Alpidio Alonso y los cambios
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Alpidio Alonso y los cambios
5.27.2010
Alpidio Alonso y los cambios
Alpidio Alonso, escritor y funcionario cultural cubano, escribió hace unos días:
Mas creo importante subrayar que, independientemente de las presiones externas, la voluntad de producir esos cambios dentro de nuestro socialismo ha sido claramente expresada desde el barrio hasta la más alta dirección de la Revolución; que se trata de cambios que obedecen a necesidades planteadas por los propios cubanos, quienes deberemos, ateniéndonos a las condiciones de cada momento, encontrar las fórmulas más adecuadas para llevarlos a la práctica.
Como conozco a Alpidio Alonso, y le tengo por persona que se atiene a sus principios, y habiendo constatado personalmente que es capaz de discutir y razonar con quienes le llevan la contraria, me atrevo a asegurar que estaría de acuerdo con algunos de estos argumentos:
-La unanimidad es más peligrosa que la diversidad de criterios.
-Todo gobierno debería proteger a quienes discrepan de sus políticas; y además fomentar la crítica abierta, incluyendo las expresiones más enérgicas. “Gobierno sin oposición” es una inconsecuencia.
-La iniciativa empresarial de los cubanos no tiene nada que envidiarle a la de los españoles o canadienses.
-Los actos de repudio son una continuidad de la porra machadista, en su esencia.
-Más dañina que el embargo: la corrupción.
-Ciertas figuras emblemáticas de la Revolución no pueden ser criticadas, ni siquiera de modo respetuoso, aunque hayan cometido o sigan cometiendo errores.
-No estaría mal que en el Parlamento cubano alguien votara en contra alguna vez.
-Los delegados del Poder Popular no pueden resolver las verdaderas necesidades de sus electores.
-Cincuenta años de ineficiencia estatal en la gastronomía y el transporte (dos ejemplos) son suficientes. Esos servicios deben pasar a quienes tengan talento para ofertarlos.
-Ninguna persona merece ser discriminada en base a sus opiniones políticas, aunque sean extremas.
-Ningún gobierno puede arrogarse el derecho de impedir la libre entrada y salida de los ciudadanos hacia/desde el territorio nacional.
-En Cuba existe un nivel de violencia más alto de lo que se admite a niveles oficiales: el alcoholismo, el crimen, la prostitución, la violencia doméstica…
-El nivel cultural y de civilidad de la policía nacional está en su peor momento.
-La policía política actúa con total impunidad, con el pretexto de una guerra que no llega.
-La calidad de la prensa cubana es pésima, y le falta objetividad.
-La política de castigar a ciertos exiliados con el veto de entrada, particularmente cuando se les notifica en el mismo aeropuerto, contiene una alta dosis de revanchismo infantil.
-La vejación de una mujer, verbal o escrita, y por muy despreciable que su persona nos resulte, es oficio de cobardes.
-Los cubanos que discrepan de la dirigencia política no tienen derecho a réplica en los mismos medios donde se les ataca. Toda opinión merece ser escuchada, por muy equivocada que nos parezca.
-Ciertos delitos contemplados por la ley reciben penas excesivamente altas.
-La idea de que en las cárceles cubanas no se cometen abusos es bastante ingenua.
-No por estar en contra de los Castro, se está al servicio de una potencia extranjera.
-La censura sigue imponiéndose en las publicaciones cubanas, por mucho que la cultura cubana sea “una sola”.
-Los argumentos “salud”, “educación” y “deportes” son también agotables.
¿Entonces? ¿Qué presión externa o embargo o carta de condena o campaña mediática impide que se comiencen a cambiar estas cosas? ¿Qué fórmulas hay que encontrar para que muchos hombres, en Cuba, se comporten como hombres y respeten la integridad de las mujeres?
¿O es que le vamos a dejar todo a la Biología?
.
por Manuel Sosa
Alpidio Alonso y los cambios
Alpidio Alonso, escritor y funcionario cultural cubano, escribió hace unos días:
Mas creo importante subrayar que, independientemente de las presiones externas, la voluntad de producir esos cambios dentro de nuestro socialismo ha sido claramente expresada desde el barrio hasta la más alta dirección de la Revolución; que se trata de cambios que obedecen a necesidades planteadas por los propios cubanos, quienes deberemos, ateniéndonos a las condiciones de cada momento, encontrar las fórmulas más adecuadas para llevarlos a la práctica.
Como conozco a Alpidio Alonso, y le tengo por persona que se atiene a sus principios, y habiendo constatado personalmente que es capaz de discutir y razonar con quienes le llevan la contraria, me atrevo a asegurar que estaría de acuerdo con algunos de estos argumentos:
-La unanimidad es más peligrosa que la diversidad de criterios.
-Todo gobierno debería proteger a quienes discrepan de sus políticas; y además fomentar la crítica abierta, incluyendo las expresiones más enérgicas. “Gobierno sin oposición” es una inconsecuencia.
-La iniciativa empresarial de los cubanos no tiene nada que envidiarle a la de los españoles o canadienses.
-Los actos de repudio son una continuidad de la porra machadista, en su esencia.
-Más dañina que el embargo: la corrupción.
-Ciertas figuras emblemáticas de la Revolución no pueden ser criticadas, ni siquiera de modo respetuoso, aunque hayan cometido o sigan cometiendo errores.
-No estaría mal que en el Parlamento cubano alguien votara en contra alguna vez.
-Los delegados del Poder Popular no pueden resolver las verdaderas necesidades de sus electores.
-Cincuenta años de ineficiencia estatal en la gastronomía y el transporte (dos ejemplos) son suficientes. Esos servicios deben pasar a quienes tengan talento para ofertarlos.
-Ninguna persona merece ser discriminada en base a sus opiniones políticas, aunque sean extremas.
-Ningún gobierno puede arrogarse el derecho de impedir la libre entrada y salida de los ciudadanos hacia/desde el territorio nacional.
-En Cuba existe un nivel de violencia más alto de lo que se admite a niveles oficiales: el alcoholismo, el crimen, la prostitución, la violencia doméstica…
-El nivel cultural y de civilidad de la policía nacional está en su peor momento.
-La policía política actúa con total impunidad, con el pretexto de una guerra que no llega.
-La calidad de la prensa cubana es pésima, y le falta objetividad.
-La política de castigar a ciertos exiliados con el veto de entrada, particularmente cuando se les notifica en el mismo aeropuerto, contiene una alta dosis de revanchismo infantil.
-La vejación de una mujer, verbal o escrita, y por muy despreciable que su persona nos resulte, es oficio de cobardes.
-Los cubanos que discrepan de la dirigencia política no tienen derecho a réplica en los mismos medios donde se les ataca. Toda opinión merece ser escuchada, por muy equivocada que nos parezca.
-Ciertos delitos contemplados por la ley reciben penas excesivamente altas.
-La idea de que en las cárceles cubanas no se cometen abusos es bastante ingenua.
-No por estar en contra de los Castro, se está al servicio de una potencia extranjera.
-La censura sigue imponiéndose en las publicaciones cubanas, por mucho que la cultura cubana sea “una sola”.
-Los argumentos “salud”, “educación” y “deportes” son también agotables.
¿Entonces? ¿Qué presión externa o embargo o carta de condena o campaña mediática impide que se comiencen a cambiar estas cosas? ¿Qué fórmulas hay que encontrar para que muchos hombres, en Cuba, se comporten como hombres y respeten la integridad de las mujeres?
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por Manuel Sosa
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