Mi madre en la clandestinidad
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Mi madre en la clandestinidad
Ángel Santiesteban | 26/08/2009 18:40
Entorno surrealista. Jesse Ríos
MI MADRE SE PASABA LA Mayor parte del tiempo escuchando Radio Martí y las otras emisoras de onda corta que estaban prohibidas. Se divorció de la Revolución antes del cincuenta y nueve; después de haber pertenecido a una célula del 26 de Julio, iban a reuniones, tiraban octavillas, reunían dinero y medicinas para los rebeldes, confeccionaban banderas, todo le parecía un juego de jóvenes. Hasta que una noche les ordenaron poner bombas en la ciudad. Mi madre se negó porque los inocentes eran los que pagaban, sólo lograban provocar el rechazo de la población; pero las órdenes no se discuten. Le dijeron que no tenía otra opción que aceptar, de lo contrario era una traidora. Mi madre recordó qué les pasaba a los catalogados de traidores. Prefirió callar. Pensaron que la habían convencido y le dieron su tarea: recoger en una dirección de Centro Habana un paquetico que después colocaría en una esquina del Vedado. Cuando abandonó la reunión ya sabía qué hacer. Llenó una maleta con algunas ropas y fue a esconderse a las provincias orientales. Por llamadas telefónicas que hizo a la pensión en la que vivía, la propietaria le notificó que varios hombres la estaban buscando y le ofrecieron dinero por su paradero, pero ella aseguró desconocerlo. El consejo de la dueña era que no debía regresar. Mi madre lo sabía también. No le gustaba hacer ese cuento. A veces le pedía que lo repitiera, pero se negaba asustada. El miedo a ser descubierta siempre la acompañó, temía que pudieran descubrirla y juzgarla por traidora. Después de hablar del tema permanecía varios días desanimada, caminaba por la casa y a veces la sentía llorar en su cuarto.
Me hizo prometer que nunca, mientras estuviera con vida, lo contaría a los demás. Ellos me asustan, me dijo, y tú debieras temer también.
Publicado en: Los hijos que nadie quiso | Actualizado 26/08/2009 18:44
Entorno surrealista. Jesse Ríos
MI MADRE SE PASABA LA Mayor parte del tiempo escuchando Radio Martí y las otras emisoras de onda corta que estaban prohibidas. Se divorció de la Revolución antes del cincuenta y nueve; después de haber pertenecido a una célula del 26 de Julio, iban a reuniones, tiraban octavillas, reunían dinero y medicinas para los rebeldes, confeccionaban banderas, todo le parecía un juego de jóvenes. Hasta que una noche les ordenaron poner bombas en la ciudad. Mi madre se negó porque los inocentes eran los que pagaban, sólo lograban provocar el rechazo de la población; pero las órdenes no se discuten. Le dijeron que no tenía otra opción que aceptar, de lo contrario era una traidora. Mi madre recordó qué les pasaba a los catalogados de traidores. Prefirió callar. Pensaron que la habían convencido y le dieron su tarea: recoger en una dirección de Centro Habana un paquetico que después colocaría en una esquina del Vedado. Cuando abandonó la reunión ya sabía qué hacer. Llenó una maleta con algunas ropas y fue a esconderse a las provincias orientales. Por llamadas telefónicas que hizo a la pensión en la que vivía, la propietaria le notificó que varios hombres la estaban buscando y le ofrecieron dinero por su paradero, pero ella aseguró desconocerlo. El consejo de la dueña era que no debía regresar. Mi madre lo sabía también. No le gustaba hacer ese cuento. A veces le pedía que lo repitiera, pero se negaba asustada. El miedo a ser descubierta siempre la acompañó, temía que pudieran descubrirla y juzgarla por traidora. Después de hablar del tema permanecía varios días desanimada, caminaba por la casa y a veces la sentía llorar en su cuarto.
Me hizo prometer que nunca, mientras estuviera con vida, lo contaría a los demás. Ellos me asustan, me dijo, y tú debieras temer también.
Publicado en: Los hijos que nadie quiso | Actualizado 26/08/2009 18:44
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