La necesidad hace parir oficios
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La necesidad hace parir oficios
La necesidad hace parir oficios
Uno de estos nuevos oficios es el recogedor de escombros. José, 53 años, desempleado, por cada saco de ladrillos, piedras, tuberías, trozos de madera y piezas eliminadas en las reparaciones de viviendas, cobra 100 pesos (4 dólares). "En una carretilla llevo el saco y lo vierto en el primer placer o solar yermo que encuentro. Allí siempre hay gente esperando, a ver si encuentran algo que les pueda servir para su casa o para revender".
Luisa, 64, obrera jubilada, se dedica a escoger o limpiar arroz a domicilio. Por cada libra (medio kilo) cobra dos pesos (0.10 centavos de dólar). "Tengo ya una clientela fija. A la semana me busco de 100 a 200 pesos, que me los gasto en puerco y viandas en el agromercado".
Ya forman parte del panorama habanero. Personas mayores vendiendo "jabitas" (bolsos) de nailon, cigarros sueltos y caramelos caseros. Otros, más jóvenes, prefieren rellenar fosforeras. En cualquier esquina o portal ponen una mesita y al momento le echan gas a una fosforera desechable. Sí, esas mismas que en otros países tiran a la basura.
Poco después del comandante llegar y mandar a parar, en 1959, el uso del traje, cuello y corbata pasó a mejor vida en Cuba. El estilo Mao se impuso.
Los hombres iban vestidos iguales, de algodón grueso, colores opacos y botas rusas. Fue cuando comenzó el declive de los sastres.
Al escasear los tejidos, las modistas se transformaron en costureras remendonas. Gracias a Rosa, 71 años, ama de casa, vecinos de su cuadra pueden taparse con sábanas y secarse con toallas más o menos buenas.
Cual especialista de patchwork, Rosa va cortando las partes desgastadas de una sábana o toalla y en su vieja máquina Singer, las va empatando con pedazos de otras partes en mejor estado, de esa u otras sábanas o toallas que le ha traído el vecino, o de los trapos que tiene en un cuarto. "Las partes muy gastadas no las boto, las voy echando en una caja, para un pariente que lo utiliza como guata en los colchones".
Si hay un oficio demandado en la Cuba de 2010, es el de reparador de colchones. Tanto como los zapateros remendones, plomeros o fontaneros y electricistas particulares. Aunque ninguno de ellos tan bien remunerados como los mecánicos de auto, encargados de mantener rodando los autos americanos de los años 40 y 50.
Tampoco les va mal a los payasos de cumpleaños infantiles ni a los fotógrafos que hacen fotomontajes o photoshops en bodas y otras celebraciones. Igualmente solicitados son los dulceros y reposteros por cuenta propia. Aunque uno de los negocios privados más prósperos se localiza en la legión de personas especializadas en fiestas de 15 años, desde el alquiler del traje hasta la coreografía y edición del video de la quinceañera.
Ese tipo de oficios son un lujo en un país repleto de carencias. Entre las clases más solventes, se ha puesto de moda todo lo relacionado con los perros.
Orlando, 39 años, gay, ahora alterna el corte de cabellos a las señoras en sus hogares, con la atención y cuidado de canes. "Los chiquitos y mansos, los baño y arreglo el pelo. Y si la dueña me lo paga, le hago ropitas. Con los grandes y fieros no quiero cuento", dice.
De las razas bravas se encargan hombres como Manuel, 43, quien en un mes se embolsilla cerca de 2 mil pesos (80 dólares), entrenando pastores alemanes en su tiempo libre. Puede parecer poco dinero, pero es cuatro veces más que su salario como profesional.
Por Iván García
Sastres, modistas, herreros, afiladores de tijeras y talabarteros, son algunos de los oficios que han ido desapareciendo en Cuba. En su lugar han surgido otros, impuestos por la necesidad.Uno de estos nuevos oficios es el recogedor de escombros. José, 53 años, desempleado, por cada saco de ladrillos, piedras, tuberías, trozos de madera y piezas eliminadas en las reparaciones de viviendas, cobra 100 pesos (4 dólares). "En una carretilla llevo el saco y lo vierto en el primer placer o solar yermo que encuentro. Allí siempre hay gente esperando, a ver si encuentran algo que les pueda servir para su casa o para revender".
Luisa, 64, obrera jubilada, se dedica a escoger o limpiar arroz a domicilio. Por cada libra (medio kilo) cobra dos pesos (0.10 centavos de dólar). "Tengo ya una clientela fija. A la semana me busco de 100 a 200 pesos, que me los gasto en puerco y viandas en el agromercado".
Ya forman parte del panorama habanero. Personas mayores vendiendo "jabitas" (bolsos) de nailon, cigarros sueltos y caramelos caseros. Otros, más jóvenes, prefieren rellenar fosforeras. En cualquier esquina o portal ponen una mesita y al momento le echan gas a una fosforera desechable. Sí, esas mismas que en otros países tiran a la basura.
Poco después del comandante llegar y mandar a parar, en 1959, el uso del traje, cuello y corbata pasó a mejor vida en Cuba. El estilo Mao se impuso.
Los hombres iban vestidos iguales, de algodón grueso, colores opacos y botas rusas. Fue cuando comenzó el declive de los sastres.
Al escasear los tejidos, las modistas se transformaron en costureras remendonas. Gracias a Rosa, 71 años, ama de casa, vecinos de su cuadra pueden taparse con sábanas y secarse con toallas más o menos buenas.
Cual especialista de patchwork, Rosa va cortando las partes desgastadas de una sábana o toalla y en su vieja máquina Singer, las va empatando con pedazos de otras partes en mejor estado, de esa u otras sábanas o toallas que le ha traído el vecino, o de los trapos que tiene en un cuarto. "Las partes muy gastadas no las boto, las voy echando en una caja, para un pariente que lo utiliza como guata en los colchones".
Si hay un oficio demandado en la Cuba de 2010, es el de reparador de colchones. Tanto como los zapateros remendones, plomeros o fontaneros y electricistas particulares. Aunque ninguno de ellos tan bien remunerados como los mecánicos de auto, encargados de mantener rodando los autos americanos de los años 40 y 50.
Tampoco les va mal a los payasos de cumpleaños infantiles ni a los fotógrafos que hacen fotomontajes o photoshops en bodas y otras celebraciones. Igualmente solicitados son los dulceros y reposteros por cuenta propia. Aunque uno de los negocios privados más prósperos se localiza en la legión de personas especializadas en fiestas de 15 años, desde el alquiler del traje hasta la coreografía y edición del video de la quinceañera.
Ese tipo de oficios son un lujo en un país repleto de carencias. Entre las clases más solventes, se ha puesto de moda todo lo relacionado con los perros.
Orlando, 39 años, gay, ahora alterna el corte de cabellos a las señoras en sus hogares, con la atención y cuidado de canes. "Los chiquitos y mansos, los baño y arreglo el pelo. Y si la dueña me lo paga, le hago ropitas. Con los grandes y fieros no quiero cuento", dice.
De las razas bravas se encargan hombres como Manuel, 43, quien en un mes se embolsilla cerca de 2 mil pesos (80 dólares), entrenando pastores alemanes en su tiempo libre. Puede parecer poco dinero, pero es cuatro veces más que su salario como profesional.
Foto: clapat, Flickr. Rellenador de fosforeras en La Habana.
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