos parecido a todas las demás donde los protagónicos son jóvenes de 25 años y policías sin registro de dirección de vivienda en La Habana. En algún momento los primeros fueron metidos a patadas en el tristemente célebre “carro jaula” y de ahí para la estación, donde comenzó el capítulo dos: la reconstrucción de los hechos.
Pero el poder es el poder y en la declaración que mis amigos se negaron a firmar los cargos eran: resistencia al arresto y desacato a la autoridad. Misteriosamente no se mencionó la galleta, y muchos menos el afeminado carnet que dio rienda suelta al imaginativo sentido de causalidad del oficial.
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Re: Causalidad policial
yami777 dijo...
Lo más triste de toda la historia Claudia, es q no hay a quien quejarse. El ciudadano en Cuba no tiene derechos.
Es como una cucaracha aplastada por la bota, q solo espera poder caer entre las ranuras de la suela y esconderse para q no la aplasten.
Lo más triste de toda la historia Claudia, es q no hay a quien quejarse. El ciudadano en Cuba no tiene derechos.
Es como una cucaracha aplastada por la bota, q solo espera poder caer entre las ranuras de la suela y esconderse para q no la aplasten.
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Re: Causalidad policial
Kundejo dijo...
Los policias orientales son simplemente una forma de expresion de la psicologia de las masas. Y "La masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado. Pero, desde el punto de vista de los sentimientos y de los actos que los sentimientos provocan, puede, según las circunstancias, ser mejor o peor. Todo depende del modo en que sea sugestionada".
-Gustave Le Bon
Miren este sitio:
http://www.ultimoreducto.com
Lean "La Psicologia de las masas" Estoy seguro que es uno de los libros de cabecera del Fifo.
Los policias orientales son simplemente una forma de expresion de la psicologia de las masas. Y "La masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado. Pero, desde el punto de vista de los sentimientos y de los actos que los sentimientos provocan, puede, según las circunstancias, ser mejor o peor. Todo depende del modo en que sea sugestionada".
-Gustave Le Bon
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Lean "La Psicologia de las masas" Estoy seguro que es uno de los libros de cabecera del Fifo.
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Re: Causalidad policial
http://parlourmagazine.com/2009/05/can-a-girl-get-a-bathroom-break/
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