Cuba Todavía Duele / repito, este muchacho me gusta
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Cuba Todavía Duele / repito, este muchacho me gusta
Y esto lo critique y critico a los firmantes de la carta de los 74(que copiaron a los oficialistas), a que viene andar pidiendo derechos ajenos, cuando los de la casa no tienen NINGUN DERECHO!!.
Se precisa de un impudor desorbitado para defender el derecho de los norteamericanos, de todos los norteamericanos, a viajar libremente a la Isla, mientras nada se dice de los cientos de miles de cubanos que, por obra y gracia de los dueños de nuestra tierra, no pueden volver a Cuba.(Ernesto)
Cuba Todavía Duele
18 enero
Hace poco menos de ocho años, en abril del 2003, uno de los intelectuales más notables de la izquierda latinoamericana, Eduardo Galeano, publicó aquello que dio en llamar “Cuba duele”, tras la oleada represiva desatada contra disidentes, y en particular, tras el fusilamiento de jóvenes desesperados por escapar de su propio país.
Imposible sintetizar en una frase más breve tanta carga simbólica y emocional.
Porque decir que Cuba duele resume, en apenas dos vocablos, el cúmulo generalmente impreciso, etéreo, de sensaciones que experimenta todo aquel que no ve la realidad de ese angosto país como algo distante, como un fenómeno jurásico que flota a mitad del Caribe, sino que la percibe como algo muy suyo. O como a sí mismo.
Y hoy he desempolvado la tétrica frase de Galeano porque Cuba, una y otra vez, nos duele. El diarismo que hasta hace muy poco allí viví, y las noticias que desde allí me llegan, despiertan a veces ira y a veces risa; por momentos son burlescas, o son indignantes. Pero casi siempre, sin variar, con precisión maniática, terminan por doler.
Esta vez llega en forma de Declaración Oficial, y tiene la firma del Ministerio de Relaciones Exteriores: optaron por no cruzarse de brazos, por no guardarse las lenguas, y salir adarga en brazo a defender los principios y preceptos del glorioso Partido, de la ecuménica Revolución.
¿Pero cuál es ahora el agravio que deshacer, cuál el entuerto por reparar? ¿De qué se trata esta vez, amigos míos? Pues muy simple: es el pronunciamiento de la diplomacia cubana, con respecto a las nuevas medidas que en torno a la Isla acaba de tomar el gobierno norteamericano.
Veamos: 1. Autorizar los viajes de norteamericanos a Cuba con fines académicos, educacionales, culturales y religiosos 2. Permitir a ciudadanos norteamericanos enviar remesas a cubanos en cantidades limitadas 3. Autorizar a los aeropuertos internacionales de EE.UU. a solicitar permiso para operar vuelos charter directos a Cuba.
¿Alguien se percató de cuáles son los términos que más se repiten en las tres nuevas medidas? Autorización, Permisibilidad. Las tres, ofrecen nuevas oportunidades en diferentes aspectos; las tres, levantan restricciones y prohibiciones; las tres son indudablemente positivas, y aunque, cierto, son insuficientes -vistas desde ciertas ópticas-, son descomunalmente más amplias y satisfactorias que todas las que ha tomado el gobierno de la Isla en sus relaciones con los Estados Unidos.
Ah, pero no: no se trata, jamás, de dar el brazo a torcer. No se trata de reconocer aspectos positivos que provengan desde Washington. ¿Por qué? ¿Alguien me ayuda?, pues porque hacerlo desmontaría la pirámide de falsedades sobre las cuales se ha erigido la política nacional e internacional de mi país.
Decirles a los cubanos, sin remilgos, que los americanos acababan de levantar las dañinas trabas para que gente de ciencia y de arte, estadounidenses de pensamiento, visiten a sus colegas de la Isla, era moverles el suelo ideológico a quienes, adoctrinados, asumían a los gringos como causantes de todo tipo de tensión con su tierra. Ergo, había que poner la coletilla nefasta:
[La aplicación de estas nuevas medidas] “es expresión del reconocimiento del fracaso de la política de los Estados Unidos contra Cuba y de que busca nuevas vías para lograr sus objetivos históricos de dominación de nuestro pueblo.”
Y también:
“Aunque las medidas son positivas, se quedan muy por debajo de esos justos reclamos, tienen un alcance muy limitado y no modifican la política contra Cuba”.
A quienes no comprendían por qué el triunfo de Barack Obama desveló tanto a los politicastros de mi Isla, a quienes siguen negándose al levantamiento de un embargo fosilizado e ineficaz, ahí lo tienen: apenas un puñado de tímidas, cuasi insignificantes medidas, han puesto de punta, a la defensiva, a una diplomacia cubana que se siente en su salsa mientras el Tío Sam no da señales de buena voluntad.
Cuando esto sucede, cuando los Estados Unidos alardean con distender las relaciones, hay que preocuparse. Y contraatacar. Hay que crispar, sacar ronchas. Sea de donde sea: “Si levantan restricciones para viajes de norteamericanos, gritamos por el bloqueo; si levantan el bloqueo gritamos por la libertad de los Cinco; si nos devuelven a los Cinco pedimos nos devuelvan la Base de Guantánamo; y si nos devuelven la Base… algo se nos ocurrirá”.
Pero hay un aspecto con el que estos diligentes estrategas no cuentan, al parecer: nuestra inteligencia. Con el sentido común de cubanos de dentro y de fuera, que nos dice a los no lobotomizados: “Bueno, ya es demasiado evidente quién quiere aliviar las fricciones, y quién las quiere sostener, ¿no?”.
Aún así, debo reconocerlo, no basta con una paciencia promedio para digerir con frialdad esta Declaración Oficial. Me declaro incapaz. Pienso en los espíritus tibetanos, que no leen el Granma, y que si lo hicieran tendrían mejores métodos de autocontrol. Y termino envidiándoles.
Porque Cuba no solo duele: también indigna. Y debería indignar a todo ser pensante, justo, honesto, que leyera oraciones como esta, proveniente de mi país beligerante:
“Las medidas solo benefician a determinadas categorías de norteamericanos y no restituyen el derecho a viajar a Cuba de todos los ciudadanos norteamericanos, que seguirán siendo los únicos en todo el mundo que no pueden visitar nuestro país libremente.”
Díganme quién no lo nota, por favor. Díganme quién no se siente desconcertado, quién no siente arder un poco su vergüenza, al comprobar el tamaño de la hipocresía y el oportunismo político de que pueden ser capaces los portavoces del gobierno de mi país.
Se precisa de un impudor desorbitado para defender el derecho de los norteamericanos, de todos los norteamericanos, a viajar libremente a la Isla, mientras nada se dice de los cientos de miles de cubanos que, por obra y gracia de los dueños de nuestra tierra, no pueden volver a Cuba.
Ahí están, los que jamás han dinamitado un avión ni han introducido siquiera una plaga de catarro. Aquí están, los que jamás alzaron un dedo para asesinar, para atentar contra vidas, los que jamás sacaron dinero sucio hacia cuentas en Suiza. Y no pueden regresar a su Patria, porque se los impide el mismo Gobierno que hoy lanza palabras lacrimógenas a favor de los pobres, lastrados norteamericanos, que se desviven en deseos de visitar a Cuba, y el Imperio malvado no les deja.
Desperdigados por todo el mundo andan los cubanos, como zombies adormecidos por la nostalgia. Se mueren, como Cabrera Infante y Jesús Díaz, atormentados por las mordidas de una melancolía que jamás consiguieron vencer. Viven reacomodándose a un exilio que a veces ni siquiera escogieron, como el novelista Amir Valle, a quien dejaron salir rumbo a Berlín, y levantaron el puente colgante a sus espaldas, para que nunca más pudiera entrar al castillo.
El mismo puente que se levantó, también, tras el salsero Manolín, tras el mediático Carlos Otero, tras incontables nombres públicos o desconocidos, y que –ojalá me equivoque- quizás también se levantó detrás de mí.
Entonces, Cuba aboga hoy por el legítimo derecho de los estadounidenses a pisar la Isla. Hay momentos en que me faltan las palabras. Lo confieso. Y la impotencia me sabe en los labios peor que el arsénico de Madame Bovary.
Por eso cada día tolero menos a los “amigos de Cuba”, los queridos foráneos con mejillas rosa, a los que meses atrás les dediqué el post “La Verdadera Casa de Todos”, que gastan sus mágicas vacaciones en las soleadas calles de La Habana, y no se cansan de decirles, a los cubanos, que viven en el mejor país de este planeta.
Y por eso justifico cada día menos a quienes, desde una presunta justicia intelectual, aprueban con sus discursos, o sus silencios, lo que ocurre hoy con un pequeño islote propiedad de unos pocos tan pocos. Este no es momento de callar, queridos intelectuales, queridos thinking tanks de medio mundo:
“Hay momentos, en la vida, en los que callar se convierte en culpa, y hablar en una obligación. Un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del que uno no se puede evadir”.
Así dijo una italiana cuyo nombre, de tan sublime, de tan digno, pretendo destinar para la hija que en un futuro quiero tener. Así dijo Oriana Fallaci, cuando tras el 11 de Septiembre no pudo sostener más su silencio.
Y si tras ocho años desde que el talentoso -y aun así inconsistente-Eduardo Galeano escribiera su texto de catarsis, Cuba todavía duele, porque excluye y censura, porque reprime y silencia; si Cuba todavía duele porque viola los derechos de nosotros, sus hijos, y aun así defiende derechos ajenos a pisar aquella tierra bendita, que se avergüencen los dóciles junto a los culpables, los silenciosos junto a los causantes, y que recuerden que la Historia, contrario a lo que muchos piensan, rara vez absuelve.
http://elpequenohermano.wordpress.com/2011/01/18/cuba-todavia-duele/#more-1091
Se precisa de un impudor desorbitado para defender el derecho de los norteamericanos, de todos los norteamericanos, a viajar libremente a la Isla, mientras nada se dice de los cientos de miles de cubanos que, por obra y gracia de los dueños de nuestra tierra, no pueden volver a Cuba.(Ernesto)
Cuba Todavía Duele
18 enero
Hace poco menos de ocho años, en abril del 2003, uno de los intelectuales más notables de la izquierda latinoamericana, Eduardo Galeano, publicó aquello que dio en llamar “Cuba duele”, tras la oleada represiva desatada contra disidentes, y en particular, tras el fusilamiento de jóvenes desesperados por escapar de su propio país.
Imposible sintetizar en una frase más breve tanta carga simbólica y emocional.
Porque decir que Cuba duele resume, en apenas dos vocablos, el cúmulo generalmente impreciso, etéreo, de sensaciones que experimenta todo aquel que no ve la realidad de ese angosto país como algo distante, como un fenómeno jurásico que flota a mitad del Caribe, sino que la percibe como algo muy suyo. O como a sí mismo.
Y hoy he desempolvado la tétrica frase de Galeano porque Cuba, una y otra vez, nos duele. El diarismo que hasta hace muy poco allí viví, y las noticias que desde allí me llegan, despiertan a veces ira y a veces risa; por momentos son burlescas, o son indignantes. Pero casi siempre, sin variar, con precisión maniática, terminan por doler.
Esta vez llega en forma de Declaración Oficial, y tiene la firma del Ministerio de Relaciones Exteriores: optaron por no cruzarse de brazos, por no guardarse las lenguas, y salir adarga en brazo a defender los principios y preceptos del glorioso Partido, de la ecuménica Revolución.
¿Pero cuál es ahora el agravio que deshacer, cuál el entuerto por reparar? ¿De qué se trata esta vez, amigos míos? Pues muy simple: es el pronunciamiento de la diplomacia cubana, con respecto a las nuevas medidas que en torno a la Isla acaba de tomar el gobierno norteamericano.
Veamos: 1. Autorizar los viajes de norteamericanos a Cuba con fines académicos, educacionales, culturales y religiosos 2. Permitir a ciudadanos norteamericanos enviar remesas a cubanos en cantidades limitadas 3. Autorizar a los aeropuertos internacionales de EE.UU. a solicitar permiso para operar vuelos charter directos a Cuba.
¿Alguien se percató de cuáles son los términos que más se repiten en las tres nuevas medidas? Autorización, Permisibilidad. Las tres, ofrecen nuevas oportunidades en diferentes aspectos; las tres, levantan restricciones y prohibiciones; las tres son indudablemente positivas, y aunque, cierto, son insuficientes -vistas desde ciertas ópticas-, son descomunalmente más amplias y satisfactorias que todas las que ha tomado el gobierno de la Isla en sus relaciones con los Estados Unidos.
Ah, pero no: no se trata, jamás, de dar el brazo a torcer. No se trata de reconocer aspectos positivos que provengan desde Washington. ¿Por qué? ¿Alguien me ayuda?, pues porque hacerlo desmontaría la pirámide de falsedades sobre las cuales se ha erigido la política nacional e internacional de mi país.
Decirles a los cubanos, sin remilgos, que los americanos acababan de levantar las dañinas trabas para que gente de ciencia y de arte, estadounidenses de pensamiento, visiten a sus colegas de la Isla, era moverles el suelo ideológico a quienes, adoctrinados, asumían a los gringos como causantes de todo tipo de tensión con su tierra. Ergo, había que poner la coletilla nefasta:
[La aplicación de estas nuevas medidas] “es expresión del reconocimiento del fracaso de la política de los Estados Unidos contra Cuba y de que busca nuevas vías para lograr sus objetivos históricos de dominación de nuestro pueblo.”
Y también:
“Aunque las medidas son positivas, se quedan muy por debajo de esos justos reclamos, tienen un alcance muy limitado y no modifican la política contra Cuba”.
A quienes no comprendían por qué el triunfo de Barack Obama desveló tanto a los politicastros de mi Isla, a quienes siguen negándose al levantamiento de un embargo fosilizado e ineficaz, ahí lo tienen: apenas un puñado de tímidas, cuasi insignificantes medidas, han puesto de punta, a la defensiva, a una diplomacia cubana que se siente en su salsa mientras el Tío Sam no da señales de buena voluntad.
Cuando esto sucede, cuando los Estados Unidos alardean con distender las relaciones, hay que preocuparse. Y contraatacar. Hay que crispar, sacar ronchas. Sea de donde sea: “Si levantan restricciones para viajes de norteamericanos, gritamos por el bloqueo; si levantan el bloqueo gritamos por la libertad de los Cinco; si nos devuelven a los Cinco pedimos nos devuelvan la Base de Guantánamo; y si nos devuelven la Base… algo se nos ocurrirá”.
Pero hay un aspecto con el que estos diligentes estrategas no cuentan, al parecer: nuestra inteligencia. Con el sentido común de cubanos de dentro y de fuera, que nos dice a los no lobotomizados: “Bueno, ya es demasiado evidente quién quiere aliviar las fricciones, y quién las quiere sostener, ¿no?”.
Aún así, debo reconocerlo, no basta con una paciencia promedio para digerir con frialdad esta Declaración Oficial. Me declaro incapaz. Pienso en los espíritus tibetanos, que no leen el Granma, y que si lo hicieran tendrían mejores métodos de autocontrol. Y termino envidiándoles.
Porque Cuba no solo duele: también indigna. Y debería indignar a todo ser pensante, justo, honesto, que leyera oraciones como esta, proveniente de mi país beligerante:
“Las medidas solo benefician a determinadas categorías de norteamericanos y no restituyen el derecho a viajar a Cuba de todos los ciudadanos norteamericanos, que seguirán siendo los únicos en todo el mundo que no pueden visitar nuestro país libremente.”
Díganme quién no lo nota, por favor. Díganme quién no se siente desconcertado, quién no siente arder un poco su vergüenza, al comprobar el tamaño de la hipocresía y el oportunismo político de que pueden ser capaces los portavoces del gobierno de mi país.
Se precisa de un impudor desorbitado para defender el derecho de los norteamericanos, de todos los norteamericanos, a viajar libremente a la Isla, mientras nada se dice de los cientos de miles de cubanos que, por obra y gracia de los dueños de nuestra tierra, no pueden volver a Cuba.
Ahí están, los que jamás han dinamitado un avión ni han introducido siquiera una plaga de catarro. Aquí están, los que jamás alzaron un dedo para asesinar, para atentar contra vidas, los que jamás sacaron dinero sucio hacia cuentas en Suiza. Y no pueden regresar a su Patria, porque se los impide el mismo Gobierno que hoy lanza palabras lacrimógenas a favor de los pobres, lastrados norteamericanos, que se desviven en deseos de visitar a Cuba, y el Imperio malvado no les deja.
Desperdigados por todo el mundo andan los cubanos, como zombies adormecidos por la nostalgia. Se mueren, como Cabrera Infante y Jesús Díaz, atormentados por las mordidas de una melancolía que jamás consiguieron vencer. Viven reacomodándose a un exilio que a veces ni siquiera escogieron, como el novelista Amir Valle, a quien dejaron salir rumbo a Berlín, y levantaron el puente colgante a sus espaldas, para que nunca más pudiera entrar al castillo.
El mismo puente que se levantó, también, tras el salsero Manolín, tras el mediático Carlos Otero, tras incontables nombres públicos o desconocidos, y que –ojalá me equivoque- quizás también se levantó detrás de mí.
Entonces, Cuba aboga hoy por el legítimo derecho de los estadounidenses a pisar la Isla. Hay momentos en que me faltan las palabras. Lo confieso. Y la impotencia me sabe en los labios peor que el arsénico de Madame Bovary.
Por eso cada día tolero menos a los “amigos de Cuba”, los queridos foráneos con mejillas rosa, a los que meses atrás les dediqué el post “La Verdadera Casa de Todos”, que gastan sus mágicas vacaciones en las soleadas calles de La Habana, y no se cansan de decirles, a los cubanos, que viven en el mejor país de este planeta.
Y por eso justifico cada día menos a quienes, desde una presunta justicia intelectual, aprueban con sus discursos, o sus silencios, lo que ocurre hoy con un pequeño islote propiedad de unos pocos tan pocos. Este no es momento de callar, queridos intelectuales, queridos thinking tanks de medio mundo:
“Hay momentos, en la vida, en los que callar se convierte en culpa, y hablar en una obligación. Un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del que uno no se puede evadir”.
Así dijo una italiana cuyo nombre, de tan sublime, de tan digno, pretendo destinar para la hija que en un futuro quiero tener. Así dijo Oriana Fallaci, cuando tras el 11 de Septiembre no pudo sostener más su silencio.
Y si tras ocho años desde que el talentoso -y aun así inconsistente-Eduardo Galeano escribiera su texto de catarsis, Cuba todavía duele, porque excluye y censura, porque reprime y silencia; si Cuba todavía duele porque viola los derechos de nosotros, sus hijos, y aun así defiende derechos ajenos a pisar aquella tierra bendita, que se avergüencen los dóciles junto a los culpables, los silenciosos junto a los causantes, y que recuerden que la Historia, contrario a lo que muchos piensan, rara vez absuelve.
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Re: Cuba Todavía Duele / repito, este muchacho me gusta
Sin pudores enero 18, 2011 a 11:07 pm #
Este sin dudas es otro excelente articulo de nuestro amigo Ernesto. En esta ocasion el unico punto de vista que no comparto es su respeto, casi devocion, por el archicomunista y descarado, hijo de mala madre Carlos Galeano.
Este hombrecito repugnante regodea cada uno de sus discursos con palabras y conceptos muy intelectuales, en ocasiones casi inentelegibles pero que traducidos al castellano no suponen otra cosa que culpa y odio hacia cualquiera estructura de poder, legitima o no. A su corriente diversionista se une tambien el colega Oliver Stone y hasta en ocasiones Michael Moore, por demas norteamericanos.
Todos ellos juntos no dicen otra cosa que: “El jamon provoca mucha acidez y ya estamos cansados de sus incomodos efectos. Por el contrario la mierda no produce acidez. Es por eso que todos deberiamos comer mas de la ultima… y abundantemente.”
Este sin dudas es otro excelente articulo de nuestro amigo Ernesto. En esta ocasion el unico punto de vista que no comparto es su respeto, casi devocion, por el archicomunista y descarado, hijo de mala madre Carlos Galeano.
Este hombrecito repugnante regodea cada uno de sus discursos con palabras y conceptos muy intelectuales, en ocasiones casi inentelegibles pero que traducidos al castellano no suponen otra cosa que culpa y odio hacia cualquiera estructura de poder, legitima o no. A su corriente diversionista se une tambien el colega Oliver Stone y hasta en ocasiones Michael Moore, por demas norteamericanos.
Todos ellos juntos no dicen otra cosa que: “El jamon provoca mucha acidez y ya estamos cansados de sus incomodos efectos. Por el contrario la mierda no produce acidez. Es por eso que todos deberiamos comer mas de la ultima… y abundantemente.”
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