Santa Clara – La Habana (1) POR CLAUDIA CADELO
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Santa Clara – La Habana (1) POR CLAUDIA CADELO
jueves 17 de septiembre de 2009
Santa Clara – La Habana (1)
Imagen: Hamlet Lavastida, exposición agosto 2009 en galería privada.
Ayer llegué de Santa Clara en una guagua Yutong de las nuevas, con aire acondicionado. La espera y el viaje hubiesen podido ser perfectos, pero lamentablemente a las instituciones, las empresas y los servicios de este país, aunque les inyecten miles y miles de dólares, no pueden evitar boquear en su agónico suplicio estatal.
A la una de la mañana llegué a la estación de Santa Clara, como no tenía boleto de regreso (imposible comprarlo desde La Habana) me anoté en la lista de espera para la primera guagua, a las seis. La lista de espera significa que cuando llegue el ómnibus, por orden de llegada, serán llamados lo que no tienen boleto y ocuparán las plazas libres que queden.
El vestíbulo de espera estaba casi vacío, unos niños dormían sobre las piernas de sus madres y otros cabeceaban en incomodísimos asientos plásticos, uno llega a preguntarse si el diseñador sentía un oscuro y retorcido odio hacia la humanidad. Me sorprendió que se podía fumar y también dormir en el piso, como había niños fumé afuera y no me acomodé en el piso porque me parece inhumano. Puse mi cartera en la silla de al lado y me recosté, no era una cama pero después de una hora en una terminal apoyar la cabeza es como entrar al paraíso. Por desgracia el paraíso terrenal es sólo para privilegiados, llegó la CVP de la sala y me despertó:
- No puedes apoyarte en la silla de al lado.
- ¿Por qué?
- Porque es el reglamento, si llega un inspector me regaña.
- Esa ley es un poco fascista, señora. ¿sabía usted que en la STASI una de las torturas que utilizaban era no dejar dormir a los prisioneros? ¿Y en el piso sí se puede dormir? ¿Eso al inspector no le molesta?
- Además no puedes poner la cartera en la silla de al lado, estás ocupando una plaza que es para las personas.
- Si viene alguien la quito, pero esto está vacío, no creo que eso suceda.
- Tienes que quitarla, es Maltrato a la Propiedad Social.
- Disculpe pero usted comprenderá que eso no es Maltrato a la Propiedad Social, es absurdo. Lo siento: no la voy quitar.
Estaba aguantando la risa con eso de Maltrato a la Propiedad Social. Ya sabía que me iba a costar caro discutir con una funcionaria estatal. Con estos personajes la cosa se puede poner muy grave, ganan de salario una miseria pero tienen el poder absoluto de 5 metros cuadrados y lo aplican con la misma irreverencia, fuerza y abuso de poder con los que han visto que el “Poder Absoluto Mayor” se las aplica a ellos, una suerte de venganza supongo.
Se puso histérica y empezó a gritar, me dijo que yo no podía hacer lo que me daba la gana, que si la directora no soportaba ese tipo de actitud, que quién yo me creía que era y que por mi culpa no le iban a quitar la divisa porque primero me mataba.
- ¿Perdón, si yo dejo mi cartera aquí a usted le quitan la divisa? Hubiese empezado por ahí, ya la quito.
- ¡A mí nadie me quita la divisa! ¡Tú quitas la cartera porque es Maltrato a la Propiedad Social o te saco a patadas de aquí!
Aguanté la carcajada, empezó a darme un poco de pena con aquella mujer que ya ni siquiera le preocupaba la cartera sino descargar su poderío de feria sobre mí. Miré alrededor y vi que la gente se empezaba a sonreír. Tampoco puedo negar que la galleta de una CVP de uniforme carmelita diarrea en una terminal de ómnibus a las tres de la mañana es lo más triste del mundo. Traté de calmarla:
- Mire, ya he quitado mi bolso, puede calmarse.
- Fíjate, si te veo maltratando la propiedad social o durmiendo llamo a la policía y yo misma te cojo por los pelos y te monto en la patrulla.
- Mire, ya me despertó y evidentemente no me dormiré de nuevo, la cartera la he quitado porque no quiero que usted se quede sin divisa y por otro lado, no me amenace, no le tengo ningún miedo ni a usted ni a la policía. Además, cuando llame a la estación me avisa, quiero escucharla decir a las tres de la mañana que solicita una patrulla para una muchacha que tiene una cartera puesta en la silla de al lado, es un delito sin paralelo en la historia, me encantaría oír la respuesta que le da el oficial de guardia.
Se fue pero estaba fuera de sí, siguió gritando un rato por todo el patio, en un momento se acercó a la ventana y me increpó:
- Lo que pasa es que quiero que viajes, por eso es que te he dejado.
Tuve que controlarme duro para no responderle “Yo también he quitado la cartera para ayudarte, estamos a mano”, pero temí que le diera un infarto cerebral en ese mismo instante. El resto de la madrugada se la pasó vigilándome, despertó a unos cuantos más que dormitaban en la silla y logró para las cinco y media, que la mitad de la estación se revolcara desdeñosa en el suelo mientras que los más escrupulosos fumaban tranquilamente en sus asientos.
Santa Clara – La Habana (1)
Imagen: Hamlet Lavastida, exposición agosto 2009 en galería privada.
Ayer llegué de Santa Clara en una guagua Yutong de las nuevas, con aire acondicionado. La espera y el viaje hubiesen podido ser perfectos, pero lamentablemente a las instituciones, las empresas y los servicios de este país, aunque les inyecten miles y miles de dólares, no pueden evitar boquear en su agónico suplicio estatal.
A la una de la mañana llegué a la estación de Santa Clara, como no tenía boleto de regreso (imposible comprarlo desde La Habana) me anoté en la lista de espera para la primera guagua, a las seis. La lista de espera significa que cuando llegue el ómnibus, por orden de llegada, serán llamados lo que no tienen boleto y ocuparán las plazas libres que queden.
El vestíbulo de espera estaba casi vacío, unos niños dormían sobre las piernas de sus madres y otros cabeceaban en incomodísimos asientos plásticos, uno llega a preguntarse si el diseñador sentía un oscuro y retorcido odio hacia la humanidad. Me sorprendió que se podía fumar y también dormir en el piso, como había niños fumé afuera y no me acomodé en el piso porque me parece inhumano. Puse mi cartera en la silla de al lado y me recosté, no era una cama pero después de una hora en una terminal apoyar la cabeza es como entrar al paraíso. Por desgracia el paraíso terrenal es sólo para privilegiados, llegó la CVP de la sala y me despertó:
- No puedes apoyarte en la silla de al lado.
- ¿Por qué?
- Porque es el reglamento, si llega un inspector me regaña.
- Esa ley es un poco fascista, señora. ¿sabía usted que en la STASI una de las torturas que utilizaban era no dejar dormir a los prisioneros? ¿Y en el piso sí se puede dormir? ¿Eso al inspector no le molesta?
- Además no puedes poner la cartera en la silla de al lado, estás ocupando una plaza que es para las personas.
- Si viene alguien la quito, pero esto está vacío, no creo que eso suceda.
- Tienes que quitarla, es Maltrato a la Propiedad Social.
- Disculpe pero usted comprenderá que eso no es Maltrato a la Propiedad Social, es absurdo. Lo siento: no la voy quitar.
Estaba aguantando la risa con eso de Maltrato a la Propiedad Social. Ya sabía que me iba a costar caro discutir con una funcionaria estatal. Con estos personajes la cosa se puede poner muy grave, ganan de salario una miseria pero tienen el poder absoluto de 5 metros cuadrados y lo aplican con la misma irreverencia, fuerza y abuso de poder con los que han visto que el “Poder Absoluto Mayor” se las aplica a ellos, una suerte de venganza supongo.
Se puso histérica y empezó a gritar, me dijo que yo no podía hacer lo que me daba la gana, que si la directora no soportaba ese tipo de actitud, que quién yo me creía que era y que por mi culpa no le iban a quitar la divisa porque primero me mataba.
- ¿Perdón, si yo dejo mi cartera aquí a usted le quitan la divisa? Hubiese empezado por ahí, ya la quito.
- ¡A mí nadie me quita la divisa! ¡Tú quitas la cartera porque es Maltrato a la Propiedad Social o te saco a patadas de aquí!
Aguanté la carcajada, empezó a darme un poco de pena con aquella mujer que ya ni siquiera le preocupaba la cartera sino descargar su poderío de feria sobre mí. Miré alrededor y vi que la gente se empezaba a sonreír. Tampoco puedo negar que la galleta de una CVP de uniforme carmelita diarrea en una terminal de ómnibus a las tres de la mañana es lo más triste del mundo. Traté de calmarla:
- Mire, ya he quitado mi bolso, puede calmarse.
- Fíjate, si te veo maltratando la propiedad social o durmiendo llamo a la policía y yo misma te cojo por los pelos y te monto en la patrulla.
- Mire, ya me despertó y evidentemente no me dormiré de nuevo, la cartera la he quitado porque no quiero que usted se quede sin divisa y por otro lado, no me amenace, no le tengo ningún miedo ni a usted ni a la policía. Además, cuando llame a la estación me avisa, quiero escucharla decir a las tres de la mañana que solicita una patrulla para una muchacha que tiene una cartera puesta en la silla de al lado, es un delito sin paralelo en la historia, me encantaría oír la respuesta que le da el oficial de guardia.
Se fue pero estaba fuera de sí, siguió gritando un rato por todo el patio, en un momento se acercó a la ventana y me increpó:
- Lo que pasa es que quiero que viajes, por eso es que te he dejado.
Tuve que controlarme duro para no responderle “Yo también he quitado la cartera para ayudarte, estamos a mano”, pero temí que le diera un infarto cerebral en ese mismo instante. El resto de la madrugada se la pasó vigilándome, despertó a unos cuantos más que dormitaban en la silla y logró para las cinco y media, que la mitad de la estación se revolcara desdeñosa en el suelo mientras que los más escrupulosos fumaban tranquilamente en sus asientos.
Azali- Admin
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Re: Santa Clara – La Habana (1) POR CLAUDIA CADELO
Y EL QUE IMAGINE QUE ESTO NO ES ALGO REAL, SOLO TIENE QUE COMPROBARLO, CLARO DEBE HACERSE PASAR POR CUBANO , Y VERA...HE VISTO Y HE TENIDO QUE PASAR POR COSAS PARECIDAS, QUE CUBANO NO? ....
Azali- Admin
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Re: Santa Clara – La Habana (1) POR CLAUDIA CADELO
do 19 de septiembre de 2009
Santa Clara – La Habana (2)
Imagen: Hamlet Lavastida, exposición agosto 2009 en galería privada.
A las seis empezaron a llamar por lista de espera. A favor de la terminal de Santa Clara tengo que decir que tiene luz eléctrica. La de La Habana sin embargo, en los dos días que pasé por ella (para irme y para regresar) sufría de un apagón generalizado que impedía, por ejemplo, ver la taza del inodoro del baño, que se encuentra en el sótano.
A las seis y media arrancó la guagua, mi asiento lamentablemente tenía la palanca rota y no me pude reclinar, y aunque había otros asientos vacíos, el chofer no me dejó cambiarme. Al momento me quedé dormida.
En mi sueño empecé a sentir un extraño olisqueo en los pies y las manos, acompañados de un calor insoportable. Abrí los ojos para comprobar que era de día, que la guagua estaba parada bajo el sol, que todo estaba trancado y que un perro policía busca drogas metía la cabeza por todas partes. Me tomó como dos minutos asumir que no era una pesadilla.
Un chivatón había llamado a la estación de policía de Colón, en Matanzas, para advertir que en nuestra desdichada guagua algún infeliz había tenido la pésima idea de trasladar carne de res. No podíamos bajarnos, pero el policía no comprendía que tampoco podíamos respirar. No sé nada de carros, pero me parece un poco extraño que porque un vehículo esté estacionario el funcionamiento de la climatización se apague; aunque tampoco quisiera verme obligada a asumir tan alta dosis de sadismo por parte del chofer y los policías.
Sacaron el equipaje del maletero para que el animal metiera el hocico sin obstáculo. Parecía que estábamos en una película Mexicana y que iban a sacar 100 libras de heroína pura de la cajuela. De pronto el perro reaccionó, había encontrado lo que parecía ser el objetivo de la requisa: LA CARNE. Un muchacho de gorra blanca fue hallado temporalmente sospechoso principal del delito (era el dueño del maletín), lo bajaron del autobús y el perro le dio un pase profundo para catarlo.
Mala suerte para los policías, oxígeno para nosotros y frustración para el can: la carne descubierta resultó ser de puerco. Ciro inevitablemente pitó para todos los viajeros: ¿Quién habrá sido el chivatón…eh?, el muchacho se reía nervioso, la gente se miraba con ojos grandes y gotas de sudor en la frente, yo me volvía a quedar dormida mientras pensaba que entre mi vida real y mis sueños, el absurdo no está tan desfasado
Santa Clara – La Habana (2)
Imagen: Hamlet Lavastida, exposición agosto 2009 en galería privada.
A las seis empezaron a llamar por lista de espera. A favor de la terminal de Santa Clara tengo que decir que tiene luz eléctrica. La de La Habana sin embargo, en los dos días que pasé por ella (para irme y para regresar) sufría de un apagón generalizado que impedía, por ejemplo, ver la taza del inodoro del baño, que se encuentra en el sótano.
A las seis y media arrancó la guagua, mi asiento lamentablemente tenía la palanca rota y no me pude reclinar, y aunque había otros asientos vacíos, el chofer no me dejó cambiarme. Al momento me quedé dormida.
En mi sueño empecé a sentir un extraño olisqueo en los pies y las manos, acompañados de un calor insoportable. Abrí los ojos para comprobar que era de día, que la guagua estaba parada bajo el sol, que todo estaba trancado y que un perro policía busca drogas metía la cabeza por todas partes. Me tomó como dos minutos asumir que no era una pesadilla.
Un chivatón había llamado a la estación de policía de Colón, en Matanzas, para advertir que en nuestra desdichada guagua algún infeliz había tenido la pésima idea de trasladar carne de res. No podíamos bajarnos, pero el policía no comprendía que tampoco podíamos respirar. No sé nada de carros, pero me parece un poco extraño que porque un vehículo esté estacionario el funcionamiento de la climatización se apague; aunque tampoco quisiera verme obligada a asumir tan alta dosis de sadismo por parte del chofer y los policías.
Sacaron el equipaje del maletero para que el animal metiera el hocico sin obstáculo. Parecía que estábamos en una película Mexicana y que iban a sacar 100 libras de heroína pura de la cajuela. De pronto el perro reaccionó, había encontrado lo que parecía ser el objetivo de la requisa: LA CARNE. Un muchacho de gorra blanca fue hallado temporalmente sospechoso principal del delito (era el dueño del maletín), lo bajaron del autobús y el perro le dio un pase profundo para catarlo.
Mala suerte para los policías, oxígeno para nosotros y frustración para el can: la carne descubierta resultó ser de puerco. Ciro inevitablemente pitó para todos los viajeros: ¿Quién habrá sido el chivatón…eh?, el muchacho se reía nervioso, la gente se miraba con ojos grandes y gotas de sudor en la frente, yo me volvía a quedar dormida mientras pensaba que entre mi vida real y mis sueños, el absurdo no está tan desfasado
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