Mariel: el éxodo que sorprendió a Washington
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Mariel: el éxodo que sorprendió a Washington
Por JUAN O. TAMAYO
jtamayo@elnuevoherald.com
Merle Frank, vecina de Miami, nunca imaginó lo que pasaría después de que ella preguntó al presidente Jimmy Carter en 1980 cómo podría él ayudar a la ciudad con la muchedumbre de cubanos que estaban llegando en el éxodo del Mariel.
"Seguiremos teniendo el corazón y los brazos abiertos'', afirmó Carter a Frank, entonces directora de la Liga de Mujeres Votantes de Miami, durante una conferencia de la Liga en Washington.
Fidel Castro le tomó la palabra a Carter: una palabra reportada en todo el mundo. Seis días después, el 11 de mayo, Mariel estableció el récord de llegada de personas en un solo día, y criminales recién liberados comenzaron a abordar los barcos.
Ningún presidente de Estados Unidos, antes o después, se ha esforzado tanto como Carter para establecer relaciones normales con Castro. Y ninguno ha sufrido consecuencias tan terribles.
El éxodo terminó oficialmente el 26 de septiembre de 1980, cuando soldados cubanos ordenaron a los últimos 150 barcos en el Mariel que abandonaran el puerto, situado al oeste de La Habana, sin pasajeros.
Para entonces, 125,000 cubanos habían llegado a Cayo Hueso, Carter había conseguido cristalizar su imagen como indeciso, y Castro se jactaba de haber asestado otro golpe al ‘‘imperio''.
"Desgraciadamente, una democracia siempre está en desventaja cuando un régimen totalitario decide hacer algo como esto'', afirmó Robert Pastor, el hombre de avanzada para los asuntos cubanos en la administración de Carter.
Carter ya estaba enfrentando otras crisis cuando estalló el éxodo del Mariel en abril de 1980: las repercusiones del fallido rescate de los rehenes en Irán y la invasión de Afganistán por la Unión Soviética.
Había colas para comprar gasolina en todo Estados Unidos, el senador Ted Kennedy estaba compitiendo con Carter en las primarias del Partido Demócrata y el candidato presidencial republicano Ronald Reagan ganaba terreno.
El factor clave en la crisis del Mariel, declaró Pastor, fue la decisión tomada al principio de que Washington no podía detener el éxodo sin tomar medidas duras que podrían poner en peligro vidas humanas en alta mar.
"Lo cierto es que, una vez que se decidió que la única manera en que podíamos detener el flujo del éxodo era arriesgarnos a sacrificar vidas humanas --y ese era un precio demasiado alto-- nunca pudimos controlar los sucesos, y después de eso lo único que pudimos hacer fue reaccionar a lo que iba sucediendo'', explicó Pastor.
Pero los problemas fueron mucho más allá de esa decisión, escribió David W. Engstrom en su libro de 1997 sobre el Mariel Presidential Decision Making Adrift (Decisiones presidenciales a la deriva).
La administración de Carter consideró inicialmente la crisis un problema entre Cuba y Perú, cuya embajada en La Habana estaba atestada de 10,000 personas en busca de asilo, escribió Engstrom.
Más tarde, vaciló entre tratar de asegurar la seguridad de los inmigrantes cubanos y evitar darle alas a una mayor inmigración, subrayó.
Mientras el Departamento de Estado advertía que el éxodo equivalía a un contrabando de inmigrantes y decía a los exiliados que sólo estaban ayudando a Castro, el Servicio Guardacostas urgía a los exiliados que iban en barco a Cuba a que llevaran consigo suficientes chalecos salvavidas y que entregaran planes de navegación.
No fue hasta el 14 de mayo cuando Carter asistió en persona a una reunión sobre la crisis y ninguna agencia federal fue puesta a cargo de la situación desde el principio, según Engstrom.
"Los gobiernos peleaban unos con otros: el federal con los estatales, los estatales contra los condados, los condados contra las ciudades, y las decisiones cambiaban de un día para otro'', recordó Sergio Piñón, en esa época investigador del Departamento de Policía de la Florida.
Fue entonces que Carter hizo su comentario del 5 de mayo tras un discurso ante la Liga de Mujeres Votantes, abriendo las compuertas al éxodo masivo del Mariel.
"En ese momento, todos nos miramos y básicamente estuvimos de acuerdo en que él no había dado ningún tipo de detalle específico'', recordó Frank, agente de bienes raíces. ‘‘Pero Castro tiene que haber dicho: ‘¡Qué bien! ¡Qué buena oportunidad para nosotros!' ''
Carter dijo luego que él había sido malinterpretado, y el 14 de mayo ordenó a los Guardacostas que detuvieran todos los barcos que salieran con destino a Cuba. A finales de junio, el volumen de arribos era mínimo, pero los problemas continuaron.
Le tomó dos meses a la administración decidir que trataría a los recién llegados como solicitantes de asilo en vez de refugiados, para evitar sentar precedentes de que los extranjeros que llegaran en barco serían considerados refugiados.
Funcionarios del Departamento de Estado alegaron mientras tanto que el éxodo era en gran parte un problema doméstico, mientras que otros departamentos federales querían que el gobierno federal asumiera el control del asunto.
"Esta fue una emergencia única que era mitad política exterior y mitad política doméstica, e involucró a muchísima gente que no estaba acostumbrada a trabajar junta'', amplió Pastor, quien es ahora profesor de la Universidad Americana en Washington.
Carter se negó en un principio a realizar negociaciones directas con Castro, pero luego envió a La Habana a Pastor, entonces director para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, y a Peter Tarnoff, secretario ejecutivo del Departamento de Estado.
Mariel "se manejó terriblemente mal'', afirmó Stuart Eizenstat, asesor de política doméstica de Carter, según Engstrom.
Al fin y al cabo, el éxodo ayudó a impulsar lo que fue el esfuerzo más decidido de un Presidente norteamericano en medio siglo para terminar con las hostilidades entre ambos países.
"Debemos tratar de conseguir la normalización de nuestras relaciones con Cuba'', escribió Carter en una directiva presidencial secreta --esencialmente una orden a su administración para conseguir esa meta-- poco después de su entrada en la Casa Blanca.
Carter eliminó todas las restricciones de viajes entre Estados Unidos y Cuba, incluyendo el turismo, y facilitó el establecimiento de misiones diplomáticas. Desde entonces operan en La Habana y Washington secciones de intereses.
Carter negoció un acuerdo en 1977 que definió las aguas territoriales y los derechos de pesca, y acordó que recibiría a más de 3,000 ex presos políticos puestos en libertad por Castro.
Pero no consiguió persuadir a Cuba de que retirara sus tropas de Angola --uno de los objetivos esenciales de Carter--, y el último soldado cubano no salió de Africa hasta 1991.
Un análisis de la crisis del Mariel llevado a cabo por la administración de Ronald Reagan concluyó que el Mariel "destruyó toda posibilidad de mejorar las relaciones bilaterales bajo la presidencia de Carter''.
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