Texto antihigiénico --- de Mirian Celaya ( para mi gusto, la mejor bloguera de "adentro")
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Texto antihigiénico --- de Mirian Celaya ( para mi gusto, la mejor bloguera de "adentro")
Texto antihigiénico
Septiembre 7, 2009 at 18:03 · Clasificados en Sin Evasión
Quiero disculparme con los lectores por lo que algunos pudieran considerar un tema desagradable, pero la insistencia en muchos comentarios y en varios mensajes que he recibido, me compulsan a mencionarlo. La “tapa al pomo” la puso un reportero extranjero que me escribió, interesado en conocer si era cierto que en Cuba escasea el papel higiénico y que la gente utiliza el Granma como sucedáneo de ese producto de aseo. Le respondí en su momento, pero no pude evitar quedar pensando en el asunto.
Llama la atención que, de todas y tantas carencias y escaseces que sufrimos en Cuba, la gente tome la falta de papel higiénico como el paradigma de la miseria. Es curioso, porque la necesidad impulsa a sustituir este producto por cualquier trozo de papel impreso que –pese a no ser lo apropiado– se aplica a los mismos fines; lo que no se puede hacer en otros casos. Por ejemplo, nada sustituye la ausencia de carne y leche, de ropa o zapatos, de detergente o de jabón para el baño diario. El tan llevado y traído papel higiénico, en casos de pobreza extrema y de prolongadas penurias ha sido reemplazado por otros materiales, recordemos el destino sufrido por los manuales de Konstantinov (nuestros textos de materialismo histórico y dialéctico) durante los crudos años 90: había chistosos que se ponían a hojearlo en el baño para seleccionar cuidadosamente con qué ley o categoría marxista se iban a limpiar después de hacer sus necesidades; una peculiar venganza a nivel ideológico.
Pero lo más interesante del tema “papel higiénico” es cómo refleja en lo social y familiar la sistematización de la pobreza tristemente asimilada e incorporada al cotidiano de vida de un gran sector de la población. Conozco personas que colocan en su casa los periódicos viejos, enganchados en el mismo espacio en que se debería colocar el rollo de papel ausente. El mensaje directo es “elige con qué noticia te quieres limpiar”. Otros tienen la meticulosidad de recortar escrupulosamente en pedazos iguales y parejos las porciones de periódicos que después son colocadas sobre el tanque del servicio sanitario, en lo que pudiera comunicar un amargo sentido de la disciplina, del orden y de la equidad en la miseria. No faltan hogares en que se compra el rollo de papel sólo para uso exclusivo de las mujeres, en tanto los hombres deben usar papel periódico; una sui géneris forma de ahorrar entre los que, al menos, todavía se pueden permitir la consideración de género. Finalmente, están los más pobres que, pese a todo, conservan cierto sentido de la dignidad y compran el papel higiénico para guardarlo celosamente y ponerlo en el baño solo en las ocasiones en que reciben visitas.
Como se ve, el problema de este elemental producto para el aseo personal no es tan simple como parece a primera vista. Se puede hacer todo un estudio antropológico sobre las implicaciones que ha traído a las familias cubanas. Y lo digo sin la menor intención de burlarme, que no son graciosas las penurias humanas. Aquí solo el periódico compite cuerpo a cuerpo con el papel sanitario… Por cierto, dicen los más experimentados que “el mejor para eso” no es el Granma, sino que la excelencia la tienen el Trabajadores y el Tribuna de La Habana, cuyo papel es menos áspero que aquél. Ya ven hasta qué grado de especialización ha llegado aquí la miseria.
Septiembre 7, 2009 at 18:03 · Clasificados en Sin Evasión
Quiero disculparme con los lectores por lo que algunos pudieran considerar un tema desagradable, pero la insistencia en muchos comentarios y en varios mensajes que he recibido, me compulsan a mencionarlo. La “tapa al pomo” la puso un reportero extranjero que me escribió, interesado en conocer si era cierto que en Cuba escasea el papel higiénico y que la gente utiliza el Granma como sucedáneo de ese producto de aseo. Le respondí en su momento, pero no pude evitar quedar pensando en el asunto.
Llama la atención que, de todas y tantas carencias y escaseces que sufrimos en Cuba, la gente tome la falta de papel higiénico como el paradigma de la miseria. Es curioso, porque la necesidad impulsa a sustituir este producto por cualquier trozo de papel impreso que –pese a no ser lo apropiado– se aplica a los mismos fines; lo que no se puede hacer en otros casos. Por ejemplo, nada sustituye la ausencia de carne y leche, de ropa o zapatos, de detergente o de jabón para el baño diario. El tan llevado y traído papel higiénico, en casos de pobreza extrema y de prolongadas penurias ha sido reemplazado por otros materiales, recordemos el destino sufrido por los manuales de Konstantinov (nuestros textos de materialismo histórico y dialéctico) durante los crudos años 90: había chistosos que se ponían a hojearlo en el baño para seleccionar cuidadosamente con qué ley o categoría marxista se iban a limpiar después de hacer sus necesidades; una peculiar venganza a nivel ideológico.
Pero lo más interesante del tema “papel higiénico” es cómo refleja en lo social y familiar la sistematización de la pobreza tristemente asimilada e incorporada al cotidiano de vida de un gran sector de la población. Conozco personas que colocan en su casa los periódicos viejos, enganchados en el mismo espacio en que se debería colocar el rollo de papel ausente. El mensaje directo es “elige con qué noticia te quieres limpiar”. Otros tienen la meticulosidad de recortar escrupulosamente en pedazos iguales y parejos las porciones de periódicos que después son colocadas sobre el tanque del servicio sanitario, en lo que pudiera comunicar un amargo sentido de la disciplina, del orden y de la equidad en la miseria. No faltan hogares en que se compra el rollo de papel sólo para uso exclusivo de las mujeres, en tanto los hombres deben usar papel periódico; una sui géneris forma de ahorrar entre los que, al menos, todavía se pueden permitir la consideración de género. Finalmente, están los más pobres que, pese a todo, conservan cierto sentido de la dignidad y compran el papel higiénico para guardarlo celosamente y ponerlo en el baño solo en las ocasiones en que reciben visitas.
Como se ve, el problema de este elemental producto para el aseo personal no es tan simple como parece a primera vista. Se puede hacer todo un estudio antropológico sobre las implicaciones que ha traído a las familias cubanas. Y lo digo sin la menor intención de burlarme, que no son graciosas las penurias humanas. Aquí solo el periódico compite cuerpo a cuerpo con el papel sanitario… Por cierto, dicen los más experimentados que “el mejor para eso” no es el Granma, sino que la excelencia la tienen el Trabajadores y el Tribuna de La Habana, cuyo papel es menos áspero que aquél. Ya ven hasta qué grado de especialización ha llegado aquí la miseria.
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