Claves de la razón cubiche
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Claves de la razón cubiche
Claves de la razón cubiche (V)
Enviado por ei en Marzo 19, 2010 – 1:13 am
Arnaldo M. Fernández
El Doctor en Ciencias y Director Honorario del Centro de Estudios sobre Estados Unidos (CESEU) de la Universidad de la Habana, Esteban Morales, sudó la camiseta académica para desembocar en el chacumbelismo de afirmar primero que, sin peligro de invasión yanqui, «los misiles nucleares nunca hubieran emergido como una alternativa de defensa», y señalar después que «las concepciones de defensa ya elaboradas» no contemplaban estos misiles como «necesidad para detener las aspiraciones norteamericanas de volver a invadir» tras el fiasco de Bahía de Cochinos (1961).
Castro terminó por aceptarle a Jrushchov llevar adelante en secreto la Operación Anadir para contrarrestar el desequilibrio nuclear de la Unión Soviética frente a los Estados Unidos. Morales transfigura este contubernio: «la Isla había asumido un compromiso total para hacer avanzar los intereses de la comunidad socialista, arrostrando todos los riesgos, incluido el de su desaparición física». Castro no vacilaría en dictar a esa Isla la perspectiva de aniquilación nuclear, en solidaridad combativa con aliados que, para 1980, confesaban que no podían combatir en Cuba porque quedaba muy lejos: «¿Vamos a ir allá para que nos partan la cara?». (Entrevista de Mario Vázquez Raña con Raúl Castro, El Sol de México, abril 21 de 1993).
La historiografía oficial alega que la carta fechada por Castro el 25 de octubre de 1962 para Jrushchov fue «erróneamente interpretada por la dirección soviética como una exhortación a propinar un primer golpe nuclear», pero no precisa cuál sería la interpretación correcta de estas líneas: «[L]a Unión Soviética nunca debe permitir las circunstancias en que los imperialistas puedan lanzar el primer ataque nuclear. Yo le digo esto porque yo creo que la agresividad de los imperialistas es sumamente peligrosa, y si ellos en realidad llevan a cabo el acto brutal de invadir Cuba, en violación de la ley internacional y la moralidad, este sería el momento para eliminar tal peligro para siempre a través de un acto de legítima clara defensa, no obstante lo fuerte y terrible que sea la solución».
Y ahí no para la cosa. Por más una década (1972-84) Vasili Nikitich Mitrokhin tomó a mano notas de expedientes de la KGB, las cuales guardó en grandes sobres que hoy constituyen la serie K del Archivo Mitrokhin. El historiador británico Christopher Andrew recoge una de esas anotaciones (K-20, 113) en su libro sobre la KGB y la batalla por el Tercer Mundo. En las páginas 125-26 se lee que, hacia febrero de 1981, Castro pidió al mariscal soviético Nikolai Ogarkov, de visita en La Habana, que si Washington desplegaba por fin misiles cruceros en Europa, Moscú debía restablecer sus bases de misiles nucleares en Cuba. Semejante propuesta de recurva a la situación límite de 1962 demuestra el desprecio de Castro al simple principio que el filósofo alemán Wilhelm Dilthey (1833-1911) formuló así: la vida es «aquello más allá de lo cual no se puede ir».
-Ilustración: Correlación EE.UU. – URSS de misiles nucleares basados en tierra (1962)
http://www.allempires.net
http://eichikawa.com/2010/03/claves-de-la-razon-cubiche-v.html
Enviado por ei en Marzo 19, 2010 – 1:13 am
Arnaldo M. Fernández
El Doctor en Ciencias y Director Honorario del Centro de Estudios sobre Estados Unidos (CESEU) de la Universidad de la Habana, Esteban Morales, sudó la camiseta académica para desembocar en el chacumbelismo de afirmar primero que, sin peligro de invasión yanqui, «los misiles nucleares nunca hubieran emergido como una alternativa de defensa», y señalar después que «las concepciones de defensa ya elaboradas» no contemplaban estos misiles como «necesidad para detener las aspiraciones norteamericanas de volver a invadir» tras el fiasco de Bahía de Cochinos (1961).
Castro terminó por aceptarle a Jrushchov llevar adelante en secreto la Operación Anadir para contrarrestar el desequilibrio nuclear de la Unión Soviética frente a los Estados Unidos. Morales transfigura este contubernio: «la Isla había asumido un compromiso total para hacer avanzar los intereses de la comunidad socialista, arrostrando todos los riesgos, incluido el de su desaparición física». Castro no vacilaría en dictar a esa Isla la perspectiva de aniquilación nuclear, en solidaridad combativa con aliados que, para 1980, confesaban que no podían combatir en Cuba porque quedaba muy lejos: «¿Vamos a ir allá para que nos partan la cara?». (Entrevista de Mario Vázquez Raña con Raúl Castro, El Sol de México, abril 21 de 1993).
La historiografía oficial alega que la carta fechada por Castro el 25 de octubre de 1962 para Jrushchov fue «erróneamente interpretada por la dirección soviética como una exhortación a propinar un primer golpe nuclear», pero no precisa cuál sería la interpretación correcta de estas líneas: «[L]a Unión Soviética nunca debe permitir las circunstancias en que los imperialistas puedan lanzar el primer ataque nuclear. Yo le digo esto porque yo creo que la agresividad de los imperialistas es sumamente peligrosa, y si ellos en realidad llevan a cabo el acto brutal de invadir Cuba, en violación de la ley internacional y la moralidad, este sería el momento para eliminar tal peligro para siempre a través de un acto de legítima clara defensa, no obstante lo fuerte y terrible que sea la solución».
Y ahí no para la cosa. Por más una década (1972-84) Vasili Nikitich Mitrokhin tomó a mano notas de expedientes de la KGB, las cuales guardó en grandes sobres que hoy constituyen la serie K del Archivo Mitrokhin. El historiador británico Christopher Andrew recoge una de esas anotaciones (K-20, 113) en su libro sobre la KGB y la batalla por el Tercer Mundo. En las páginas 125-26 se lee que, hacia febrero de 1981, Castro pidió al mariscal soviético Nikolai Ogarkov, de visita en La Habana, que si Washington desplegaba por fin misiles cruceros en Europa, Moscú debía restablecer sus bases de misiles nucleares en Cuba. Semejante propuesta de recurva a la situación límite de 1962 demuestra el desprecio de Castro al simple principio que el filósofo alemán Wilhelm Dilthey (1833-1911) formuló así: la vida es «aquello más allá de lo cual no se puede ir».
-Ilustración: Correlación EE.UU. – URSS de misiles nucleares basados en tierra (1962)
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