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El antisindicalismo: otro logro revolucionario/Miriam Celaya

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Mensaje por Azali Lun Sep 20, 2010 9:07 am

El antisindicalismo: otro logro revolucionario



Septiembre 17, 2010 at 15:14 · Clasificados en Sin Evasión



El antisindicalismo: otro logro revolucionario/Miriam Celaya Salvador-valdes-mesa-cguey1

Salvador Valdés Mesa, Secretario General de la CTC



Un insólito comunicado hecho público por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), acaba de anunciar el lunes 13 de septiembre que medio millón de cubanos perderán sus empleos en los próximos meses. Lo asombroso no es la ola de despidos en sí (el rumor de que se perderán alrededor de un millón de empleos estatales en total viene rodando hace tiempo), sino que el anuncio, en lugar de hacerlo el empleador, lo haya asumido justamente la organización llamada por su esencia a defender los derechos de los trabajadores; organización que se erige, además, en moderadora para “mantener el control sistemático de la marcha de este proceso” (de despidos). Es el paradigma del antisindicalismo.

Así, pues, quedó explícito que a finales de marzo tendremos oficialmente 500 mil desempleados más, una parte de los cuales se espera pase a engrosar las filas de los llamados trabajadores por cuenta propia, que alimentarán así, a través de impuestos elevados y trabas leoninas, las insaciables arcas estatales.

Sin dudas, esta blogger pecaría de falsa ingenuidad si alguna vez hubiese creído que “el sindicato” –como comúnmente se le llama en cada centro de trabajo– representa los intereses de los trabajadores cubanos. Todo el que alguna vez ha estado vinculado laboralmente a algún puesto de trabajo estatal sabe que el sindicato es una polea más de la maquinaria administrativa del Estado y que se subordina a ella, así como al núcleo del partido único en cada centro. En lo que a mí respecta, no recuerdo ni una sola vez en mis 23 años de trabajo oficialista que la organización sindical, sus miembros o sus dirigentes me hayan apoyado en alguno de los conflictos que tuve que dirimir con administrativos de distintos niveles o en los numerosos reclamos que presenté durante mi convulsa vida laboral. Tampoco recuerdo que alguna vez “el sindicato” haya olvidado pasar el cepillo: cada día de cobro, junto a la nómina, estaba presente el talonario del financiero de la CTC a fin de asegurarse la recaudación de la cuota sindical antes de que el exangüe salario se escurriera entre los dedos de los “sindicalizados”.

Otra característica del sindicalismo a la cubana es la pertenencia automática a éste desde que alguien se estrena en la actividad laboral, tal como ocurre con el CDR –organización en que cada cubano queda incluido en cuanto cumple 16 años– o con la FMC, a la que “entra” cada muchacha de esa misma edad. Usted empieza a trabajar en algún sitio y el sólo hecho de formar parte de una plantilla de empleo lo convierte per se en miembro de la organización; nadie le pregunta si se quiere sindicalizar, nadie le explica cuáles son sus derechos o las conquistas laborales que ha logrado la organización a favor de sus afiliados. Usted deberá limitarse a cumplir con su plan de trabajo, pagar su cuota, hacer las “guardias obreras” y asistir a las reuniones y a los trabajos “voluntarios” o “productivos” (que no son lo mismo, pero ambos son igualmente improductivos). Eso, y un enorme sentimiento de indefensión, son los atributos comunes que ofrece hoy el sindicato a los trabajadores cubanos.

Desde los inicios mismos de la toma del poder, el castrismo se encargó de aniquilar cada organización autónoma en Cuba. Más de medio siglo de luchas sindicales que tomaron auge en el siglo XIX y que trajeron consigo importantes beneficios durante la República, fueron astutamente monopolizados por el poder revolucionario a partir de 1959. Demasiado bien sabía el mítico comandante de la Sierra cuánta fuerza encierran las organizaciones cívicas autónomas. El movimiento obrero cubano, deslumbrado con el populismo de las primeras medidas de la revolución y con el carisma de su líder, cedió su pujanza y su independencia ante la casta verdeolivo y en breve derivó en la gran masa servil que es hoy. Ya no quedan rastros de líderes sindicales de la talla de Jesús Menéndez o Aracelio Iglesias, por solo citar dos de los más conocidos, ni un sindicato como el de los portuarios o el de los trabajadores de la Empresa Eléctrica durante los años 50.

Pero, pese a todo, ni en mis momentos de máxima fantasía se me hubiese ocurrido que fuese precisamente la Central de Trabajadores de Cuba –único sindicato del país– quien se prestara para el nefasto anuncio de una tasa de desempleo sin precedentes. Nunca he sabido de ningún país –ni aún en los que reina el “capitalismo salvaje” – en que la organización que protege a los trabajadores sea la que anuncie y controle los despidos. Si alguno de mis lectores conoce un caso, por favor, ilústreme.

Finalmente se quiebra la fachada que cubría la componenda y se expone al desnudo y en público la conjura perfecta de la CTC con el único empleador, el Estado Gobierno Partido, a contrapelo de los perjuicios de los trabajadores. Curiosamente, aquí hubo verdadero sindicalismo mientras duró el capitalismo. El socialismo tropical no hizo más que aplastar el movimiento obrero. En el momento actual, cuando ya se van difuminando las últimas estructuras del “socialismo”, en Cuba vamos regresando al capitalismo, aunque tales confesiones aún no se hayan hecho públicas. En ese retorno, a los trabajadores, desprovistos de derechos y sin conciencia de su propia fuerza, les corresponde el lado más duro; mientras el gobierno, en otro de sus habituales gestos de sacrificio infinito, nos pone a salvo: se está apropiando los “maleficios capitalistas” solo para sí.

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