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Los resentidos ¿ por qué apoyan un sistema fracasado?

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Los resentidos ¿ por qué apoyan un sistema fracasado? Empty Los resentidos ¿ por qué apoyan un sistema fracasado?

Mensaje por CalaveraDeFidel Lun Mayo 28, 2012 5:55 am

¿Por qué fracasa el socialismo?



La pregunta que da nombre a este artículo es contundente y
–dirían algunos- pretenciosa. Dado a que en otros campos de la
experiencia humana hay formas de organización o acción que pueden
funcionar siempre que existan una serie de factores o condiciones, decir
que el socialismo fracasa siempre y en sí mismo es una afirmación que necesita una fundamentación sólida.

Para empezar debemos definir qué es socialismo.
A pesar de que su nombre provenga de "social", algo muy inteligente por
parte de quienes diseñaron la etiqueta en los siglos XVII al XX, lo que
realmente implica es planificación central (socialización). Y
claro, existen varios socialismos, desde el socialismo utópico, pasando
por el socialismo marxista hasta llegar a su primo hermano, el
nacionalsocialismo -nazi- alemán. Pero, ¿qué tienen en común estas
tendencias, cuyos integrantes pasaron tanto tiempo tratando de
diferenciarse entre sí? Algo fundamental: la desconfianza o desprecio
por la autonomía del individuo y la insistencia en politizar y
planificar centralmente las actividades de una sociedad. Y eso es lo que
debe ser entendido por socialismo o socialización.

Entonces,
lo que quiero señalar en este artículo es que independientemente de las
aparentes buenas intenciones y argumentos de quienes nos proponen este
modelo social, el socialismo fracasó y fracasará siempre que se intente.


Ética, luego economía

Mi
argumentación toma prestados los descubrimientos de las mentes más
grandes de las ciencias sociales, entre las cuales están Max Weber,
Friedrich A. Hayek y el gran economista del siglo XX, Ludwig von Mises.
Sin embargo, antes de llegar al meollo del asunto – el tema económico-
no puedo pasar por alto un tema que debe siempre anteceder a cualquier
análisis económico o político: la ética. Como observó el genial John
Locke en el siglo XVIII, la actividad humana genera propiedad. Para
empezar somos dueños de nuestro propio cuerpo, y por añadidura de los
frutos obtenidos mediante su uso. Es bajo ese concepto que los liberales
del siglo XIX habían formulado la gran verdad universal de que somos
dueños de "nuestra vida y nuestra propiedad". Ya que nuestra
supervivencia como seres humanos es inseparable de nuestras necesidades
materiales, pero a la vez nuestros derechos terminan donde empiezan los
del otro, la ética que emergió una y otra vez en la Historia confirma
esos principios que son tan evidentes ahora. Consagrarlo en formas de
gobierno competitivas o un monopolio de funciones mínimas y limitado por
una constitución[1],
aseguraba la convivencia social pacífica y la prosperidad relativa a
los avances de ese tiempo. Nada de esto es posible si existe
planificación central de la economía y otras áreas de la vida social.
Puesto en otras palabras, el socialismo es por definición un modelo que
actúa por encima de los derechos inalienables de los individuos,
violándolos. La cooperación social voluntaria y mutuamente beneficiosa
nunca requiere de imposición política de una mayoría, un dictador o un
partido único.


Imposibilidad del cálculo económico en el socialismo

Una
vez expuesto porqué un sistema socialista es ante todo ilegítimo,
podemos pasar al plano de su funcionamiento económico, en el cual la
planificación central tampoco pasa la prueba teórica e histórica. Este
es el tema más importante que expondré, debido a que lastimosamente la
ética poco le importa a mucha gente que se precia de ser "pragmática",
pero cuando de economía y dinero se trata, todos nos sentimos
implicados.

Imagine usted, estimado lector, que su negocio es un pequeño quiosco de hot-dogs. Sus hot-dogs
tienen una serie de ingredientes, y además usted incurre en otros
costos para obtener el producto final. La única forma dinámica,
eficiente y legítima de saber si la gente quiere sus hot-dogs, es producirlos y ponerlos a la venta. Si la gente los compra, usted sabrá que el hot-dog
vale más que la suma de sus partes: pan, salchicha, mostaza, cebollas,
su tiempo, el gas de la cocina, la compra del quiosco, etc. En términos
más precisos, el hot-dog es socialmente útil como actividad
económica si la diferencia entre el precio final y los costos incurridos
hace que valga la pena el esfuerzo. Eso, que sabemos a nivel individual
en un negocio o actividad sin fines de lucro, es inexistente en el
socialismo. Simplemente es imposible la contabilidad de costos, y si eso
ocurre en una serie de industrias o la mayoría, es evidente la clase de
desastre que se provoca. En ausencia de propiedad privada de los
“medios de producción” y otros bienes, es imposible asignarlos a las
tareas más prioritarias; su propia conservación y buen uso se ven
comprometidos. Y hay que aclarar que en esto no tiene absolutamente nada
que ver el carácter de los individuos que participan. Si se reúnen 10
millones de marxistas en una isla coherentemente socialista, no podrían
coordinar sus actividades económicas y su supervivencia se vería
comprometida casi enseguida.

Este problema fue
visualizado originalmente por el sueco Nicholas G. Pierson y el inglés
Max Weber, antes de que fuese magistralmente expuesto por Ludwig von
Mises. El tema es ineludible: dado que el valor es subjetivo y los
precios reflejan la suma de esa subjetividad y la escasez de un bien, un
sistema económico o industria que no cuente con precios libremente
fijados –reales- va a desembocar siempre y cada vez en la entropía y el
retroceso económicos.

Este debate no es nuevo, y
los autores socialistas nunca pudieron darle solución. A diferencia de
lo que Marx pensaba, el mercado no representa una "anarquía de la
producción": es el único mecanismo capaz de coordinar cientos de miles
de actividades simples y complejas hacia la elaboración de bienes que
eleven la calidad de vida del consumidor final[2].
A través del sistema de precios se reflejan millones de gustos,
preferencias y disponibilidad de bienes productivos y de consumo. ¿Es
perfecto? Nada humano lo es. ¿Existe desperdicio e ineficiencia en
muchas ocasiones? Por supuesto, pero su alternativa es peor.
Sencillamente no hay reemplazo para el sistema de precios, que refleja
las prioridades sociales y guía el proceso económico. Intentar
sustituirlo con planes nacionales, regulaciones económicas o
nacionalizaciones es un esfuerzo vano y económicamente destructivo.

Ya
entendido el argumento teórico, veamos lo que nos dice la Historia al
respecto. La socialización de la agricultura había ya acabado con la
vida de millones de personas por hambrunas en la naciente U.R.S.S.,
cuando Lenin decide aplicar la llamada Nueva Política Económica (NPE).
Lenin, un marxista de formación, introduce entonces y por emergencia los
primeros elementos de capitalismo cabal en Rusia. Reprivatiza alrededor
del 4% de granjas colectivizadas, elimina ciertos controles, y
establece el patrón oro (moneda dura) con respaldo para el rublo. Estos
incipientes elementos de capitalismo fueron responsables por la
supervivencia material del pueblo ruso. Ese pequeño porcentaje de kulaks
que recuperaron su propiedad, generaron el 28% de la producción
agrícola de la U.R.S.S. durante los siguientes 70 años. Tan concientes
estaban los soviéticos de que los precios eran el sistema de señales de
una economía (cosa que nuestros economistas neokeynesianos locales, por
el contrario, ignoran o pretenden obviar) que mantenían suscripciones
regulares a catálogos industriales y de tiendas departamentales de los
EEUU y Europa, para tener algún tipo de referencia. Alrededor de 18.000
economistas participaban de la tarea centralizada en el Kremlin por
fijar precios sin mercado, un esfuerzo vano por definición. Cada año más
fábricas quedaban paradas por falta de partes pequeñas que no podían
solicitarse dinámicamente mediante compras libres. La economía
soviética, en palabras de un economista ruso contemporáneo, era un
"ferrocarril tosco y feo, detenido por falta de tornillos". Lo mismo le
sucede a Cuba. Sólo un 13% de los ingenios azucareros que la Revolución
confiscó a sus propietarios sigue en condiciones funcionales, el resto
son chatarra gracias a la falta de piezas de repuesto. Ni la U.R.S.S. ni
Cuba pudieron ni podrían sostenerse sin socios más cercanos al concepto
capitalista, ya sea por imitación permanente de industrias, métodos y
especializaciones profesionales, o bien por comercio estatal, en lo que
se conoce como "capitalismo de estado". Los ciudadanos de los modelos
totalitarios por su parte complementaron siempre sus necesidades en el
mercado negro.


¿Qué sucede con las industrias socializadas en países relativamente libres?

Cada actividad económica que se aísle del sistema de precios, empezará necesariamente un lento declive y deformación[3].
Así lo atestiguan tanto la educación francesa, con la pérdida de sus
estándares de posguerra, como la medicina socializada en Canadá, que
hace esperar a pacientes críticos alrededor de 6-18 meses y cuenta con
una tecnología muy inferior a la de su vecino EEUU. Lo mismo sucede con
el sistema de pensiones en Suecia, que empieza ya a imitar a Chile en un
modelo individual de ahorro en vez de la mal llamada seguridad social.

En
el Ecuador de hoy en día -el cual por cierto se clasifica entre los
países de menor libertad económica del mundo- hay una larga serie de
actividades e industrias que siguen intervenidas o directamente en manos
estatales, eliminándose cualquier tipo de racionalidad económica e
innovación local. Pero ni la administración extranjera, la concesión u
otros parches podrán subsanar el problema fundamental: al igual que en
un quiosco de hot-dogs, se necesita información real y libre para crear valor agregado.


El socialismo no es social, es político

Luego
de una objeción desde la ética y una exposición de por qué la
planificación central (socialismo) no es viable, hagamos una última
disección del término para aliviar a quienes sienten que este artículo
ofende su sensibilidad política o incluso cultural. Como dije al
principio los ingenieros sociales, diseñadores de utopías a costa de
vida y propiedad ajenas, tuvieron el mejor acierto en la historia del
marketing político al apropiarse del nombre socialista para
autoetiquetarse. Sin embargo el nombre sigue causando confusión entre
quienes tienen una gran sensibilidad social y aman el concepto de
comunidad, sobre todo en nuestro estilo latino.

Sencillamente,
el socialismo es lo contrario a la comunidad, en su concepto pacífico y
voluntario. La imposición gubernamental es la señal de fracaso de
quienes no lograron liderar voluntariamente un tema o proyecto social.
Si usted al igual que yo, cree en la comunidad, en el liderazgo y en la
ayuda a los más necesitados, no piense que es socialista. Sencillamente
usted es humano. Politizar esas nobles intenciones provoca el efecto
contrario: autoritarismo y subdesarrollo. Y por eso precisamente, el
socialismo fracasa.




[1]
La filósofa rusa Ayn Rand, autora de “La Rebelión de Atlas” y “El
Manantial”, decía que “El gobierno se crea para proteger a la gente de
los criminales. La constitución se crea para proteger a la gente del
gobierno”.


[2]
"En el capitalismo, todas estas decisiones se determinan en base a
cálculos económicos (de costos). Por tanto, la producción de zapatos en
su conjunto tiende a ser efectuada hasta el punto en que una mayor
producción haría que la industria del zapato se vuelva relativamente
menos rentable en comparación a otras; los estilos son aquellos que los
consumidores están dispuestos a volver rentables; los métodos de
producción, los materiales utilizados, las locaciones geográficas son
las del menor costo posible excepto cuando tengan ventajas especiales
por las cuales los consumidores estén dispuestos a pagar". Reisman, 1996

Y a manera de anécdota:

“Si
algo en concreto puede mostrar la deshonestidad intelectual del
departamento de economía de [la universidad de] Columbia en aquellos
días, era esto. Mientras que se evitaba u ‘olvidaba’ hacer disponible un
solo de los textos de Ludwig von Mises, o inclusive mencionar la
existencia de ellos en las lecturas asignadas, o hasta donde tuve
conciencia, en un aula, el departamento se aseguró de mantener
disponibles docenas de copias del intento de refutación de Oskar Lange a
la doctrina de Mises sobre la imposibilidad de cálculo económico del
socialismo -en el área de reserva de la biblioteca como una lectura
suplementaria y opcional al curso de introducción a la economía”
Reisman, 1996

La ‘solución’ planteada por Oskar
Lange y otros socialistas neoclásicos (el término es casi redundante) es
que el ensayo y error y la coordinación entre planificadores centrales
es más eficiente y justa que los monopolios, oligopolios, carteles
permanentes y monopsonias a las que el modelo neoclásico lleva como
conclusión sobre la realidad. Nuevamente un marco teórico de
epistemología falaz lleva a peligrosísimas conclusiones. Ni la
información es estática, ni los actores son lineales, ni las necesidades
son iguales año tras año. Tres supuestos tan pueriles al desmantelarlos
demolería nuevamente el esfuerzo de Lange y otros marxistas por
resolver el problema teóricamente. En la práctica sin embargo, no fue
necesario, el Kremlin basaba sus Gosplan en información exterior como
mencioné anteriormente y permitía ciertos niveles de mercado, dando la
razón a Mises y cualquier otro ser humano conciente de las limitaciones
de la acción humana individual sobre un conjunto dado de recursos y
voluntades independientes.

“Todos deberíamos estar
agradecidos a los soviéticos porque probaron de forma concluyente que
el socialismo no funciona. Nadie puede decir que no tuvieron suficiente
poder o suficiente burocracia o suficientes planificadores o que no
llevaron las cosas hasta el grado suficiente” Paul Craig Roberts.

Sin
embargo el caso también aplica, como lo planteé al prof. Cachanosky, a
una isla en que Microsoft –digamos- internalice todas las actividades
necesarias para los seres humanos que en ella trabajan. Se perderían de
tal forma los costos reales de vista en cada actividad, (no existirían,
pues su precondición es la valoración subjetiva) que la isla Microsoft
generaría su propia entropía económica en muy poco tiempo.

“...paradójicamente,
la razon por la cual una economía socialista no puede hacer cálculos no
se debe específicamente a que sea socialista! El Socialismo es el
sistema en el cual el Estado toma control a la fuerza de todos los
medios de producción en la economía. La razón de la imposibilidad de
cálculo económico en el socialismo es que un solo agente posee o dirige
todos los recursos de la economía. Debe estar claro que no hay
diferencia en esto si el agente es el Estado o un individuo o un cartel
empresarial” Murray N. Rothbard, Man, Economy and State

El
análisis inverso es precisamente la mejor justificación para la
tercerización o outsourcing, basada en los principios ricardianos y
miseanos de ventajas comparativas y competitivas utilizados en la “Ley
de asociación” de L. von Mises (ver Acción Humana). En esto hay que
coincidir con el economista José Piñera, en que la base de toda economía
sana es “competencia, competencia, competencia”. Eso sólo es posible si
la propiedad es dispersa, legítima y no hay barreras de entrada para
las actividades. Entonces entra también y en segundo plano el tema
hayekiano-schumpetereano de la dispersión de la información y la
capacidad (conocimiento, asimetrías informativas, talentos y
creatividad) a complementar el argumento.


[3]
Mi análisis de las áreas socializadas se inspira en el tema Miseano,
que Rothbard también aplicó en su análisis del Estado per se. El Estado
es la socialización de la justicia, la seguridad y el castigo o
retribución y tiene en su concepción el mismo defecto de cualquier otra
actividad socializada.

“Rothbard llevó un paso
adelante los argumentos de Mises en el tema del cálculo económico.
Consecuentemente, Rothbard concluyó que si el socialismo no puede
funcionar, tampoco pueden hacerlo los actos de intervención del gobierno
en el mercado. Esta posición es sostenida por un número reciente de
economistas que comparte la visión Miseana-Rothbardeana de los defectos
internos del socialismo. Paul R. Gregory y Robert C. Stuart, en un libro
popular sobre la economía soviética, escriben “La lección primordial
que debe aprenderse de este análisis del sistema de mando y
administración vertical, es que falló debido a contradicciones internas,
no al error humano. Esta verdad es importante. Las generaciones
siguientes, atraídas por las características ‘atractivas’ del sistema de
mando y administración vertical –igualdad, derecho al trabajo,
desarrollo administrado verticalmente- podrían concluir que el sistema
en sí era posible. En esta perspectiva, sus administradores –desde fines
de los 1920’s hasta principios de los 1990’s simplemente no supieron
manejarlo. Tal conclusión llevaría a una repetición del experimento con
resultados que podrían no ser previstos por generaciones futuras” Yuri
Maltsev, Murray N. Rothbard as a critic of socialism
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