Hombre en el vacío: Un brindis por el Pánfilo
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Hombre en el vacío: Un brindis por el Pánfilo
Ángel Santiesteban | 17/08/2009 18:11
NUESTRA GENERACIÓN FUE Educada haciéndonos saber que los drogadictos eran seres despreciables. Las mujeres y hombres con tatuajes eran prostitutas y expresidiarios. Los homosexuales individuos diabólicos dados al morbo que avergonzaban a su familia. Los borrachos, personas que se habían extralimitado en el goce de la vida y que denigraban a las familias.
Luego, la modernidad nos enseñó que los tatuajes son una expresión artística, una actitud ante la vida, un lenguaje. Con lectura supimos que los gays no son enfermos ni perversos. Con el estudio conocimos que los drogadictos y los alcohólicos eran seres crónicos con necesidad de tratamiento y que la humanidad no debía despreciarlos. Los spots televisivos nos fueron sensibilizando con los casos que conocíamos. Supe que existían pabellones especiales para ellos. Sociedades Anónimas que trabajaban para reintegrarlos a la familia, a una vida plena.
Vivo a doscientos metros del Tribunal Municipal. Diariamente encuentro familiares llorando porque sus abuelos fueron sancionados por vender cucuruchos de maní, cigarros al menudeo o la prensa a sobreprecio. Recuerdo en especial a un viejito que lloraba porque lo habían sancionado por vender yogurt que fabricaba con su leche de dieta.
Cuando estuve preso en La Cabaña, conocí a un anciano de más de ochenta años, prácticamente no se podía valer por sí solo, estaba senil, y cada vez que veía a un militar gritaba: ¡firme! Su hija en las visitas nos pedía que lo cuidáramos. Ella nos dijo que su padre estaba allí porque lo habían sorprendido escribiendo en un asiento del parque: Abajo Fidel.
Por estos días fue sancionado Pánfilo a dos años de privación de libertad, el señor que pidió comida a través de una cámara fílmica, sin estar consciente a dónde llevarían la imagen y cuántos internautas lo pondrían en su pantalla. No hay que ser psicólogo para comprender que el señor Juan Carlos González, alias Pánfilo, está alcoholizado y es un hombre de pocos conocimientos, que no perseguía fines políticos ni propagandísticos. Y que si el Tribunal alegó que hacía más de diez años que no trabajaba, pues tenían que haber llegado a la conclusión de lo mal que laboran las instituciones de ayuda a desvalidos. Un enfermo no puede trabajar. Un enfermo necesita un hospital no cárcel.
Pero lo cierto es que las palabras de Pánfilo fueron reales y desesperadas.
Enlace permanente | Publicado en: Los hijos que nadie quiso | Actualizado 17/08/2009 18:14
NUESTRA GENERACIÓN FUE Educada haciéndonos saber que los drogadictos eran seres despreciables. Las mujeres y hombres con tatuajes eran prostitutas y expresidiarios. Los homosexuales individuos diabólicos dados al morbo que avergonzaban a su familia. Los borrachos, personas que se habían extralimitado en el goce de la vida y que denigraban a las familias.
Luego, la modernidad nos enseñó que los tatuajes son una expresión artística, una actitud ante la vida, un lenguaje. Con lectura supimos que los gays no son enfermos ni perversos. Con el estudio conocimos que los drogadictos y los alcohólicos eran seres crónicos con necesidad de tratamiento y que la humanidad no debía despreciarlos. Los spots televisivos nos fueron sensibilizando con los casos que conocíamos. Supe que existían pabellones especiales para ellos. Sociedades Anónimas que trabajaban para reintegrarlos a la familia, a una vida plena.
Vivo a doscientos metros del Tribunal Municipal. Diariamente encuentro familiares llorando porque sus abuelos fueron sancionados por vender cucuruchos de maní, cigarros al menudeo o la prensa a sobreprecio. Recuerdo en especial a un viejito que lloraba porque lo habían sancionado por vender yogurt que fabricaba con su leche de dieta.
Cuando estuve preso en La Cabaña, conocí a un anciano de más de ochenta años, prácticamente no se podía valer por sí solo, estaba senil, y cada vez que veía a un militar gritaba: ¡firme! Su hija en las visitas nos pedía que lo cuidáramos. Ella nos dijo que su padre estaba allí porque lo habían sorprendido escribiendo en un asiento del parque: Abajo Fidel.
Por estos días fue sancionado Pánfilo a dos años de privación de libertad, el señor que pidió comida a través de una cámara fílmica, sin estar consciente a dónde llevarían la imagen y cuántos internautas lo pondrían en su pantalla. No hay que ser psicólogo para comprender que el señor Juan Carlos González, alias Pánfilo, está alcoholizado y es un hombre de pocos conocimientos, que no perseguía fines políticos ni propagandísticos. Y que si el Tribunal alegó que hacía más de diez años que no trabajaba, pues tenían que haber llegado a la conclusión de lo mal que laboran las instituciones de ayuda a desvalidos. Un enfermo no puede trabajar. Un enfermo necesita un hospital no cárcel.
Pero lo cierto es que las palabras de Pánfilo fueron reales y desesperadas.
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