Conocen a Chatroulette??: El paraíso del voyeur

Chatroulette: El paraíso del voyeur




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FERNANDA MUSLERA




Actualizado Domingo , 06-06-10 a las 13 : 14



¿En qué se parecen un jubilado de Arizona, un adolescente belga con cara de no matar ni a una mosca, la abultada delantera de una inglesa y cientos de desesperados penes anónimos? Primero: todos ellos se encuentran en Chatroulette, el nuevo y controvertido videochat que conecta de forma aleatoria a personas de todo el mundo. Segundo: ninguno me pidió la receta de la tortilla de patatas o preguntó si la crisis en España es tan grave como cuentan las noticias. Tampoco querían saber de mí. Los eclécticos anónimos estaban obsesionados con un único tema: mis tetas.

«Ventana indiscreta» a cientos de desconocidos, paraíso de voyeurs y exhibicionistas, Chatroulette es un puñetazo de realidad, un vistazo a un universo sin normas, ajeno al internet «civilizado» de Facebook. En Chatroulette el cotilleo se transforma en morbo y el pavoneo en hedonismo. Minimalismo al máximo: un fondo blanco, dos pequeñas pantallas y el imprescindible botón de «next»: el control remoto que hace zapping de personas. Creado en tres horas por el joven ruso de 18 años Andrey Ternovskiy, Chatroulette crece a un ritmo viral. Según la revista alemana Der Spiegel, el sitio, disputado por Skype y Google, pasó de 500 usuarios en diciembre a 1.500.000 en mayo y podría valer entre 10 y 30 millones de euros.

Supongo que ser mujer es toda una suerte en esta web, porque mi índice de popularidad ha crecido de forma exponencial. Las féminas son un bien escaso en este chat poblado de hombres, a quienes en muchos casos sólo llegamos a conocer por sus partes íntimas. Otros se ahorran el esfuerzo y enfocan la webcam en un lastimoso cartel de ayuda: «Muéstrame tus tetas, hace mucho que no veo unas».
La primera vez que me hablaron de este sitio pensé que era una buena forma de conocer gente. Pero, salvo escasas excepciones, los que optan por conversar no son más que la versión en cámara lenta de los que buscan sexo. Incluso cuando pude hablar con chicas terminé siendo testigo de la indecisión de jóvenes que «creen que son bisexuales» y que lo demuestran haciendo un «striptease» o metiéndose un pepino en la boca. «¿Cuántos años tienes?», le pregunté a una gótica americana. «Los suficientes...», me contestó: «¿Quieres jugar conmigo?».

Más allá de las típicas charlas de ascensor, en ocasiones te encuentras con alguien que quiere conversar. Como el viudo francés con el corazón roto, manager de un casino, que usa Chatroulette porque aún cree en el azar, o el fotógrafo (de la misma nacionalidad) para quien esta web es una extensión de su pasión: ser el efímero testigo de la vida de otros. Pero Chatroulette no tiene tiempo para vínculos profundos: en ambos casos se cortó la conexión y la tiranía del «next» me impidió volver atrás.

Más público que privado

Panzones onanistas, jóvenes con vocación de actrices porno, swingers virtuales o inesperadas celebridades (como el pianista Merton o el «Catman»), pero también gran cantidad de adolescentes y niños utilizan el servicio. Aunque existe una opción para denunciar a los masturbadores, lo cierto es que habría que pasarse el día dándole al bendito botón.

Yo misma me hice pasar por una chica de 15 años (la cámara sólo enfocaba mi torso) y un guaperas holandés me pidió la dirección de messenger y me propuso tener sexo virtual, aprovechando que mis padres no estaban en casa.

La otra cara de la moneda son las webs que repiten contenidos de «conversaciones» supuestamente «privadas». Si acaso el principal atractivo de Chatroulette es el anonimato, rémoras como «Chatroulette map», que permite rastrear la procedencia de los usuarios, o «Chatroulette Hall of Fame», que recoge cientos de imágenes y vídeos, representan serios ataques a la privacidad.

Para Dolores Reig, experta en Social Media, Chatroulette abre nuevas posibilidades de comportamientos sociales. «Es posible que la distinción entre el mundo digital y el real tenga cada vez menos sentido. Para sus usuarios, el digital es un entorno tan importante como el real». Y señala que a pesar de las derivaciones negativas de este servicio, Chatroulette tiene la potencialidad de ser herramienta de marketing o de agrupar a personas con intereses comunes (de hecho, Facebook ya ha sacado su propia versión. Chatville)
Sea cual sea el final de esta azarosa historia, lo cierto es que Chatroulette despierta a ese voyeur que muchos llevamos dentro y lo convierte en un personaje sin tabúes y sin consecuencias, que se topa cara a cara con un extraño a cambio de un poco de desconcertante humanidad. Una noche, entre zapping y zapping, me encontré con un hombre que se dedicaba a planchar ropa como Dios lo trajo al mundo, sus genitales ocultos tras la tabla. «¿Por qué planchas desnudo?», le pregunté, y respondió con total naturalidad: «Porque necesito mi ropa. ¿Me acompañas?».

http://www.abc.es/20100606/medios-redes-web/chatroulette-paraiso-voyeur-20100606.html